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miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO 14

PARTE 14: Tormenta de colmillos



Rose tragó.

El líquido oscuro, espeso y nauseabundo descendió por su garganta y lo sintió arder. Desesperada luchó por respirar pero una nueva oleada de sangre llenó su paladar y tuvo que volver a tragar. Una... y una y otra vez. Bocanada a bocanada, trago a trago de muerte, mientras los ojos de esmeralda de la vampiresa la embebían con una mirada casi lunática. Amaury gritaba detrás pero era un sonido tan lejano que bien podría pertenecer a otra dimensión ajena a su realidad. 

Se sintió desfallecer cuando una nueva oleada de líquido rojo bañó su boca y asqueada se obligó a volver a tragar. La mano sobre su cuello la obligaba a mantener la boca abierta y la apresaba contra la pared y la sangre no cesaba de manar de la herida abierta de la muñeca de la inmortal. Mareada sintió el hilillo húmedo que descendía lentamente por su barbilla y la mirada febril de la vampiresa siguiéndola. Se inclinó y la lamió suavemente con una medio sonrisa escalofriante que hizo estremecer a Rose. Aquella lengua húmeda, fría y áspera contra la calidez de su piel humana.

Y entonces algo calló sobre ellos. Por el rabillo del ojo Rose tan solo distinguió una sombra de cabellera dorada abalanzarse contra ella a velocidad vertiginosa. Sin poco más que una mueca de molestia la vampiresa hizo una floritura con su mano ensangrentada y mandó volando al atacante contra la pared de enfrente. Golpeó de lleno contra el muro entre un amasijo de telas y crujido de huesos rotos. Aliviada al sentir la boca libre, Rose tomó una larga bocanada de aire mientras trataba desesperadamente de desembotar sus sentidos y ser consciente de lo que estaba ocurriendo. Solo entonces volvió a fijarse en la figura desmadejada sobre el suelo que entre gruñidos de dolor y el crujido de huesos rotos comenzaba a moverse. Y gritó al reconocerla.

-¡CECIL!

Al escuchar su nombre el vampiro rubio volvió a ponerse en pie dificultosamente, mientras se iba a recolocando los huesos rotos entre desagradables chasquidos, y le dedicó una pícara sonrisa que no logró enmascarar su mueca de dolor. 

-Buenas noches, pequeña rosa, lamento la tardanza. Unos pequeños aunque muy molestos problemillas sin importancia nos han entretenido.- al hablar echó una furiosa mirada de reojo a Amaury, una mirada gélida en la que ardía una ira helada y poderosa. Rose nunca había visto al inmortal enfadado antes pero era un panorama digno de temer.

Sin embargo, su corazón se vino abajo al ver el estado en que había quedado el vampiro tras el golpe. Aunque sus huesos habían regresado a su lugar y se habían vuelto a soldar su aspecto por lo general pulcro se había venido abajo. Su camisa de seda lavanda colgaba hecha jirones de sus pecho desnudo y sus vaqueros preferidos estaban rasgados a la altura de las rodillas y salpicados de sangre fresca. ¿Qué clase de poder tenía aquella loca vampiresa pelirroja para dejar a su guardián en aquel estado con un solo ademan de mano? Se estremeció al imaginar la magnitud de aquel poder.

La vampiresa apenas le dedicó una mirada desdeñosa a Cecil, como quien mira a una mosca particularmente molesta, antes de volverse de nuevo hacia Rose. La muchacha bajó la mirada hacia el antebrazo ensangrentado de la mujer y no pudo evitar que un suspiro de alivio escapara sus labios al ver que la herida había cicatrizado por completo, dejando en su lugar un reluciente tramo de piel. Pero el alivio no duró mucho al ver como volvía a llevarse la muñeca a los labios y de un mordisco sus afilados colmillos volvían a rasgar su carne. Rose dejó escapar un gemido ahogado de puro terror.

Cecil, con los ojos ardientes y su hermoso rostro helado en una expresión de puro odio dio un paso hacia ella, pero al instante Amaury le salió al paso.

- ¿De verás crees que tienes alguna oportunidad contra Innana?- le preguntó con una sonrisa sarcástica. En sus ojos ardía una devoción que rozaba en la locura.- Eres poco más que una hormiga para ella.

-Te equivocas- contestó Cecil dedicándole una sonrisa que no llegó a tocar sus ojos- Soy una cucaracha, persistente e inmortal.

Y sin previo aviso se abalanzó sobre el vampiro. Con un solo y fluido movimiento Amaury se echó hacia atrás y esquivó el ataque con elegancia. En un amasijo informe de garras y colmillos Cecil volvió a arremeter contra él. Rose hubiera jurado ver una sonrisa torcida de placer macabro desfigurar su bello rostro pero pasó tan rápido que no pudo confirmarlo. Justo en el instante en que Amaury se disponía a volver a esquivarlo algo cayó del techo sobre él. Rose apenas pudo distinguir el vuelo de una larga gabardina oscura y el brillo mortal de unos ojos azabache antes de que Marcus cayera sobre ambos. Amaury rodó por el suelo en el último instante y logró hacerse un lado, pero sin perder un instante y perfectamente coordinados Marcus y Cecil le cerraron el camino, atacando cada uno por un lado. Los tres salieron propulsados hacia el frente y chocaron contra el muro de piedra en un amasijo de brazos y piernas. La cripta se estremeció por el estruendo y tembló el suelo. Rose se sintió sobrecogida ante aquel poder que se equiparaba al de una tormenta en una plácida noche de verano mientras los tres vampiros, ajenos al terror que estaban causando, volvían a enfrascarse en una batalla feroz en la que pronto lo único que Rose pudo distinguir fue un borrón de colores y formas.

Como si aquello no fuera con ella, Innana (así había llamado Amaury a la vampiresa) les dio la espalda y volvió a la tarea que tenía entre manos. Rose volvió a sentir la muñeca ensangrentada pegada contra sus labios y abrirse camino hacia el interior de su boca. Intentó zafarse en vano mientras la sangre volvía a abrirse paso hasta su garganta. Ya ni siquiera le quedaban fuerzas para luchar. Asqueada trató desesperadamente de ignorar el líquido oscuro que descendía por su esófago, espeso y pegajoso, sin mucho éxito, mientras las nauseas la consumían y la cabeza le empezaba a dar vueltas. 

Y entonces, en medio de la marea roja que la inundaba, del estupor y el miedo, la voz de Marcus, alta y clara, cortó el aire.

-Alto si no quieres que despedacemos a tu querido hijo.

Aquello al fin logró llamar la atención de la vampiresa que se volvió como una exhalación. Rose abrió la boca de par en par y aspiró una larga bocanada de aire al tiempo que escupía los últimos rastros de sangre y las piernas temblorosas le fallaban. Se dejó caer, casi agradeciendo la comodidad fría del suelo, y respirando aún con dificultad contempló la escena frente a ella.

De algún modo Cecil y Marcus se las habían arreglado para inmovilizar a Amaury. Atrapado contra la pared con ambos vampiros sobre él, la expresión de Amaury era de pura incredulidad. Estaba claro que los había subestimado y Rose se sintió secretamente orgullosa de ellos, aunque su corazón dio un vuelco al ver a Innana centrar su atención en ambos. No importa cuán poderosos fueran, eran poco más que niños al lado de la pelirroja. Y la vampiresa estaba furiosa.

Era una ira silente que rezumaba cada poro de su piel, en cada ángulo de su postura, en la férrea inmovilidad de su porte... Una furia aterradora...

-¿Quién te crees que eres para amenazarme, Marcus?- la voz de Innana fue poco más que un susurro ronco cargado de rabia, una ira ciega y sorda. Rose se estremeció al escucharla. Era una voz gastada y rota, áspera, como quién no la ha utilizado en demasiado tiempo y ha olvidado de cómo hablar- ¿Se te ha subido el poder a la cabeza en mi ausencia? Todo lo que necesito es un solo dedo para aplastaros como a insectos.

Y Rose supo que era verdad, que tal era su poder. Lo sintió en la aspereza atemporal de su voz ronca.

Pero Marcus no se inmutó. Al contrario, con una seguridad casi marcial colocó su mano desnuda sobre el pecho de su presa y atravesó a la vampiresa con una mirada feroz. Sus ojos oscuros eran dagas desafiantes preparadas para matar y morir en cualquier momento, un arma de doble filo. Rose sabía por experiencia que el vampiro moreno enfadado podía dar miedo pero entonces comprendió que lo que había visto hasta entonces no era más que una versión pálida y diluida del verdadero terror.

-Puedes intentarlo- habló con una voz carente de emoción- Veremos quién es más rápido. Si tú en aplastarnos o yo en arrancarle el corazón.

Sus uñas rasgaron la piel del pecho de Amaury a modo de advertencia y un hilo de sangre roja comenzó a descender lentamente por su torso medio desnudo. El rostro del cautivo se contrajo en una máscara de puro odio e intentó zafarse con todas sus fuerzas. Pero Cecil lo retuvo entre sus brazos con una sonrisa salvaje, en sus ojos celestes bailaba una mirada lunática que sorprendió a Rose. Nunca hubiera esperado que el rostro habitualmente apacible y sonriente de su guardián pudiera dibujar aquel tipo de expresión, un poema de locura casi psicótica.

Y entonces, de pronto, Rose fue consciente de toda la situación con una claridad desconcertante. No solo de la batalla mortal que estaba a punto de desatarse ante sus ojos, sino de cada minúsculo detalle. De la araña que correteaba por la pared de enfrente, de la gota de humedad verdosa que rodaba por la grieta de una piedra, de cada partícula de polvo atrapada en el aire rancio de la cripta...

Innana dejó escapar un chillido gutural, más parecido al de un animal salvaje que a un grito humano. Y Rose se llevó las manos a los oídos con un gesto de dolor porque el estridente sonido se clavó como una aguja en las profundidades de su mente.

-¿Qué... qué me has hecho?- se oyó preguntar, su voz poco más que un murmullo acongojado.

Como si el tiempo se hubiera detenido la escena frente a si se heló y todos a una los vampiros bajaron la vista hacia ella. Vio el miedo reflejado en los ojos de Marcus y Cecil, los labios de Amaury curvarse en una mueca de asco y desprecio y el brillo triunfante en la mirada esmeralda de Innana.

Y entonces cayó la oscuridad.


jueves, 20 de septiembre de 2012

Lágrimas de tinta

Por una calle asfaltada de metralla
los pies curtidos por el sufrimientos de la guerra
bajan descalzos, desnudos de esperanza,
los ojos de un hombre buscan desesperadamente
entre la gente a una mujer de mirada ausente,
entre los charcos que ha dejado la lluvia de sangre
sigue las huellas rojas de la muerte
y se teme lo peor.

En una esquina un niño juega a ser adulto
con un fusil viejo entre manos temblorosas,
unos ojos jóvenes de mirada vieja,
nadie le ha explicado que hay mundo sin guerra,
ha oído hablar de paz a viejas lenguas
pero es una idea abstracta que no entiende
como los cuentos para niños de princesas
una utopía de la realidad.

Una vieja desdentada se ríe en la cara de la muerte
entre los escombros de lo que fue una vez su hogar,
en su memoria las risas de los niños llenan las calles
como los alegres cascabeles que colgaban del collar
del gato negro que dormía panza arriba en su tejado,
reminiscencias en sepia de una vida mejor,
pero rota como los cristales del marco que la porta,
donde ha elegido abandonar su razón.

De los ríos de sangre bebe sedienta
la tierra que arde en los fuegos de la guerra,
tierra oscura, fría y muerta
donde madres despechadas a sus hijos dejan,
donde lápidas sin nombre guardan a hombres sin suerte
donde no hay tiempo para despedidas
y las flores marchitan sin primavera.

Son imágenes de tinta en cualquier diario,
palabras elegantes en libros de historia,
son mundos distintos, son mundos ajenos,
es nuestro propio mundo en otro universo,
son lágrimas de tinta, son letras muertas,
postales del pasado que siempre regresan,
porque olvidamos,
porque no aprendemos de ellas...


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Guerra

El mundo está en guerra,
sangra el recuerdo,
arde la tierra,
lloran los niños
¿por qué nadie detiene esta eterna pelea?

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO PARTE 13

PARTE 13: 

Rose gritó.

Un grito animal, un chillido histérico de puro terror. 

Una mano fría y dura como una garra se cerró en torno a su garganta, muerta y huesuda como la de un esqueleto apenas recubierta por un guante de piel humana. Se sintió asqueada al recordar que hacía apenas un segundo había considerado hermosa a aquella mujer, ahora comprendía cuán antigua era, cuán poderosa, cuán inmortal... Su poder le cosquilleaba la piel del cuello casi de forma dolorosa, como una lengua de fuego de hielo allí donde le tocaban sus dedos.

Apenas hacía presión pero Rose sintió que le faltaba el aliento. Como viniendo de muy lejos escuchó la exclamación entrecortada de Amaury, como un gorjeo de pura debilidad, pero la muchacha no fue capaz de comprender una palabra. De pronto todo había dejado de importar. El vampiro, el sabor a hierro y óxido de su boca, la penumbra de aquella húmeda e inhumana cripta... Todo lo que existía era ella y la mano que apretaba su garganta y aquellos inmensos ojos de esmeralda que se cerraban sobre ella, cerca... cada vez más cerca... unos ojos sin vida, unos ojos muertos que la embebían, unos ojos que amenazaban con tragarse el mundo entero.

Y de pronto la vampiresa estaba de pie frente a ella, alta, esbelta y terroríficamente bella. La fina tela de la túnica blanca que vestía apenas si cubría pudorosamente su desnudez. La mujer dio un paso hacia Rose aún con su mano cerrada sobre la garganta de la muchacha y la chica retrocedió aterrorizada. Un nuevo paso y volvió a retroceder. El rostro de la inmortal era completamente inexpresivo, carente de la mínima emoción. Rose retrocedió un poco más y sintió la fría y húmeda pared de piedra contra su espalda. Entró en pánico al saberse sin escapatoria. No es que importara mucho ya que si aquel par de vampiros querían acabar con ella les costaría lo que a un humano matar una mosca, solo que menos molesta. Pero no podía pensar de zona racional. Le costaba respirar, le quemaba la piel allí donde los dedos de la mujer tocaban y el miedo se agarraba como una serpiente venenosa en torno a sus sentidos. El sudor frío comenzó a recubrir su cuerpo y abrió la boca intentando desesperadamente inspirar una larga bocanada de aire fresco, pero solo consiguió marearse con el olor a cerrado y humedad de la cripta y sentir un pinchazo de dolor en la herida del labio que volvió a romper a sangrar.

La vampiresa, erguida cuan larga ella frente a ella a apenas un palmo de distancia, siguió con la mirada el hilo de sangre y se inclinó sobre ella. Lentamente, con una lentitud casi agónica, alzó la mano que le quedaba libre y con el dedo índice acarició el labio inferior de la muchacha hasta limpiar la sangre. Con ojos imperturbables contempló en silencio el rastro carmesí sobre su dedo pero en vez de llevárselo a la boca lo limpió sobre su túnica blanca dibujando una línea discontínua y escarlata.

Rose dejó escapar una bocanada de aire y fue por primera vez consciente de que había estado conteniendo la respiración. La vampiresa alertada por aquel débil sonido volvió a centrar su atención en ella. Se inclinó hasta que sus narices casi pudieron rozarse y la observó con la cabeza ladeada. Si hubiera sido un mortal Rose hubiera podido oler su aliento pero no había vida en aquel cuerpo, ni el menor rastro de aroma humano. Olía  a humedad y polvo al igual que las piedras de la cripta, olía a tierra y tiempo como olería una estatua particularmente antigua. 

Amaury volvió a balbucear algo en el trasfondo, Rose no sabía donde estaba, todo lo que entraba en su campo de visión era el rostro inhumano de la mujer; pero esta vez comprendió las palabras.

-Madre, te la he traído... Su sangre es poderosa... su sangre te dará fuerza... Bebe, madre, si tienes su sangre serás imbatible... Ya no deberás continuar tu sueño eterno... Bebe, madre, bebe...

Rose sintió que cada vello de su cuerpo se erizaba con cada palabra mientras la comprensión calaba en lo más hondo de su ser. Era... era comida... ¿Era así como iba a morir? Pensó en Marcus y Cecil a quienes había amado como a un padre, una madre, un hermano, un amigo,  un compañero inseparable... y se preguntó si así tratarían a sus víctimas. ¿Cómo se alimentaban? ¿De qué? Tantas preguntas que nunca se había atrevido a hacer... ¿Pero para los vampiros se reducía la raza humana a aquello? ¿Comida? ¿Cómo se sentirían cuidando de ganado? Recordó la preocupación que tan a menudo se reflajaba en los ojos de Marcus, el cariño en las palabras de Cecil... y supo que no era verdad. Ellos la querían. ¿Entonces cómo se sentirían al descubrir que había perecido a causa de alguien en quien confiaban y respetaban? ¿Cómo se sentirían al descubrir que había desaparecido? ¿Al encontrar su cuerpo drenado y sin vida? Si es que lo encontraban claro... Los vampiros eran después de todo expertos en hacer desaparecer cualquier rastro de su existencia.

Ahora el corazón le retumbaba dolorosamente contra el pecho, casi podía oírlo. Y la vampiresa se inclinó  más sobre ella. Rose pudo sentir el roce de su cabello de fuego contra la mejilla y contuvo el aliento. Entrecerró los ojos asustada. ¿Dolería? Según creía el mordisco de un vampiro era tan solo un breve y desagradable pinchazo seguido de una oleada de éxtasis que iba hundiendo a la víctima en un estado letárgico hasta que su corazón dejaba de latir. Era una forma dulce de morir.

Pensó en la energía negativa que flotaba en el cementerio. ¿Se convertiría ella también en un alma en pena incapaz de aceptar su muerte? ¿Rondaría por el camposanto sin razón ni destino? Al menos tendría a los antiguos nativos para hacerle compañía. ¿Pero serían agradables y comprensivos con los extraños después de haber sido masacrados? De algún modo los seres humanos eran capaces de guardar rencor por mucho tiempo.

La ridícula desconexión entre sus pensamientos casi logró hacerla sonreír. Si no tuviera una poderosa y antigua bebedora de sangre a punto de perforarle el cuello es decir. Su mente tenía la impresionante habilidad de divagar en los momentos más inesperados. Era un mecanismo que la protegía de los horrores del mundo. Había visto tanto para su corta edad que el sarcasmo y la ironía las envolvían como una segunda piel. De algún modo era incapaz de creer que iba a morir allí así, que todo iba a acabar para ella en un instante... de algún modo no era capaz de imaginar un mundo sin ella. Aunque sabía que el mundo seguiría adelante completamente indiferente y ajeno a su tragedia, incluso aquellos que la lloraran seguirían adelante y en algún momento la dejarían de llorar. Y el mundo continuaría como si ella nunca hubiera existido. Una vida humana era así de importante y a la vez carente de importancia. Frágil. Tal vez por ello los seres humanos se aferraban a ella con tanta fuerza, por eso buscaban una razón de ser, algo que diera sentido a sus vidas, alguien que los considerara importantes y los recordara...

La profundidad de su pensamiento le caló hasta dentro al tiempo que una voz gritaba en su mente que no quería morir. Se revolvió nerviosa, intentando en vano zafarse, pero tan solo consiguió que la mano en torno a su garganta se volviera férrea e inamovible y aún más dolorosa. Se sintió apretada con fuerza contra la frialdad de la pared, absolutamente indefensa, y no pudo evitar estremecerse.

Ajena a ella la inmortal alzó lentamente la mano libre que le quedaba y apoyó el dorso contra la mejilla cálida de la muchacha. Rose sintió un calambre, el cortocircuito de aquel poder ancestral contra su piel. La mujer entreabrió los labios, de una palidez casi mortal, y dejó entrever sus afilados colmillos. Rose tembló al tiempo que la fuerza abandonaba sus piernas. Lo único que la mantenía en pie era el fuerte agarre de aquella mano sobre su cuello.

La inmortal se agachó aún más sobre ella y Rose se preparó, en contra de su voluntad, presa del terror, se preparó para lo inevitable. Pero para su sorpresa aquellos afilados caninos no se cerraron sobre su garganta. En vez de esos observó con los ojos desorbitados por el miedo y la sorpresa como la vampiresa mordía su propia muñeca y se rasgaba la piel. Como rubíes la sangre comenzó a brotar, oscura y espesa. 

Antes de que la muchacha pudiera reaccionar tenía aquella muñeca ensangrentada apretada con fuerza sobrehumana contra su boca entreabierta. Sorprendida trató de zafarse pero la mano la mantuvo inmóvil y la muñeca se abrió sitio entre sus labios. La sangre comenzó a llenar lentamente su paladar con un sabor a muerte y viejo. Sintió nausea y trató desesperadamente de escupir pero no fue capaz siquiera de hacer el ademán. Y aterrorizada comprendió que no podía respirar, mientras la sangre continuaba llenando su boca y la mano contra su garganta la apretaba cada vez con más fuerza. Si no tragaba se ahogaría. Si no tragaba aquel líquido espeso y nauseabundo moriría...

La voz de Amaury volvió a llegarle esta  vez más cerca. Un grito de alarma. No logró comprender sus palabras pero sonaron a algo entre un horrorizado ¡No! y ¿Pero qué haces?

Y Rose sintió desesperadamente que necesitaba respirar. El aire ya no le llegaba a los pulmones y si no tragaba moriría. Si no tragaba se ahogaría...

Así que tragó.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Tell me, little angel

Tell me, little angel,
who made you cry?
Who stole your smile?
Oh pretty little lady
you used to be so bright!
Tell me...
who broke your wings
so you couldn't fly?

I'll jump and collect your feathers
so you can reach the sky,
if you just try
you'll see it is only a hand-reach away

Never give up,
my little angel,
somewhere afar
your dreams are waiting,
you know you are the prettiest
even if no one can see it,
in your heart is hidden a heaven.

The sky used to be your realm
but now you've fallen and hurt
but still I'm here by your side,
you'll see even in darkness you shine.

I'll clean your falling tears,
if only I could draw a smile on your lips...
you are the brightest when you laugh
an angel is born in my heart.


Tell me, little angel,
who made you cry?
Who stole your smile?
Oh pretty little lady
you used to be so bright!
Tell me...
I'll bring back your wings
so you can fly!


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Devilish angel

I can still hear the footsteps
of your high heeled sandals
walking over my heart,
I cried in pain
you touched my chest,
twisted my soul
and ripped it off.

Did you have fun
playing with this souless pierrot?
Moving the strings,
making me love,
abandoning this homeless puppet
to die on its own?

I am not your Ken doll,
oh heartless barbie,
you played with me
and off you go.

I can still feel
the caress of your fingers
against my bare skin,
the words from your lips
promise me the sky,
oh devilish angel, tell me,
how can I reach so high
if I can't fly?

Did you have fun
playing with this wingless bird?
Making me free,
locking me up,
Cajoling me
between the bars of sweet despair?

I am not your pet,
oh heartless mistress,
you broke my wings
and off you flee.

Will the fall hurt?
Surely it is hard
waiking to reality at last,
at night I lay in bed
completely awoken
dreaming of her,
feeling discarded,
love was her game
I was her puppet,
she was my master.

Oh heartless mistress,
oh devilish angel,
robbing my heart,
walking on my feathers,
making me a broken marionette,
a hopeless phantom of regret.



domingo, 9 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO: PARTE 12

Parte 12: Los muertos nunca duermen
Rose se sobresaltó cuando la puerta se cerró a sus espaldas, pero se cuidó bien de demostrarlo. Ajeno a ella, su particular anfitrión hizo un ademan para que lo siguiera y dándole la espalda echó a andar con paso elegante por el cementerio. Sin un segundo de demora la muchacha se apresuró a trotar tras él.
Era noche cerrada. La luz en el camposanto era escasa y debía apresurar el paso para no perder de vista la esbelta espalda del vampiro. A medida que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad Rose comenzó a distinguir las siluetas de las lápidas, las flores secas que las adornaban y los altos cipreses que aquí y allá bordeaban en camino, un bonito sendero pavimentado en piedra que abría la marcha colina arriba entre arbustos y rosales. De vez en cuando una vieja estatua o una pequeña fuente amenizaba la vista. Era un lugar agradable para dar un paseo... a la luz del día y en compañía viva a ser posible.
Pese a todo su acopio de valor y raciocinio, Rose no podía dejar de sentir cada vello de su cuerpo erizarse en alarma. La magia allí era poderosa y antigua, tan vieja como los huesos que reposaban bajo tierra o incluso más. Y aunque sutil palpitaba en cada uno de los objetos allí presentes: en sus piedras y en sus rocas, en las lápidas, los árboles, las flores e incluso las estatuas. Se enredaba sinuosa en torno a los vivos, cómo queriendo arrastrarlos a su sino, queriendo desvelar el misterio de su vida. Y Rose era la única mortal presente y viviente en los dominios de aquella magia ancestral. Creía recordar que aquel cementerio se remontaba a una época previa a la fundación de la ciudad, cuando los nativos salvajes de aquellas tierras habían enterrado a sus muertos bajo itinolitos. Imaginó a todos aquellos espíritus furiosos y confusos, los que habían sido masacrados por los invasores que habían construido la ciudad, removiéndose en sus tumbas por la injusticia. Si lo pensaba su ciudad había sido erigida sobre un baño de sangre. Aquello siempre atraía muchas malas vibraciones. Tal vez por ello había tal número de criaturas sobrenaturales pululando por sus calles, la vieja magia de la sangre y la justicia era un imán poderoso. No pudo evitar estremecerse.
-¿Frío?- inquirió Amaury volviéndose hacia ella con una ceja enarcada, sin duda malinterpretando su temblor. Se movía por el cementerio como por su propia casa y Rose se preguntó cuántas veces habría estado allí- No te preocupes, ya casi estamos.
 No se molestó en contradecirle. Prefería que pensara que se estremecía de frío y no de miedo. En vez de eso alzó la vista y observó los alrededores con renovada atención. Habían llegado a la parte más señorial del cementerio, donde se erguían los grandes panteones familiares de las familias adineradas y poderosas de la ciudad. Algunas parecían antiguas, se remontaban a la fundación del primer pueblo y estaban construidas en piedra adornadas por imponentes estatuas variadas: las había con ángeles, vírgenes y santos y también los que habían elegido unas figuras más paganas en general mitológicas como esfinges o caballos alados. Pero todas estaban bien cuidadas y resultaban innegablemente hermosas, se alzaban ante el visitante como grandes señoras de tiempos antiguos que guardaran celosas los secretos de sus muertos. Rose se sintió sobrecogida ante su poderosa y trabajada belleza.
A medida que se adentraban más y más los mausoleos se iban volviendo más antiguos, algo descuidados incluso, algo más sencillos, pero no menos sobrecogedores en absoluto. Amaury se detuvo frente a una cripta de piedra gris, cuadrada y sin apenas adornos, por cuyos muros desnudos había comenzado a trepar una espesa mata de hiedra verde oscura, gruesa y fuerte por el paso de los años. Rose se detuvo tras él sobresaltada y alzó los ojos para contemplar la misteriosa construcción. Se sintió trasladada a un mundo mágico como los que habitan en las leyendas célticas y los cuentos de hadas. 
-Aquí es- repuso Amaury con suavidad pero con un tono que no dejaba lugar a réplica.
-¿Aquí?- repitió algo confusa. ¿Qué diablos iban a hacer en una cripta que parecía abandonada hace al menos un siglo a medianoche? Sintió que el vello de su cuerpo se erizaba, allí la magia era aún más antigua y poderosa, parecía manar de cada resquicio entre las piedras casi como si llorara. Miró a su anfitrión con cierta aprehensión. Puede que aquello no fuera tan buena idea después de todo.
-En efecto, hemos llegado.- el inmortal sonrió apaciguador y con una elegante floritura de mano la pesada puerta de la cripta se echó a un lado dejando una abertura cuadrada en la roca, casi como una herida.
- Adelante, Rose, no tengas miedo. Sabes que nunca te haría daño.
Rose se estremeció ante la familiaridad con que pronunciaba su nombre. ¿Nunca la haría daño? ¿Lo sabía? Pensándolo bien... ¿qué sabía de Amaury en realidad?
- Adelante-insistió el vampiro- Alguien está esperando para conocerte.
¿Alguien más quería conocerla? ¿Quién?- Rose pensó- ¿Tal vez el cuarto guardián al que no conocía? Una extraña emoción burbujeó en su interior. Quería conocerlo, quería saber la verdad sobre si misma. ¿Por qué tenía el don de ver lo sobrenatural? ¿Por qué había cuatro vampiros a su cargo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Las mil preguntas sin respuesta martilleaban en su cabeza, las preguntas que se había hecho desde que tenía uso de razón y que nadie jamás había contestado. Esa duda existencial con la que cargamos todos los seres humanos pero que en Rose era más poderosa que nunca. ¿Quién soy?
Pero si iba a conocer al último de sus guardianes... ¿por qué a espaldas de Cecil y Marcus? ¿Por qué no debían enterarse sus padrastros? ¿Había alguna razón por la que no debiera conocerlo? ¿Alguna razón peligrosa?- murmuró una vocecita tímidamente en la parte trasera de su conciencia.
-Entra- repitió Amaury y esta vez Rose pudo sentir el poder ancestral en sus palabras. No era una petición sino una orden.
Y de pronto Rose no tuvo ninguna duda de que debía entrar, de que quería entrar... de que deseaba saber con todas sus ansias lo que había allí abajo. 
"Y la curiosidad mató al gato"- sonaron las palabras de Cecil en el fondo de su cabeza pero la parte consciente de su mente se apresuró a apagarlas.
-Con permiso- murmuró la muchacha cohibida a media voz y dando un paso adelante, se agachó y entró.
Dentro estaba oscuro y olía a humedad, antigüedad y cerrado; como una tumba en la que no ha puesto pie un ser vivo en los últimos trescientos años. Incapaz de ver nada más allá de un palmo de su propia nariz, Rose se apoyó con la pared en busca de una guía. Al instante la apartó al sentir la piedra fría y húmeda recubierta de musgo pegajoso.
Amaury entró tras ella sin reservas y chasqueó los dedos. Al instante se hizo la luz. Decenas de velas colgadas de las paredes se encendieron lanzando un juego de sombras y luces anaranjadas sobre la estancia. Se encontraban en una habitación rectangular completamente vacía y desnuda, cuyos muros de piedra se habían oscurecido por la humedad y el tiempo y estaban recubiertas aquí y allá de musgo oscuro y otras plantaciones menos reconocibles. Las velas continuaban por un hueco en el suelo para descubrir unas empinadas escaleras que parecían haber sido labradas directamente en la roca y descendían al subsuelo.
Amaury tomó una de las velas de la pared y como quién camina por su propia casa lideró el camino escaleras abajo. Tras un breve instante de duda Rose lo siguió. No escuchó el chasquido de la piedra cuando la puerta se cerró a sus espaldas.
-Creía que eso de los vampiros y las criptas no eran más que leyendas urbanas- comentó en parte porque se sentía intrigada y en parte por iniciar una conversación que matara aquel silencio opresor que amenazaba con aplastarla. Cualquier cosa por distraerse de aquella sorda inquietud que comenzaba a trepar como un ejército de hormigas por su espina dorsal.
-Y lo son en general- contestó Amaury sin volverse- Todo eso sobre dormir en ataúdes, vivir en tumbas o en castillos abandonados llenos de murciélagos y telarañas... - el vampiro hizo un ademan como si espantara un insecto particularmente repugnante- es puro cuento inventado por humanos. Piénsalo, pudiendo dormir en mullidas camas de plumas y vivir en cómodas mansiones modernas o grandes apartamento con vistas increíbles a la ciudad... ¿quién querría dormir apretujado e incómodo en un ataúd? Salvo esos neófitos que han sido influenciados demasiados por la cultura mortal y creen que un féretro y una cripta son el último grito vampírico... Las juventudes siempre han estado un poco locas- su voz denotaba cierto desdén amargo pero se volvió seria cuando prosiguió- Claro que tampoco es como si realmente durmiéramos. Tú debes saberlo que los vampiros no necesitamos dormir, no físicamente al menos. Pero a veces necesitamos descansar de nuestras vidas, de nuestras mentes, de nuestra carga moral... es cuando entramos por voluntad propia en ese estado catatónico al que llamamos sueño aunque cualquiera que nos viera nos creería cadáveres. Bueno, técnicamente lo somos. Cadáveres- se encogió de hombros- Algunos "sueños" duran poco, apenas unas horas, unos días, unos meses... años incluso. Pero algunos vampiros muy antiguos, los que han vivido más de lo que su mente es capaz de soportar, entrar en lo que llamamos "el sueño eterno" y pueden estar en ese estado inconsciente durante siglos, algunos dicen que incluso la eternidad. Son generalmente los que se han cansado de vivir pero no pueden morir. Sabes lo difícil que es que muramos, sobre todo si somos poderosos y centenarios. Imagina lo que un vampiro milenario debe acarrear sobre sus espaldas...- Rose se lo imaginó y se estremeció sobrecogida. Siglos y siglos de muerte, de matar y ver morir, de ver cambiar el mundo pero donde las guerras nunca acaban y la naturaleza humana sigue igual. Para un mortal era una idea a partes iguales fascinante como espeluznante- Para esos vampiros que buscan el descanso un mausoleo, un cementerio, una cripta... es un buen lugar porque difícilmente nadie lo molestará allí. Para el resto de nosotros, los que aún tenemos voluntad de vivir, preferimos las múltiples comodidades que ofrece la vida contemporánea.
Pensó en Marcus y Cecil. Nunca les había preguntado por su edad pero calculaba que se remontaba a al menos varios siglos atrás. Para un vampiro era un asunto muy íntimo hablar de su muerte y su vida antes de ella, el tiempo cuando había sido un humano mortal. ¿Se sentirían a veces cansados, atormentados por los años y las vivencias? Estaba segura de que sí, especialmente el siempre protector y serio Marcus. ¿Aunque cuántos secretos podía albergar la sonrisa fácil de Cecil? Aquella sonrisa que no siempre tocaba sus ojos celestes...
-Cuidado con el último tramo de escaleras- comentó Amaury.
Con el corazón retumbando contra su pecho por la emoción y la inquietud de lo que pudiera esperar abajo, Rose casi salto los últimos escalones y se detuvo para contemplar al tiempo que Amaury se hacía a un lado. La empinada escalera terminaba en una pequeña estancia rectangular idéntica a la anterior e igual de desnuda pero a varios metros bajo tierra. Pero ésta no estaba vacía. En su centro un largo sarcófago de mármol descansaba abierto y tenuemente iluminado por la luz danzarina y anaranjada de las velas que colgaban de las paredes de la cripta. El sarcófago era hermoso en su sencillez, sin grandes pretensiones y complicadas estatuas, estaba bien pulido y resplandecía bajo la luz de las velas con un millar de intrincados grabados en una lengua que la joven desconocía.
Atraída por una fuerza extraña Rose dio un paso al frente y luego otro. Cuidadosa, fascinada y casi temerosa, hacia el féretro. Se detuvo a escasos centímetros y se asomó a él. En su interior yacía una mujer, la mujer más hermosa que Rose hubiera visto nunca, una que haría palidecer de envidia a Lucrecia Borgia o la mismísima Elena de Troya y muchas otras que se habían considerado bellezas a los largo de la historia. Alta y esbelta, su piel morena relucía bajo las velas como el mármol de su sarcófago en contraste con la larga melena de rizos rojos que caía como una cascada de fuego sobre sus hombros desnudos. Ni el mismo Miguel Ángel podría haber podido jactarse de esculpir aquel rostro ovalado y hermoso, de pómulos altos y nobles, nariz recta, cejas finas y curvadas sobre sus ojos cerrados de largas y espesas pestañas oscuras y unos labios rojos y jugosos que incluso incitaban a Rose a besar siendo ella misma mujer. Era el tipo de belleza que describen las Odas griegas y que embelesa a los mortales, esa que nunca debería existir en este mundo por peligrosa, la belleza de un inmortal.
Su único atuendo era una sencilla túnica blanca que se abrazaba a sus curvas como una amante celosa y sin mostrar nada dejaba poco a la imaginación. No llevaba joyas, maquillaje ni adornos, ni tan siquiera sandalias, pero tenía el porte de una gran reina, una que pudiera haber regido sobre el mundo entero, una que hubiera podido someter a cualquier hombre con una sola mirada.  Y Rose sospechaba que así habría sido una vez.
-¿Quién es?- preguntó en un susurro ronco, sobrecogida. El poder palpitaba crudo y fuerte bajo la piel de la mujer, dormido pero ansioso, sediento y devastador.
-Mi madre- respondió Amaury a sus espaldas, su la voz áspera por una emoción que rozaba en la más absoluta devoción.
Rose supo que no se refería a su madre biológica, sino a la que lo había convertido en vampiro, la que le había dado su sangre y despertado a la vida eterna. Si es que se le podía llamar vida a la muerte. Era extraña la relación entre un bebedor de sangre y su creador, era un lazo irrompible y poderoso que los ataba durante toda la eternidad el uno al otro. Algunos vampiros odiaban a aquel que los había convertido, lo culpaban de todos sus crímenes y pecados, como la fuente de todas las desgracias y aun así no eran capaces de dejar de adorarlo. Otros los veneraban como a dioses, los amaban como a padres, y a pesar de todo a veces se sentían repugnados por su presencia. Estaba claro que Amaury era del tipo que adoraba incondicionalmente a su madre, hasta la misma destrucción. Era una clase de amor debastador y peligroso donde a menudo los límites y las líneas no eran claras. A veces eran creadores y amantes, otras señores y siervos, otras hijos, amigos, confidentes, esclavos o incluso mascotas. Realmente era una relación más compleja de lo que una joven e inmadura mente mortal pudiera comprender.
-Está... está...- tartamudeó Rose sin encontrar las palabras adecuadas, inclinándose más sobre la mujer hasta que casi pudo tocar su hermoso rostro.
-Está "dormida"- contestó Amaury con suavidad, con una dulzura que no lograba empañar del todo la amargura de su voz- Por eso te he traido aquí, porque tal vez tú puedas ayudarme a despertarla...
-¿Yo?- inquirió Rose sorprendida sin poder apartar la vista fascinada del rostro de la mujer dormida- No lo entiendo... ¿Cómo puedo ayudarte yo?
No sintió al vampiro acercarse, moverse sigiloso a sus espaldas y cerrarse sobre ella.
-Porque madre quería conocerte- musitó. Esta vez más cerca, casi en su oído, pero hipnotizada como estaba por la mujer del sarcófago no se dio cuenta.
-¿A mí?- repitió Rose confusa.
-A alguien como tú- susurró y su aliento acarició la piel de su mejilla e hizo erizarse el vello de su nuca.
Se sobresaltó, de pronto completamente despierta e hizo ademan de volverse al tiempo que comenzaba a exclamar un breve "¿Pero qué..." 
Todo ocurrió tan deprisa que no fue capaz de reaccionar. Aunque de haber podido tampoco hubiera sido capaz de evitarlo. Con una mano férrea el vampiro inmovilizó su rostro y le plantó un beso en los labios, un beso rápido pero rudo y fuerte. Sintió sus labios duros y fríos apretarse contra los suyos, muertos, y su boca entreabrirse para dejar paso a su lengua. No había ni un deje de pasión ni sentimiento en aquellos labios. Aterrorizada con los ojos abiertos de par en par y el corazón a punto de desbocarse contra sus costillas Rose se sintió absolutamente atrapada, incapaz de moverse e impotente, a completa merced del inmortal y aquellos ojos aguamarinas inexpresivos fijos en ella pero que no la miraban. Y en aquella décima de segundo cayó en la cuenta por primera vez de algo, que las sonrisas dulces y paternales de aquel hombre en ningún momento habían alcanzado sus ojos. ¿Cómo no lo había visto antes? Porque era un maestro del engaño, un actor con siglos de experiencia en el arte de la mentira. Los había engañado a todos, incluso a Cecil y Marcus... si tan solo hubiera confiado más en ellos... si tan solo... Pero ahora lo veía claro, con claridad cristalina, aquellos labios gélidos que la besaban, aquellos ojos indiferentes que la miraban sin ver... para Amaury ella no era sino un objeto, un utensilio a utilizar. ¿Pero para qué?
Sintió una breve punzada en el labio cuando un colmillo afilado lo rasgó sin miramientos. Quiso gritar de dolor pero le faltó el aliento y en aquel instante terminó el beso. Pero lejos de soltarla el vampiro la sostuvo por la nuca con fuerza sobrenatural y obligándola a girar, la hizo inclinarse sobre el féretro, sobre la mujer que descansaba en él, tan cerca que casi tocaba su rostro inexpresivo con sus propios labios. Aterrorizada la observó, la inexpresividad con que los muertos descansan por la eternidad, completamente serena y ajena a la lucha que se llevaba a cabo sobre su lecho. Sintió una gota de sangre, cálida y con olor a óxido resbalar desde su labio y con ojos horrorizados la vio caer sobre la mejilla de la pelirroja. Descendió roja y resplandeciente como una lágrima dejando un surco carmesí sobre su piel tersa y perfecta. 
Por un instante que pareció eterno no sucedió nada, absolutamente nada, y todo lo que pudo oír Rose fue el sonido irregular de su propio corazón en la garganta mientras el sabor salado de la sangre llenaba su boca.
-No lo entiendo... - musitó Amaury, su voz sonaba cansada, vieja, rota y vencida- Esto debería funcionar... Estaba seguro de que esto funcionaría...
La garra que la apresaba se volvió más débil y Rose respiró aliviada al verse casi libre. Pero las piernas le temblaban a incapaz de levantarse permaneció durante un instante allí quieta y en shock, medio tendida sobre el sarcófago. Mientras la gota de sangre continuaba su lento descenso hasta los labios y el rostro dormido de la vampiresa continuaba ajeno e inexpresivo. Y mortalmente bello. 
Y entonces abrió los ojos. De par en par. Unos ojos grandes y verdes. Como esmeraldas. Inexpresivos como la muerte. Unos ojos vacíos como los de una muñeca de cristal. Y antes de que Rose pudiera siquiera gritar, la mujer de los ojos muertos se abalanzó sobre ella.


miércoles, 5 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO: PARTE 11

Parte 11: En el hogar de los caídos.

Hay algo en los cementerios. Algo que despierta un temor completamente irracional en lo profundo de nuestro subconsciente. Algo que nos hace sentir inquietos, que eriza el vello de nuestra piel y nos hace querer mantenernos lejos de noche. Por supuesto que en pleno siglo XXI cualquier persona racional te diría que no son más que temores infundados por las viejas creencias y el folclore. Pero a menudo olvidamos que el folclore tiene su raíz en la realidad y es una raíz más profunda de lo que creemos. Por poner un ejempo... ¿Por qué tienen muros de piedra los cementerios? ¿Para protegerlos de ladrones de tumbas? ¿Quién querría robar un nicho? No. Los muros no protegen a los muertos del mundo exterior sino que protege al mundo exterior de los muertos. Es una magia vieja y ancestral que retiene en su interior lo que está dentro. Claro que en su mayoría los espíritus no son sino sombras de las personas que fueron, almas apacibles y perdidas. Siempre hay excepciones. Pero el caso es que los espíritus no son los únicos que pueden habitar en un camposanto, muchas otras criaturas pueden buscar cobijo en su interior. Y Rose lo sabía.
Se consideraba una persona sensata, lo suficiente sensata para saber que en realidad visitar un cementerio de noche representaba poco peligro para cualquier mortal y que la mayoría de los temores humanos eran cuentos nacidos de leyendas urbanas. También sabía que ella no era precisamente una persona normal y eso siempre incluía un riesgo extra, especialmente cuando uno iba a introducirse a medianoche y sin permiso en el hogar de una poderosa magia ancestral donde descansaban los muertos.
Pero a pesar de todo allí estaba, pasadas las doce de pie ante la enorme puerta de hierro que representaba la entrada principal al camposanto. Era una noche oscura sin luna ni estrellas y la única luz de la larga calle provenía de una triste farola parpadeante que amenazaba con dejar de funcionar en cualquier momento. Un poco de niebla y unos aullidos y hubiera sido el escenario perfecto para rodar una película de terror- pensó Rose saltando inquieta de un pie al otro mientras aguardaba la llegada de Amaury.
Tal y como el vampiro había prometido no había tenido problema para salir de casa. Fuera lo que fuera el truco que Amaury había utilizado para despistar a sus guardianas había surtido efecto. De hecho Rose se planteaba pedirle la fórmula, después de todo nunca estaba de más guardar algún as en la manga en caso de que necesitara hacer una escapada nocturna. Claro que suponía que la estratagema utilizada por un vampiro centenario probablemente no estuviera al alcanze de una adolescente mortal. Hay cierto poder y sabiduría que tan solo la dan los siglos y siglos de inmortalidad.
Nerviosa, la muchacha se volvió y observó el gran muro de piedra que rodeaba el camposanto. Erigido en lo alto de una colina, el cementerio tenía las dimensiones de un gran parque y había ido tomando gran parte de la ladera también al tiempo que la ciudad se expandía y con ella la necesidad de espacio para sus nichos. Aunque cada vez eran menos los que se enterraban allí, ya que una diminuta parcela de aquel terrenito costaba un pastón. Con todo era un cementerio elegante y bastante señorial por el que bien merecía darse un paseo de día. De noche ya era una cosa distinta.
Un leve click metálico a sus espaldas la hizo sobresaltarse. Se volvió de un salto con el corazón martilléandole fuertemente contra el pecho y casi dispuesta a saltar sobre lo que fuera que hubiera al otro lado. La enorme puerta negra, que hacía un momento permanecía fuertemente cerrada con llave, se abrió con suavidad, sin un solo chirrido,de una forma muy impropia para un film de terror. Debían de mantenerla bien engrasada- el pensamiento asaltó la mente sorprendida de Rose. 
Justo en aquel momento la farola eligió que era un buen momento para apagarse y la joven quedó sumida en la penumbra mientras la puerta continuaba abriéndose aparentemente sin que nadie la empujara, ni siquiera una ráfaga de viento. Y cuando al fin se detuvo sin un solo quejido Rose se encontró frente a frente con unos grandes y resplandecientes ojos aguamarina. Dio un paso atrás y estuvo a punto de gritar, pero en aquel instante volvió la luz y se encontró cara a cara con el endiabladamente bello rostro de un inmortal de cabello rubio repeinado.
-Amaury- saludó Rose, convirtiendo a medio camino su grito de terror en una exclamación de sorpresa.
No pudo evitar sentirse avergonzada de si misma, del miedo irracional que la había asaltado al encontrarse en un cementerio. Como si no supiera mejor, como si no hubiera hecho o visto cosas más sobrenaturales y terroríficas.
Si el vampiro se había percatado de su sobresalto hizo bien en ocultarlo tras una seductora sonrisa. Rose se fijó por primera vez en él al completo. Había cambiado su ropa y ahora vestía un elegante frak negro y unos resplandecientes zapatos de cuero a juego, un atuendo que parecía anticuado, recién salido de una vieja película en blanco y negro, pero a la vez tan impecable como si fuera nuevo. Poco quedaba del afable marinero al que había conocido sentado en el sillón de su sala aquella misma tarde. Ante ella se erguía un noble listo para atender una cena de gala o un baile de etiqueta, pero desde luego fuera de lugar para un tour por el cementerio. 
De pronto Rose se sintió fuera de lugar con su sencilla camiseta blanca, sus vaqueros y sus viejas deportivas y se preguntó que sería aquello que Amaury quería de ella. ¿Por qué reunirse en secreto en el cementerio? ¿Y que pasaba con sus ropas? ¿Se trataba de alguna ocasión especial? ¿Un botellón con los muertos en el cementerio? La idea casi logró provocarle una sonria y si no se sintiera tan nerviosa, expectante y fuera de lugar probablemente una carcajada hubiera traicionado su propia imaginación.
-Buenas noches, Rose- saludó el vampiro con un leve cabeceo mientras sostenía la puerta con elegancia. No quedaba ni rastro de aquella afabilidad paternal de la que había hecho gala aquella tarde. Ahora era pura cortesía, como un distinguido caballero que acompaña a su dama a un baile- Espero no haberte hecho esperar. Me temor que para un inmoral el tiempo deja de tener el mismo sentido después de siglos de deambular por el mundo.
-No, está bien- balbuceó Rose con torpeza- Acabo de llegar- mintió.
Amaury ensanchó su sonrisa y la joven se sintió transportada por ella.
-En ese caso no voy a hacerte esperar ni un segundo que el tiempo mortal es precioso- parecía haber visto claramente a través de su mentira, pero a Rose no le importó, hipnotizada como estaba por el deje aterciopelado de sus palabras- Adelante, mi rosa, esta noche eres mi invitada. Espero que disfrutes de la velada en el hogar de los caidos.
Y con una exquisita floritura se echó un lado para dejarla pasar. Y Rose entró. Y sin que nadie la tocara siquiera la puerta volvió a cerrarse a sus espaldas completamente silenciosa.