Tus labios me dicen adiós,
tus ojos me suplican
que no me vaya,
doy un paso al frente
y me alejo un poco más,
mi corazón se quiebra
y aunque juré no mirar atrás
mis ojos te siguen
tras el cristal
y te veo solitaria
de pie en la estación,
tus hombros caídos
me dicen adiós
y las lágrimas que
en tus ojos coagularon
forman esferas de vidrio
donde el tiempo se detiene
y quisiera poder perderme
en ellos por siempre,
como un insecto
cautivo de la resina,
quiero ser su prisionero,
pero se alarga la carretera
y se acortan los recuerdos
y desde la distancia
se desvanece tu silueta,
se desvanece la estación,
se desvanece la ciudad
y yo me vuelvo un fugitivo,
huyendo de mi propia tempestad,
y me pregunto si cuando regrese
tú allí aún estarás,
con tus ojos suplicantes,
tus esferas de cristal.
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