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domingo, 4 de septiembre de 2011

Se llamaba Sara

La última vez que la vio salía de un café con paso ligero. Era una tarde fría de invierno y vestía un largo abrigo de color blanco sobre unos vaqueros ajustados y las botas altas de cuero negro que le había regalado por su cumpleaños. Cuando abrió la puerta el frío viento invernal la golpeó de lleno e hizo flotar juguetón su largo cabello dorado. Entonces giró la cabeza un instante y sonrió. Le sonrió. Jamás olvidaría sus mejillas suavemente arreboladas por el frío, ni el brillo chispeante de sus ojos azules. Después dio un paso al frente y la puerta se cerró tras ella devolviéndolo al maremoto de ruidos y olores propios de un bar. Lo último que vio de ella fue el vuelo de su bufanda rosa pasar junto a la ventana.

Aquella fue la última vez que vio a Sara. Si es que aquel era su verdadero nombre.



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