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viernes, 9 de septiembre de 2011

Interludio I: Recuerdos que se mecen

Pasea despacio por el Jardín de Rosas, sin prisas, dejando que el tiempo fluya sin expectativas, como solo saben hacer aquellos que tienen la eternidad por delante. Inconscientemente sus pasos le guían a lo más profundo, de regreso al balancín de sus recuerdos. Oculto entre frondosos rosales y espinos aún se alza aquel viejo roble, por su tronco aún trepan los jazmines y de su rama aún cuelga un columpio de gruesas enredaderas y ramilletes de florecillas blancas. Pero ahora está vacío, siempre solo y cansado, tan solo juegan en él el inmenso peso de los recuerdos pasados. 

Alza la vista y durante un instante su mente le juega una mala pasada y se imagina a una niña vestida de blanco, dibuja sus tirabuzones al viento y el suave balanceo de sus piernitas pálidas. Después se esfuma, se disuelve en la realidad y el visitante regresa a contemplar atormentado un columpio que tan solo se mece en su memoria

El Jardín de Rosas y todos sus secretos persisten testarudos al paso del tiempo, aun si la Niña de Blanco ya no pasea por ellos, aun si el traidor regresa cautivo de sus recuerdos. Aquel jardín reclama siempre un nuevo prisionero.


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