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martes, 25 de febrero de 2020

EL MAPA DE LA VIDA

Las arrugas de su piel son un plano que conoce de memoria. Las recorre a ciegas con los dedos, son senderos de su historia juntos. Aquí y allá se encuentra con encrucijadas, pero nunca se pierde porque en su memoria ha peregrinado tantas veces por esos caminos... 

 Las hojas que se han caído del calendario las suman por centenas y son tantos los años que otros se habrían cansado de contarlos aunque ella aún los cuenta. Pero ahora se está apagando su faro, la llama de la vela se va consumiendo con placidez y pronto quedará a oscuras. 

- ¿Qué haré?- se pregunta contemplándolo menguar en silencio- ¿Qué haré cuando pierda su luz? ¿Cuándo no tenga sus arrugas para recorrer el mapa de nuestra vida juntos? ¿Qué haré cuando tenga que soltar la mano cálida y rugosa que me ha acompañado toda la vida? 

 - Es un buen hombre- les dice con voz de congoja a las sanitarias que le visitan en casa- No existe hombre más bueno que él. 

 La miran con tristeza y resignación. ¿Y quizás también un tinte de envidia? Ellas son jóvenes y no comprenden lo que es perder tu compañero, tu mapa, el amor de una vida.

#heroínas

UN CIELO ESTRELLAS PARA MI PAPÁ

Eva había nacido en una ciudad sin estrellas. A pesar de que nunca las había visto su padre le hablaba a menudo de ellas.

 "Son velas que iluminan el cielo nocturno"- solía decir.

 Eva no lo comprendía. El cielo de su ciudad siempre era gris, cubierto por una nube oscura de contaminación que nunca se disipaba, ni en el más caluroso de los días. A veces, al mediodía en pleno verano, el sol asomaba tímidamente entre el estrato de polvo que parecía siempre adherido al aire y la niña se sorprendía admirándolo.

"Es como una naranja grande y redonda en el cielo"- solía pensar en voz alta.

 Y su padre se reía.

"Si te gusta el sol te hubieran encantado las estrellas"- decía- "Son como millones de soles en la noche solo que muy lejanas y pequeñas"

 Y aunque no lo comprendía (¿quién iba a querer iluminar el cielo con velas teniendo farolas, lámparas y bombillas?), Eva sonreía. Sonreía porque le gustaba imaginarlo, fantasear con un cielo adornado por millones de diminutos soles. Pero sobretodo, sonreía porque aquellos eran los únicos momentos cuando su padre sonreía.

Desde la ventana de la habitación de hospital donde su padre residía tampoco se veían las estrellas. Eva a menudo lo sorprendía contemplando el cielo con nostalgia, con aquel semblante gris que hacía juego con la monotonía de su ciudad, como esperando algo que nunca volvería. Y día tras día veía morir la esperanza en el rostro de su padre, cada vez más cansado y ceniciento, se estaba apagando como las estrellas que Eva jamás había visto se habían consumido en el cielo.

 "¿Por qué está papá siempre tan triste?"- le preguntó una vez a su mamá.

Su madre era una mujer que siempre tenía una sonrisa amable, pero sus ojos estaban velados por la misma nube contaminada que el cielo de la ciudad.

"Porque ya no quedan estrellas en el cielo"- le contestó con aquella sonrisa triste de siempre.

 Eva no lo comprendía. ¿Por qué necesitaba alguien las estrellas? Ella vivía perfectamente feliz sin nunca haberlas conocido.

 "¿Y para qué necesita papá las estrellas?"- inquirió.

 "Para pedir un deseo"- repuso su madre.

 "¿Para pedir un deseo?"- repitió la niña incrédula.

 Y su madre sonrió, de verdad, con una sonrisa que iluminó sus ojos e incluso disipó la niebla que siempre los tapizaba.

"¿No lo sabes? Las estrellas conceden deseos"- le dijo.

 "¿Conceden deseos? ¡Yo también quiero pedirles uno!"- exclamó.

 El rostro de su madre mantuvo la sonrisa, pero sus ojos volvieron a apagarse.

 "Pero ya no hay estrellas"- le recordó.

 "¡Pues entonces las traeré de vuelta!"- decidió Eva con convencimiento y salió corriendo antes de que la mirada triste de su madre le extinguiera la esperanza.

 Durante días y días buscó la forma de revivir las estrellas. Buscó en internet, en libros y enciclopedias, incluso preguntó a sus profesores, pero ninguno tenía la respuesta. Poco a poco comenzó a desesperarse. ¿Cómo podía traer de vuelta las estrellas? De pronto un día encontró la respuesta donde menos la esperaba.

 "¿Si no puedes traerlas de vuelta porque no las creas nuevas?"- le preguntó un amigo cuando le contó sus problemas.

 "Es imposible crear las estrellas"- pensó Eva con sorna desestimando la idea.

Pero durante largas noches aquellas palabras no abandonaban sus pensamientos. ¿Y si podía crear las estrellas? ¿Cómo podía hacerlo?

 Y entonces lo recordó, las palabras favoritas de su padre: "Son velas que iluminan el cielo nocturno"

 Si tan solo pudiera colgar velas del cielo... ¿Pero cómo?

 Pasó días enteros, eternos, buscando la solución, hasta que un día de improviso dio con ella. Pero necesitaría personas, decenas y decenas de personas, para poner su plan en marcha. Sin embargo, no permitió que eso la desanimara después de haber llegado tan lejos. Y empezó a hacer correr la palabra.

"Creemos un cielo de estrellas"- decía a conocidos y desconocidos por igual, en la calle, en el colegio, en el polideportivo, en el hospital...

 Así llegó la noche indicada. Y para su sorpresa llegaron, primero de 10, después 20, luego 30... más y más y más personas. Y Eva comprendió que todos ellos querían ver estrellas en el cielo. Los había de todas las formas y edades: niños, jóvenes, adultos y ancianos... obreros y empresarios... casados y solteros... padres, hijos y abuelos... Todos allí para devolver a la noche sus estrellas.

 Se pusieron manos a la obra, creando lámparas de papel de colores e inscribiendo sus deseos con tinta que arrastraba la esencia de sus sueños.

 "¿Cuál es tu deseo?"- le preguntó su madre con la sonrisa más hermosa que Eva jamás había visto, una que parecía resplandecer más que todas las imaginarias estrellas de la noche.

 "Es un secreto"- contestó Eva- "He oído que si los deseos se dicen en voz alta no se hacen realidad"

Su madre asintió con aquella sonrisa que la iluminaba como el sol y sin insistir continuó garabateando en una de las paredes de la lámpara. Eva contuvo su deseo de mirar y en vez de ello se concentró en su propio rotulador.

"Deseo que mi papá sea feliz"- escribió en el papel de la lámpara.

 Y con eso prendió la pequeña vela que adornaba el pie de la linterna y con ojos desmesurados contempló sus paredes inflarse y la vio ascender lentamente hacia el cielo. Una a una, decenas de lámparas cobraron vida a su alrededor y siguieron a la suya en su camino de regreso a la noche. Y Eva admiró anonada por primera vez la belleza de un cielo repleto de estrellas. Y cada estrella portaba al menos un deseo. Y entonces lo comprendió al fin, la importancia de las estrellas, y que no estaba viendo un cielo repleto de ellas sino un cielo alumbrado de esperanza.

 Aquella noche, la sonrisa no abandonó los ojos de su madre y su padre vio desde la ventana del hospital por primera vez estrellas. Y al día siguiente cuando Eva corrió a visitarlo su rostro estaba iluminado por la esperanza.

#heroínas

viernes, 23 de junio de 2017

Como si fueran alas

Extiendo los brazos
como si fueran alas
y cabalgo el viento
con el fragor de mis dedos,
acaricio las notas
qué habitan el silencio,
dibujo sinfonías
con palabras y versos.

Se me rompen las rimas,
me llenas de palabras
y me encuentro detenida
esperando tu llegada,
una mera pasajera
del espejo de tu mirada.

Furtiva prisionera
del tiempo que no pasa,
del tiempo que se escapa
aguardando tu llegada,
 pasando sin pasar
por los corredores del alma,
 bailando despacito
con la sombra de mis fantasmas.

Extiendo los brazos
 como si fueran alas
y vuelo sin alzar el vuelo
entre las nubes blancas,
de nuestras ilusiones
y sueños fabricadas,
ellas también aguardan
expectantes tu llegada.


jueves, 11 de mayo de 2017

Piel contra piel

Quiero sentir tu piel
contra mi piel,
no quiero ser
una historia de papel,
enciéndeme,
hazme arder
con tu dulce
sin querer.

"Me siento vivo"
fue tu confesión
en el abrigo
entre tus brazos,
te galopaba
el corazón
bajo la caricia
de mi mano. 

"Me encantas"
"¿Dónde estabas?"
"¿Qué he estado
haciendo estos años
que no te encontraba?"

No me dices 
que me quieres
pero ni falta 
que me hace,
con la dulzura
que destilan 
tus palabras,
con tu piel
contra mi piel. 

No lo sabes,
te hubiera entregado
el mundo entero,
a tus pies,
pero como no lo tengo
te di mi cuerpo
sin que sepas
que mi corazón
siempre va delante,
en avanzadilla.

Tu piel
contra mi piel,
las palabras son
promesas de papel,
mejor tatúate
en mi piel
contra tu piel.


domingo, 15 de enero de 2017

Sin aliento

Corro,
Corro sin pausa,
Corro pero
¿cuál es la meta?
Me detengo 
Y el mundo sigue girando,
Girando a mi alrededor,
Sin aliento,
Grito,
Grito pero 
No tengo voz.
Todos oyen,
Oyen pero
Nadie escucha,
Todos miran,
Miran pero
Nadie ve.
Y yo sigo corriendo 
Corro pero
¿Cuál es la meta?
Si me detengo 
Y dejo...
Dejo el mundo girar
¿Cambia la perspectiva?
Corro sin mirar atrás 
Pero a veces 
el pasado me alcanza,
Es como si la nostalgia 
Fuera el repertorio 
De mi álbum musical
Corro hacia ese futuro 
Que nunca puedo alcanzar
Mientras dejo el presente,
El presente sin pisar
¿Cuál es la meta?
Si me detengo 
Y dejo...
Dejo el mundo girar
Sin aliento,
Grito,
Grito pero 
No tengo voz.
El mundo es hermoso,
La vida es fugaz.
Audaz,
Me siento audaz.
Grito,
Sin aliento grito,
Grito pero
No tengo voz
Me detengo,
Sin aliento,
Me detengo 
Y miro,
Grito
Pero grito
Sin voz,
El mundo gira 
a mi alrededor.
Es hermoso.
Algunos miran
Pero nunca ven,
Algunos escuchan
Pero nunca oyen
Grito,
Sin aliento grito,
El mundo que gira,
El mundo que miro,
Ese mundo
Es hermoso.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Dos palabras, una promesa

-Hasta mañana- eran las palabras que siempre decía cuando se despedían, como un mantra.
Aquellas dos únicas palabras tenían el sabor dulce de una promesa. La promesa de que volverían a encontrarse.
Cada tarde, al terminar la escuela, corría a buscarla. Siempre se encontraban en el mismo lugar, a la misma hora. Y cada vez ella se despedía con las mismas palabras.
-Hasta mañana.
Dos palabras. Una promesa.
Por aquel entonces eran demasiado niños para comprender los sentimientos que comenzaban a florecer en la profundidad de sus corazones. Pero no para atesorarlos.
Sin darse cuenta vivían prendidos de la promesa de aquellas dos palabras.
-Hasta mañana.
Cuando las pronunciaba al despedirse, como un encantamiento, el muchacho sabía que al día siguiente volvería a encontrarla.
Aquella era la esperanza inquebrantable de aquellas palabras.

Pasos de Viento

"¿Nunca os habéis preguntado por qué hay tanto viento siempre en los corredores de la escuela? Son los pasos de los fantasmas. Fantasmas de los niños muertos."- comienza Miguel a contar la historia.
Lo hace con tono lúgubre, en la semipenumbra del cuarto de las escobas. Siempre se le ha dado muy bien contar cuentos y de todos, los de terror son sus favoritos. 
Cinco pares de ojos lo miran atentamente, bebiendo de cada una de sus palabras. Estamos apretujados unos contra otros en la diminuta alacena, entre mopas, fregonas y trapos de polvo. El olor a lejía es penetrante, pero no nos importa, somos niños y la emoción de lo secreto y lo prohibido nos excita. Podríamos vivir solo de la imaginación. 
Miguel ha traído una pequeña linterna que ha robado a su padre y el débil haz de luz le ilumina el rostro dándole un aspecto fantasmagórico, como los niños muertos de su historia. Las sombras bailan en torno a sus facciones y despiertan ilusiones en nuestras mentes hiperactivas.
Marian, mi mejor amiga, y yo nos miramos y compartimos una sonrisa cómplice. Siento su mano sobre la mía, la suya fría y la mía cálida. No nos decimos nada, no hace falta. Marian es muy tímida y no habla frente a otros niños, yo respeto su silencio, igual que los  pasos de viento de los pasillos.
Y Miguel continúa relatando su historia...
"Cuenta la leyenda" - recita con dramatismo su frase favorita- " Que hace no muchos años en esta misma escuela había una niña. Era una niña solitaria y tímida. Cada tarde, al terminar las clases, jugaba en el patio con los otros niños hasta que se ponía el sol. Uno a uno los niños se iban despidiendo cuando sus padres venían a buscarlos y al final la niña siempre se quedaba sola. Dicen que la veían sentada triste y sola en el banco de la entrada, hasta que su madre al fin venía a recogerla. Pero aquel día no vino nadie a por ella. La niña esperó y esperó sin que nadie la recogiera. Y esperó y esperó y esperó. Cuentan que al día siguiente encontraron su cuerpecillo frío y muerto aún sentado esperando en el banco. Desde entonces la niña aún sigue esperando que alguien venga a por ella y a veces para no aburrirse juega con otros niños y se los lleva con ella. Por eso cuidado con los pasos de viento que escuchas en las escaleras, son los niños jugando, jugando mientras esperan..."
La puerta de la alacena se abre de improviso con un chirrido acusador y sobresaltados dejamos escapar un grito estridente. La cara malhumorada del bedel asoma por el resquicio.
- ¡Qué demonios hacéis aquí, mocosos! Este no es lugar para jugar.- exclama.
Soltamos un nuevo chillido que se ahoga en nuestras risas infantiles cuando nos ponemos de pie de un salto y echamos a correr. Nos dispersamos, tratando de escapar del enfado del hombre.
Sin soltarnos de la mano Marian y yo corremos y reímos hasta que nos duele el costado. Al menos a mí me duele. Nos detenemos al llegar a la escalera y le indico con un dedo que guarde silencio mientras nos acuclillamos escondidas tras una columna. Aguzo el oído pero no escucho nada, ni los pesados pies del bedel ni los pasos de viento de los niños muertos.
Solo la voz de mi madre que grita mi nombre.
Es hora de ir a casa.
Miro a Marian con tristeza y ella asiente en silencio como a diario. Ella es siempre la última en irse a casa.
Con una rápida despedida salgo a toda prisa a recibir a mamá. Un instante antes de llegar me vuelvo hacia la puerta y sacudo el brazo en alto diciendo adiós a Marian que me observa desde la entrada.
- ¿A quién saludas, cariño?- pregunta mamá con curiosidad.
- A mi amiga- respondo sonriente y mamá mira con extrañeza la puerta pero Marian ya se ha ido. 
En su lugar hay solo silencio pero si aguzo el oído me parece escuchar pasos de viento que se alejan.

Valiente, Indiferente

Hoy he abierto la ventana
Para ahuyentar los fantasmas
Que merodean en mi alma.
He sacado al colgador
Nuestros trapos sucios
Para airear la culpa
Que prende de mis perjuicios.
Puede que al fin
Sea un poco valiente
Para dejarte ir,
Un extraño entre la gente,
Volverme poco a poco indiferente
Al corazón que te rompí.
Si vuelvo a pasear
Por nuestro museo
Donde cuelgan fotogramas
De aquellos recuerdos
Quiero ser un espectador
Sin nada que esperar
Juzgando sin pasión
Una obra inédita.
Y así acabamos
Vaciando los armarios
Donde guardé las promesas
Que a ti me encadenan
Y con mis manos
Destruí...
Puede que al fin
Sea un poco valiente
Para dejarte ir,
Un extraño entre la gente,
Volverme poco a poco indiferente
Al corazón que te rompí
Y si a veces me quedo enredada
En el silencio de tu alambrada
Uno a uno quiero deshacer
Cada nudo de mi piel
Aunque sangren las heridas
Abiertas por tus espinas.
No voy a titubear
Las maletas están cargadas
Y el tren ha dejado la estación
Los sueños rotos son el vapor
Que se insufla del carbón
De las nuevas esperanzas.
Puede que al fin
Sea un poco valiente
Para dejarte ir,
Un extraño entre la gente,
Volverme poco a poco indiferente
Al corazón que te rompí

La Reina Blanca

Blanco...
Su placer es todo blanco, 
Como el olvido entre sus brazos,
Su beso dulce, tan amargo.
Me esfumo,
En su fuego me vuelvo humo,
Calada a calada fumo
La realidad en un segundo.
Muero, 
Mientras de sus labios bebo,
Vivo preso de su credo,
La irrealidad de su etéreo.
Blanco,
Blanco y frío,
Como el olvido.
La Reina Blanca.
Blanca, 
Soy espuma de plata, 
Me disuelvo en alta mar
Con la sal de las lágrimas
Que he visto derramar.
Me esfumo,
En su fuego me vuelvo humo,
En su placer me consumo,
Blanco y frío, un intruso,
El ingrávido mercurio.
Blanco,
Blanco y frío,
Como el olvido.
Con ella muero,
Sin ella no vivo.
La Reina Blanca.
La Reina en polvo del olvido.

A la luna

Le he compuesto a la luna
una canción de cuna,
no dos sino una,
le he compuesto a la luna.

A ella que sola habita
la eterna noche marchita,
a ella que brilla sin luz
y cuenta en estrellas su dicha,
a esas amigas que están
a años luz en su día. 

Fugaces son 
las lágrimas de mi luna
que en las sombras oculta
su cara más oscura,
los cráteres desfiguran
su blanca belleza pura,
las lágrimas de mi luna
son fugaces. 

Mi luna que aguarda al sol
en el balcón de la noche
para asomarse al alba
y suspirarle un reproche,
mi luna que atemoriza
al pobre superticioso
y enamora a la poetisa
mi luna, tan sola ella,
que sueña en las veredas
con el amante que nunca llega. 

Mi luna que como yo
vela por la noche de quien no se acerca,
yo como mi luna
que aguardo al sino que no se presenta. 

Si pudiera erigir
una escalera hasta ella
de esta soledad
seríamos compañeras,
pero solo puedo contemplarla,
testigo de su belleza,
y a hurtadillas dedicarle
los versos de este poema.

Mi luna que como yo...
yo que como mi luna
quieta y serena,
serena y quieta,
guardianes
del amor que no llega.

Le he compuesto a la luna
una canción de cuna,
no dos sino una,
una canción de cuna
le he compuesto a la luna.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Granada

Granada de piedra,
Granada, la bella.
Granada
de mirada morisca
y sonrisa flamenca.

Granada me atrapó
con su embrujo de gitana,
entre el cuero de su alcaiceria
y el agua de su Alhambra.

Granada durmiente,
Granada, la eterna,
Granada entre sierras
de nieve o arena.

Alhambra, la roja,
roja por la sangre
que tiñó tus venas,
roja por las barbas
de tu padre en tierra,
roja por las llamas
que a las noches juegan
a luces y sombras
en tu cal y piedra.

 Alhambra,
en su cerro vigía
de su Granada tierna,
pasado y presente
esconde tras sus puertas,
Alhambra de secretos,
de palabras muertas,
Alhambra de amoríos,
traiciones y vendetas.

Granada, sultana,
Granada, la reina,
Granada, princesa,
Granada, plebeya.

 Aún mil veces conquistada
seguirás siendo Granada.

 Granada, la mía,
 Granada, la nuestra,
 Granada de poetas muertos
 y letras eternas.

Granada de piedra,
Granada, la bella.
Granada
de mirada morisca
y sonrisa flamenca.


Cuervo

A ras de un infinito gris
coronado por las nubes
planea un caballero negro
contaminado de urbe,
los rayos de sol arrancan
a su levita destellos azules,
las malas lenguas lo acusan
de mal agorero y lúgubre
mas a su graznido no hay
quien la alegría usurpe,
usurero y reidor,
en la vida irrumpe
con tizones que brillan
en el día y en la noche.


jueves, 24 de marzo de 2016

Fotograma a la tragedia

Un hombre sostiene una muñeca rota,
una muñeca blanca y roja,
el hombre corre,
la muñeca yace inerte,
el hombre grita,
la muñeca calla,
el hombre es hombre,
la muñeca niña,
el hombre es padre,
la muñeca hija,
el suelo es metralla,
el cielo humo,
el aire polvo,
el escenario una guerra,
no una película nueva,
no una historia vieja,
no un fotograma en el diario,
un fotograma de la realidad.

El hombre corre,
el hombre grita,
el hombre llora,
la muñeca calla,
la niña calla,
la hija calla.

El padre llora.

Es un fotograma de la realidad.



domingo, 7 de febrero de 2016

Un corazón en deuda, un corazón prestado


¿Quién no ha dejado 
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?

A orillas del mediterráneo
un niño me sacó a bailar,
fue un verano con cinco años
y el primer amor junto al mar.

A orillas de aquel mediterráneo
me despedí de mi amor infantil
con la promesa de volver
que nunca jamás cumplí. 

A orillas de un mediterráneo
conocí el amor y lo perdí,
entre juegos de princesas duerme
con aroma a nenuco y alelí. 

¿Quién no ha dejado
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?

En el patio de la escuela
le confesé a mi amiga un secreto
y ambas nos sorprendimos enamoradas
del mismo pelirrojo compañero.

Cómplices de aquel pequeño crimen
inventamos un nuevo juego,
le robamos miradas a hurtadillas
y tejimos historias de desvelos. 

Pero fue la prima de mi amiga
quien rápida le robó un beso
y nosotras nos consolamos silenciosas,
cómplices en el despecho.

¿Quién no ha dejado
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?

El primer romance me pilló desprevenida
cuando el muchacho me confesó sus sentimientos,
me dicen precoz porque a los once
ya le escribí a un chico mi corazón en verso. 

Fue tímido, fue torpe y fue dulce, 
y muchos dirán que no fue amor pues era niña,
pero conozco mi corazón y juro
que le quise con cada latido y cada fibra.

Como llegó se esfumó
y lloré su marcha,
y le dediqué "Yesterday"
para seguir hacia el mañana.

¿Quién no ha dejado
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?

El segundo fue tan solo una aventura
y el tercero creí que sería para siempre,
aún me estoy recuperando de la despedida
que le dije fría como aquel diciembre.

Si a alguien le he roto el corazón
ha sido al hombre que más he amado,
pero al final soy una egoísta
y no pude ser feliz a su lado. 

Le dejé a deber un corazón
y no sé si podré recuperarlo,
porque cuando creí en el amor
me perdí en mi propio desengaño.

¿Quién no ha dejado
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?

Y después de él 
tan solo silencio...
pero soy feliz
en mi arrepentimiento.

En la penumbra de un pub
un inglés quiso robarme un beso,
huí al ritmo de la música
pero llevo sus ojos en el recuerdo.

Y en el vaivén entre dos estaciones
me robó el corazón un desconocido,
en aquel tren recuperé un poco la fe
aunque de nada sirve jugar al destino.

¿Quién no ha dejado
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?

Y entre deudas
y préstamos
sigo siempre
hacia delante,
porque...

¿Quién no ha dejado
a deber un corazón
en alguna esquina perdida
de una historia de amor?