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viernes, 28 de diciembre de 2012

La primera impresión

Ella entró en clase, él posó sus ojos en ella y en ese pequeño instante las vidas de ambos cambiaron inevitablemente.

Lo primero que le llamó la atención de ella no fueron sus turgentes pechos, ni sus largas piernas (probablemente porque el uniforme escolar no permitía tantas libertades) tampoco aquellos jugosos labios que más adelante descubriría sabían susurrar desde las más tiernas palabras de amor a incitar el pecado con los besos más apasionados; ni siquiera fueron aquellas suaves manos en cuya calidez habría de encontrar el camino, un tenue interlineado entre la salvación y la perdición. No, lo que primero le llamó la atención de ella fue su cabello, castaño, rebelde y corto como el de un muchacho. Lo segundo fueron sus ojos, redondos, relucientes y almendrados; portales que defendían los misterios tras su mirada. Nadie sabe qué vio en ese instante pero quedó irremediablemente prendado de ella. Y  ese recién descubierto sentimiento lo cambió todo.

Lo primero que le llamó la atención de él fue... absolutamente nada. No, nada no, mentiría si dijera que no llamó su atención. Fue aquella presencia que llenaba todo el espacio que lo rodeaba, un cuerpo atlético y fuerte que desbordaba carisma, una fuerza que absorbía el mundo y se adueñaba de la atención. Era el tipo de persona desbordante que la ponía nerviosa y la hacía sentir insegura, el tipo de persona que consideraba peligrosa, el tipo de persona que tendía a eludir. Solo que esta vez no podría escapar de esa fuerza arrolladora que amenazaría con destruir su pacífico mundo y cambiar su vida para siempre. 


Te has vuelto un hábito

Te has vuelto un hábito,
como el tabaco,
aunque ya te he dejado
mis dedos se mueven por voluntad propia,
salen a buscarte,
mis labios juegan con el fantasma de tus labios,
se empeñan en recordarte.

Una adicción,
un sabor inolvidable,
tu amor,
un hábito inquebrantable,
que me seduce
y me rompe.

Como un hábito
mis pies salen a caminar,
me llevan de paseo por la ciudad,
reconstruyen el camino de nuestros recuerdos,
acechas en cada esquina,
listo para emboscar mi memoria.

Te has vuelto un hábito,
una necesidad,
aunque lo intento
no puedo dejarte atrás.


Una adicción,
un sabor inolvidable,
tu amor,
un hábito inquebrantable,
que me seduce
y me rompe.

Como un hábito
mis pasos me llevan de vuelta
al pasado, por la avenida del tiempo,
y despierto del sueño para encontrarme en tu portal,
doy la vuelta con abatimiento
y regreso a mi realidad,
esa realidad donde tú no estás.


Te has vuelto un hábito,
una necesidad,
aunque lo intento
no puedo dejarte atrás.


Una adicción,
un sabor inolvidable,
tu amor,
un hábito inquebrantable,
que me seduce
y me rompe.

Te has vuelto un hábito,
como el tabaco,
aunque ya te he dejado
recuerdo vívidamente tu sabor,
una adicción,
respiré demasiado humo,
tu amor,
una necesidad,
un hábito inquebrantable,
una experiencia inolvidable
que me sedujo
y me rompió.

Te has vuelto un hábito
como el tabaco,
aunque ya te he dejado
siempre vuelvo.

Pero esta vez no,
no eres una necesidad
sino una ilusión;
pongo un parche a mi corazón
y salgo en busca de un nuevo sabor,
tal vez esta vez el verdadero amor.



jueves, 27 de diciembre de 2012

The Wind is Blowing

I'm sitting in the swing
we used to play as kids,
I hear you laugh,
I look around
but you are not with me.

I swing back and forth
in the realm of memories,
our times together fill my eyes
with bitter tears,
I'm not crying because I'm sad,
the wind is blowing in my heart.

A little stronger,
a little higher,
a little further,
I want to grow up quickly
so I can embrace your broken body
and protect you from any harm.

A little faster,
a little higher,
a little further,
if I reach out my hand
and touch the sky
will I be able to see you again?

I'm sitting in the stairs
we used to play as kids,
I close my eyes
and see you smile
but when I open them
you vanish in thin air.

Your childish feelings
like words and whishes
are scribed in the wall,
unknowingly I'm waiting today too,
will you be returning home?

I'm not crying because I'm sad,
the wind is blowing in my heart.

A little longer,
a little higher,
a little further
I'll just wait one day more,
I'm growing tired and wrecked
but I'll just wait a little longer for love.

A little lonelier,
a little higher,
a little further
when you come back
I won't apologize,
I'll just give you my heart.

It was yours from the beginning
but I didn't have time to wrap it properly,
life was cruel and broke us apart,
I won't apologize for running away,
it was my fault,
I won't make excuses for leaving you behind,
it was my fault.

I'm living with my guilt and my ghosts,
your tears haunt my nightmares,
but even nightmares can feel like sweet dreams
'cause I'm seeing your face again.

I won't say we were children
and didn't know the ways of love,
but come back even to hate me
come back so I can see your face once more,
come back so I can see you are save and sound.

I ran away,
it was my fault

I left you behind,
I am at fault

but come back to me,
I'm waiting.

I'm standing in front of the lamppost,
380 steps away from your home,
the light in twinkling and goes off,
are you scared of this dark path
is that why you are not coming back?


I'm not crying because I'm sad,
the wind is blowing in my heart.

I'm looking at your picture,
day after day,
I'm afraid I'll forget your features,
night after night,
I'm scared I'll pass you by
and don't recognize the light in your eyes.


I'm not crying because I'm sad,
the wind is blowing in my heart.

A little stronger
a little higher
a little further

A little faster
a little higher
a little further
I'll just keep swinging

A little longer
a little higher
a little further

A little lonelier
a little higher
a little further
I'll just keep waiting

Waiting for the first snow,
waiting for a rainy day...
waiting for the promised times,
waiting for the first kiss,
waiting for the never told words,
waiting for you,
waiting for love.


I'm not crying because I'm sad,
the wind is blowing in my heart.

And suddenly the wind stops
like a storm you unfold in front of my eyes,
am I dreaming again?
have I finally lost my way
walking down the lane of memories and regret?

Tears are filling your eyes,
you are not crying because you are sad,
the wind is blowing in your heart.

A little stronger,
a little higher,
a little longer,
call my name,
A little stronger
call my name once more,
a little higher,
call my name again,
a little longer
call me, call my name...

You haven't changed at all?
Is there a way I wouldn´t recognize you?

A little faster,
a little higher,
a little further
...
tears are filling my eyes,

I'm not crying because I'm sad,
the wind is blowing in my heart.

A little hopeful,
a little scared,
a little nervous
...
I'm crying because the wind is blowing in my heart
...
I'm happy
'cause finally you are coming back.







martes, 18 de diciembre de 2012

En el cenicero de la vida

Jamás debí haberlo amado, lo sabía. Pero a pesar de todo no pude evitarlo, aun si era consciente de que ese amor me consumiría decidí amarlo hasta el final de sus consecuencias. Como una colilla suicida me lancé al cenicero donde aquel hombre había desperdiciado su vida. Y lo amé. Y me dejé amar.

Era como un cigarrillo, aquel hombre lo era. Adictivo y tóxico. Una bocanada no mataba pero vivir respirando el humo gris de su existencia podía ser mortal, marchitar incluso la flor más fuerte. Yo nunca había tenido adicciones hasta que lo encontré a él y se volvió mi adicción, un tóxico más potente y peligroso que ninguna otra droga de diseño. Nuestro amor.

Aquel hombre que era como un cigarrillo. Alto, esbelto y pálido con el pelo color ceniza. Su rostro rectangular y masculino siempre a medio afeitar, raspaba cuando me besaba pero a mí no me importaba, era parte de su autenticidad. Al igual que su voz baja y áspera, sus manos callosas pero hábiles, aquellos dedos largos que con maestría siempre sostenían un cigarro entre sus labios. Aquel cigarro que estaba segura alguna vez consumiría su vida, pero que yo también amaba porque era parte de él. De su ropa con olor a tabaco, del humo que incluso se adhería a su piel, de sus besos, esos besos que sabían a decadencia y tabaco… y sobretodo de sus ojos, aquellos ojos de ciencia ficción que cambiaban de color según su estado de ánimo. Verdes, azules, grises, negros… Aquellos ojos siempre semiocultos bajo los mechones rebeldes que se escapaban de su cabello para cubrir su frente, aquellos ojos que raramente me miraban de frente pero que cuando lo hacían era con tal intensidad que todo mi mundo se veía absorbido por ellos. Mi vida era tan cambiante como sus ojos, pero gracias a él a pesar de estar siempre envuelta por el humo de su cigarrillo nunca fue gris.

Sí, amé a aquel hombre que era como un cigarrillo desesperadamente. Debí haber sabido que un cigarro se consume pronto pero la adicción dura por siempre. Pero como para tantas cosas era demasiado joven para comprenderlo. No es como si importe, si volviera atrás tomaría las mismas decisiones y lo amaría igual de desesperadamente. Me consumiría junto a él en el cenicero de la vida.

 Quién sabe, puede que siendo humo y libre pudiera volar al fin hacia la felicidad.


sábado, 15 de diciembre de 2012

La silueta del amor perdido

Me enamoré
de la silueta de una mujer
que miraba a un amor que se fue,
ojos en el infinito
de un pasado perdido.

Pensé
que si unos ojos me siguieran así
mientras me marchó de aquí
cuan feliz sería mi partida,
reflejado en un pozo de lágrimas
para ahogar mi soledad.

Una silueta solitaria que deslumbra la noche,
unos ojos que nadie mira lloran estrellas fugaces
promesas que se apagan en el mañana,
sueños que como estelas
se difuminan en el ayer,
los ojos de una mujer
que supo amar y no perder...

Me pregunto
si en algún lugar de este mundo
habrá unos ojos que
me miren con tanta intensidad

Creo que
me estoy enamorando
de un amor que duele tanto
que no se puede olvidar



Una silueta solitaria que deslumbra la noche,
unos ojos que nadie mira lloran estrellas fugaces
promesas que se apagan en el mañana,
sueños que como estelas
se difuminan en el ayer,
los ojos de una mujer
que supo amar y no perder...

Las estrellas que bailan desnudas en sus lágrimas
poco a poco se van a pagando
y yo finjo no ver y paso de largo
jamás sabrá que la amo,
que me enamoré
del amor que desborda su llanto...



martes, 27 de noviembre de 2012

The last fool

So I am the last fool standing
in this earth who still believes in love,
why won´t there be a foolish man to love me,
a foolish man to love such a fool.

'cause love makes all us foolish,
foolish lovers trying to catch love
but in this cold city I am walking
there's none who believes in love.

So I am the last fool standing
who's still looking for some love,
where will I find a foolish man to love me,
only a foolish man will love such a fool.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Pasos hacia una despedida

Lleno una caja de cartón
con tus cds, tus regalos,
una vieja camiseta
que aún viste tu olor.

Tiro las fotografías de los dos,
borro tus mensajes
y quemo tus cartas de amor.

Pero ¿por qué...
por qué no puedo tirar también nuestros recuerdos?
¿por qué no puedo quemar también mi corazón
y borrar el sabor amargo de tu adiós?

Y me arrepiento,
en el instante en que la rabia
toma un tren directo
a la autodestrucción,
y me sorprendo
contigo en mi recuerdo,
buscándote en mis sueños,
anhelando tan solo
un segundo más de amor.

Y abro la caja de cartón
donde guardo tus recuerdos,
abrazo la ilusión
que fueron nuestros momentos.

Y me doy cuenta
de que no he tirado una sola de nuestras fotografías,
que tus mensajes siguen en mi memoria
y que tus cartas de amor aún no son cenizas.

¿Pero por qué...
por qué no puedo retenerte a ti también?
¿Por qué no puedo enmarcarte en mi pared
y hacerte eternamente mío?

Y me pregunto
en el momento en que la melancolía
compra un billete al pasado
y me desvía
en qué instante nos confundimos de tranvía
y tú tomaste otro raíl
mientras yo atrás en la estación
te despedía.

Pero ya no hay vuelta atrás,
he corrido hasta el final
y el tren ya se va,
ya ni puedo ver tu cara...
y el último carbón
que alimentaba nuestros sueños
se esfuma en una voluta de ilusión
y de pié en la estación
con una maleta de recuerdos
digo adiós a las promesas
que se fueron.

Doy media vuelta,
llevo sobre los hombros a cuestas
nuestra relación,
visto de desencanto hoy
pero tal vez mañana
encuentre otro color
y deje de querer quemar mi corazón
y pueda pasar las hojas del álbum
de nuestra historia de amor
con una sonrisa nostálgica
y sin dolor.

Y camino,
mis pies me llevan a una nueva dirección
donde eres un pasado sin sabor amargo,
donde tus recuerdos no son
sino parte de quién soy.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Lágrimas de invierno

Cuando abriste la puerta para marcharte
el frío de la calle entró en mi corazón,
los primeros copos de nieve humedecieron mis labios,
lágrimas con sabor a sal y a tu adiós.

Cuando tus pasos se apagaron en la escalera
el silencio comenzó una conversación,
un soliloquio para llenar tu ausencia
jugando con mi locura y mi razón.

Desde que te fuiste siempre hay corriente,
un viento frío que remueve mi corazón,
mece las cortinas de las ventanas
que dan al jardín donde guardo los recuerdos de los dos.

Y yo que quiero cerrar los párpados y no mirar
me asomo al balcón y quedo cautiva de tus promesas,
palabras que como pétalos se esparcen sobre el suelo,
sueños que pisas sin contemplaciones mientras te alejas.

Supongo que ahora solo somos hojarasca,
momentos marchitos que se extienden sobre el recuerdo,
otoño de una relación que se apaga en el invierno.

Déjame hibernar,
tal vez cuando despierte
sea primavera
y pueda volver a amar.




viernes, 2 de noviembre de 2012

I dreamed...

While I was awake
I thought I was asleep
and I lived a dream,
a dream someone like me
should never live.

In my dream
you had a smiling face,
you were smiling at me,
someone like you
who shouldn't be
smiling at someone like me

In my dream
light was dancing in your eyes,
love was breaming inside,
love for me,
love from you
who shouldn't love someone like me

In my dream
you were the dream,
your dreamy smile,
your dreamy eyes,
your face was my dream...
a dream I wish I'd never wake up from,
afraid... oh so afraid
to open my eyes and rot on dispair
when I realize
that everything was just my fantasy
that you were never there looking at me,
that it was just a dream...
a dream someone like me
should never dream.



While I was awake
I thought I was asleep
and I lived a dream,
a dream someone like me
should never live.

In my dream
laugther was born on the kitchen
and there was a warm place called home,
in my dream
you kissed my cheek
and spoke only the words of love.

And in my dream
I never opened my eyes
'cause I felt
so very happy inside,
so happy it hurt
'cause I knew it was a dream,
a dream so very warm,
so very brief,
a dream that was never meant for me.


In my dream
you were the dream,
your dreamy smile,
your dreamy eyes,
your face was my dream...
a dream I wish I'd never wake up from,
afraid... oh so afraid
to open my eyes and rot on dispair
when I realize
that everything was just my fantasy
that you were never there looking at me,
that it was just a dream...
a dream someone like me
should never dream.

A dream I never want to wake up from...
Oh, please, world let me sleep a little more...
maybe forever...

But reality is cruel,
like a clock,
always comes knocking on my door,
time to wake up,
reality is awaiting my come back,
it was all just a dream,
a dream I lived while I was awake,
a dream that was never meant
to someone like me...



domingo, 28 de octubre de 2012

Bajo la lluvia

Me dejaste bajo la lluvia,
te llevaste mi paraguas
e incapaz de volver a casa
me dejé empapar por la nostalgia.

Llega un nuevo día
y el sol brilla
sobre un cielo azul intenso
pero mi mundo es gris;
al otro lado de la ventana
los niños juegan,
la vida sigue,
el tiempo rueda
pero en este lado del espejo
el mundo se ha detenido
amortajado de añil.

Tu adiós no llegó como una tormenta
sino como una llovizna
en una tarde de primavera
y antes de darme cuenta
estaba tiritando enferma
de nostalgia y ausencia.

Pero la vida sigue,
el tiempo no espera a nadie,
y me levanto
para seguir hacia delante,
a quién le importa
que mi corazón húmedo llore
lágrimas de sangre.


Me dejaste bajo la lluvia,
(tú que eras mi sol)
te llevaste mi paraguas
(tú que me resguardabas)
e incapaz de volver a casa
(tú que eras mi hogar)
me dejé empapar por la nostalgia
de tu despedida.


lunes, 22 de octubre de 2012

El Hilo Rojo 17: Bailando bajo la lluvia

Las horas se encadenaban unas tras otra y Rose yacía completamente despierta sobre la cama contemplando el juego de luces y sombras que danzaba sobre el techo. A lo lejos bramaba la tormenta, cada vez más y más cerca y más feroz. Con cada trueno se estremecía el mundo y Rose con él. Podía oler la humedad de la tierra, casi incluso la electricidad que cargaba el aire tras cada relámpago. Era sobrecogedor.

Si abría su mente cientos... miles de voces... las miles y miles de voces de los habitantes de la ciudad inundaban su mente y amenazaban con volverla loca. Requería un gran esfuerzo el aislar cada una de aquellas voces y separarse a si misma de ellas, pero si lo hacía y se concentraba en una podía oír incluso las conversaciones al pie de la calle. Era agotador. 

Otro trueno resonó en la distancia y Rose dio una patada molesta al edredón y se libró de él. Estaba claro que aquella noche no iba a lograr pegar ojo, no merecía la pena seguir intentándolo. Aunque por la hora ya debía de andar más cerca de la madrugada.

Se puso en pie lo más sigilosamente posible y aguzó los sentidos. Ni un solo sonido en la mansión aparte de los propios de una casa vieja: el crujido de un escalón, el suspiro del viento, el fru-fru de una cortina al mecerse... Ni rastro de sus guardianes aunque dadas las circunstancias dudaba que anduvieran muy lejos. Lo más probables es que hubieran montado guardia, una guardia sigilosa, cuan estatuas en una cripta. O que hubieran caído en ese estado de inconsciencia tan parecido a la muerte a la que ellos eufémicamente se referían como dormir. Después de todo también necesitarían recuperarse de la batalla, incluso habían perdido sangre que deberían de reponer. 

Rose se estremeció de nuevo pero esta vez no debido a la tormenta sino al recuerdo de unos colmillos afilados y el sabor nauseabundo de la espesa sangre roja. Sacudió la cabeza para espantar aquellos pensamientos. No podía vivir con el miedo infundado en el cuerpo.

Se acercó a la ventana. La alfombra ahogó el sonido de sus pies descalzos contra el suelo. Necesitaba aspirar una bocanada de aire. Se sentía aprisionada, cautiva de sus propios pensamientos, de las decenas de preguntas que revoloteaban incesantes en su mente.  Necesitaba aclararse las ideas.

Subió la persiana y abrió la ventana de par en par. Fuera la noche aún se cerraba sobre el mundo y resistía a dejar paso a la madrugada, el cielo encapotado no dejaba lugar al más mínimo rayo de luna, pero a pesar de la oscuridad imperante Rose distinguía cada detalle del jardín con toda claridad. La electricidad cargaba el aire y a lo lejos resonaba la tormenta aunque las primeras gotas de lluvia aún no habían alcanzado la ciudad. La tormenta había refrescado el calor bochornoso del verano y la humedad se adhería a su piel. 

Se apoyó sobre el alfeizar y se inclinó hacia delante aspirando una larga bocanada de aire. Abajo el césped parecía fresco y mullido. Una súbita asaltó la mente inquieta de la muchacha. Recordó el día en que la sangre de Cecil le había salvado la vida tras saltar de un quinto piso. ¿Qué no podría hacer la sangre de Innana? 

Antes de percatarse de lo que hacía se había subido al alfeizar y contemplaba el suelo dos pisos más abajo con interés. De pronto estaba absurdamente segura de que podía saltar y no sufrir ninguna consecuencia. 

"Estás loca, Rose"- la criticó la voz de su conciencia.

Pero no le prestó atención porque comenzaba a sentir el conocido cosquilleo de la emoción en la boca del estómago. Quería saberlo, hasta dónde era capaz de llegar. Quería saberlo, lo que podía hacer con su nuevo poder. Y estaba convencida de que un salto de dos pisos era un juego de niños. Lo sabía, simple e irracionalmente lo sabía.

"No bien sales de una situación de vida o muerte que te quieres meter en otra"

Rose acalló la voz de la razón en su mente. Contempló el césped fresco y mullido bajó su ventana a tan solo dos pisos de distancia, flexionó las rodillas y saltó. El tiempo se detuvo y Rose se vio suspendida en el aire. O mejor dicho, sus sentidos se agudizaron y extendieron más allá de la comprensión mortal del tiempo y fue consciente de cada detalle de su entorno. Como si el tiempo se hubiera ralentizado se dejó caer. No tenía nada que ver con la forma torpe en que se había lanzado de un quinto piso hacia unos días huyendo de Los Limpiadores segura de que iba a morir. Aquella forma de caer era suave, casi como si levitara, como si no pesara más que una pluma. Aunque sabía que en realidad no era más que una ilusión de sus nuevos y mejorados sentidos que hacía parecer que caía a cámara lenta. 

Sus pies descalzos se posaron con suavidad sobre el suelo, con elegancia felina. Ni siquiera sintió el impacto. Contuvo el aliento impresionada y alzó la vista a la ventana de su cuarto abierta de par en par. La ventana se mecía contra el viento. Había saltado dos pisos con la facilidad con que un niño salta un escalón. La verdad la golpeó con todas sus fuerzas. ¿Qué era aquel inmenso poder? ¿Por qué se lo había querido compartir Innana? ¿Quién era ella? Innana... el nombre jugueteó con alguna sinapsis de su memoria. Estaba segura de haber oído aquel nombre antes. ¿Pero dónde? Por más que intentaba recordarlo la memoria se le escurría. Pero ahora estaba convencida de que había algo más, algo importante que debía saber y se escapaba a su comprensión.

Un trueno resonó en la distancia y la primera gota de lluvia, gruesa y fría, restalló contra el suelo. Rose se echó a un lado para esquivar una nueva gota y para su sorpresa con un movimiento apenas perceptible lo logró. Levantó los ojos impresionada. La lluvia había empezado a caer precediendo a la tormenta que se acercaba y ante sus ojos asombrados las gotas parecían detenerse en el aire, ralentizar su caída y quedar suspendidas en el ambiente. Era otro efecto óptico de sus sentidos agudizados, podía distinguir perfectamente el trayecto de cada gota. 

Dio un paso al frente al tiempo que evitaba otra gota solo para que una segunda se estrellara contra su cabeza. Una risita tonta estuvo a punto de escapar sus labios. Aquello era divertido, predecir donde caería cada una de las gotas. ¿Cuántas sería capaz de esquivar? 

Antes de darse cuenta de lo que hacía se lanzó a aquel juego infantil. Girando sobre si misma, dando saltos hacia delante y hacia atrás, corriendo y deteniéndose de golpe mientras sentía las gotas repiquetear contra la piel desnuda de sus brazos, las gotas que se escapaban a sus sentidos o que no era lo bastante rápida para evitar. Era un como un baile ridículo e infantil pero la hacía sentir viva, un poco niña otra vez, y sin darse cuenta la lluvia comenzaba a lavar sus miedos, a arrastrar los malos recuerdos a un segundo plano menos importante. No fue consciente de lo tensa e inquieta que se había sentido hasta que sus músculos comenzaron a relajarse y una engañosa sensación de paz anegó su corazón.

"Qué extraño que ni Cecil ni Marcus hayan salido a regañarme"- pensó de pronto al tiempo que echaba un rápido vistazo al rededor casi esperando encontrar el rostro preocupado y consternado de un vampiro.

Pero no encontró nada y una gran realización la golpeó con sorpresa. Una certeza. ¡No la habían oído! ¡Había logrado engañar los sentidos vampíricos de sus guardianes! No solo era rápida y sus sentidos agudos sino que también sigilosa, tan silenciosa como un vampiro, lo suficiente para lograr lo imposible: pasar inadvertida para sus padres adoptivos.

Sintiendo de nuevo el cosquilleo de la emoción dio una nueva vuelta sobre si misma. Un relámpago iluminó el cielo de tonos azules y de pronto Rose se detuvo en seco. Porque iluminado por aquel pequeño instante de luz al otro lado de la calle, arropado por la falsa protección de una farola fundida, acababa de ver una figura alta y trajeada con un anticuado sombrero de bombín. Algo que ni siquiera sus nuevos y agudos sentidos habían logrado captar y que en lo que duró el relámpago volvió a desaparecer. Pero allí había estado, alto e inmutable, vestido completamente de negro. Un agente del destino.


sábado, 20 de octubre de 2012

El día más feliz de mi vida. Prólogo


Está llorando. La mujer que amo está llorando. Quiero secar sus lágrimas y consolar su corazón pero no puedo. No puedo porque yo soy la causa de su llanto. No puedo porque ella llora por mí. La mujer que amo está llorando por mí y yo no puedo consolarla porque ya no estoy a su lado. Si tan solo pudiera retenerla en mis brazos una vez más…

¿Pero por qué será? ¿Por qué será que sus lágrimas me parecen tan hermosas?  Como cuentas de cristal coronando su tristeza. Incluso cuando llora me parece hermosa. Cuando sus ojos se hinchan y sus mejillas se sonrojan… ese rostro que se compunge cada vez que está a punto de llorar, es tan conocido, tan confortable, tan hermoso… Para mí ella siempre ha sido la mujer más bella del mundo. Dicen que el amor es ciego, pero también es sordo y mudo. Mi amor lo es, este amor que me mantiene lejos y me impide consolarla… a la mujer que amo y llora por mí. Si tan solo pudiera abrazarla una última vez… si tan solo pudiera prometerle que todo irá bien… si tan solo pudiera quedarme a su lado hasta que sus ojos se sequen y dejen de llorar por mí… si tan solo la vida no hubiera sido tan cruel con nosotros… si tan solo… estuviera yo aquí. Pero no estoy y la mujer que amo llora por mí, me llora a mí y llora mi ausencia.





martes, 9 de octubre de 2012

EL HILO ROJO 16: Preguntas, respuestas y más preguntas

Rose despertó sobresaltada con un grito de angustia que le surgió de la profundidad de la conciencia. Se llevó la mano a la garganta, allí donde una mano muerta había dejado su marca, y luchó por respirar. 

Al instante dos hermosos rostros consternados se cerraron sobre ella. Rose vio la preocupación reflejada en los ojos de Cecil y Marcus y se supo a salvo. Pero no se tranquilizó porque aunque eran los rostros conocidos con los que había crecido desde la más tierna infancia era como si los viera por primera vez. ¿Había tenido Marcus siempre aquella diminuta cicatriz en forma de media luna, apenas del tamaño de una uña, sobre la ceja derecha? ¿Desde cuando resplandecía suavemente la piel marmórea de Cecil y el pálido oro de sus cabellos? ¿Había habido antes motas doradas en sus iris azules? Era como ver lo conocido, lo cotidiano, con nuevos ojos, con una nueva lente de mejor resolución. El mínimo detalle cobraba vida y un nuevo significado. 

Alzó la vista confusa de aquellas caras conocidas y a la vez extrañas y echó un vistazo alrededor. De algún modo se encontraba de vuelta en su dormitorio, a salvo en su propia cama, protegida en el abrazo del conocido peso de sus sábanas, con el aroma habitual a libros, polvo y rosas. ¿Rosas? ¿Desde cuándo la fragancia de las rosas del jardín trepaba por su ventana? Si se concentraba podía oler también la tierra húmeda... alguien había regado... la madera recién cortada... el jardinero debía de haber podado el seto... e incluso la tormenta en la distancia. Era una sensación extraña pero estaba convencida de que iba a llover.

La habitación estaba sumida en la semipenumbra con las persianas fuertemente cerradas pero Rose era capaz de distinguir cada detalle en aquella opresiva oscuridad. Sin forzar la vista, sin dificultad, tan claro como si fuera de día o incluso mejor. La huella de un dedo en el espejo, el imperceptible balanceo de la lámpara, una mota de polvo atrapada en el aire, la cuenta de un collar que había rodado tras el escritorio... 

Tomó una larga bocanada de aire.

-Tranquila, Rose, tranquila. Estás a salvo, estás en casa, aquí nadie te hará daño- habló Marcus con delicadeza confundiendo sin duda su estado de agitación con  miedo y desorientación.

Rose lo oyó pero no le prestó atención porque oía... también oía... el runruneo de un coche en la calzada, el maullido de un gato en el tejado vecino, el ulular de un búho en el bosque, el llanto de un niño en la mansión de enfrente...

Y veía las motas de polvo suspendidas en la oscuridad.

Y olía que se avecinaba la tormenta.

Y entonces el trueno retumbó en la distancia pero con tanta fuerza que pareció retumbar en su propio tímpano.

Con un gesto de dolor y sorpresa la muchacha se llevó las manos a las orejas y gritó.

-¡Rose!- la voz de Cecil le llegó alarmada y cercana- ¿Qué ocurre?¿Te duele algo? ¿Dónde? ¿Qué?

Rose abrió los ojos y lo miró, solo entonces fue consciente de que los había cerrado con fuerza. Pero aún así no necesitó acostumbrarse de nuevo a la oscuridad, era casi como si le perteneciera. Vio el miedo atrapado en la mirada azul del vampiro.

-Te... te veo- susurró la joven con voz ronca.

Cecil parpadeó sorprendido y compartió una mirada preocupada con Marcus. 

-Bueno, bien, me alegro de que me veas pequeña rosa. No estás ciega-contestó el rubio con suavidad forzando una sonrisa. Pero Rose lo vio, la preocupación en sus ojos. No la había entendido. ¿Se estaba preguntando si se había vuelto loca?

Espera... ¿Tal vez se había vuelto loca?

Sacudió la cabeza y centró la vista en ambos vampiros.

-No, no es eso...- la voz le falló carraspeó y volvió a intentarlo. A lo lejos retumbó otro trueno y Rose se estremeció- Puedo oír, ver y oler con una claridad que nunca antes había experimentado. Es... es... sobrehumano.

Otra mirada cómplice y esta vez un brillo de comprensión se reflejó en los ojos de ambos vampiros.

-Es la sangre- explicó Marcus con suavidad.

-¿La sangre?- repitió Rose confusa, aún sentía la mente confusa y algo embotada, como si acabara de despertar de una larga y terrible pesadilla que no quería recordar.

¡La sangre! Lo recordó de improviso. Con toda suerte de detalles. El líquido espeso y nauseabundo descendiendo por su garganta. El miedo, las náuseas, la sensación de ahogo y le sobrevino una arcada. Se llevó una mano a la boca para acallarla y se preguntó si aún estaría a tiempo para vomitarlo todo, purgar su cuerpo de aquel asqueroso recuerdo. ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente? Un momento... ¿cómo había llegado a su cuarto? ¿Cómo habían logrado salir con vida de la cripta, de las garras de dos vampiros ancianos y psicóticos? 

-¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que estamos vivos? ¿Por qué me dio a beber su sangre? ¿Es Amaury un traidor?- las preguntas escaparon de sus labios a borbotones sin darle tiempo apenas a respirar entre frase y frase.

Cecil la miró, sus ojos chispearon con un baile de motas doradas que Rose nunca había visto antes y echando la cabeza hacia atrás dejó escapar una sonora carcajada. La muchacha lo contempló asombrada. ¿Siempre había sonado tan melódica y cristalina la risa de Cecil?

Marcus le dirigió una mirada de reproche.

-¿Crees que ahora es el momento?

-Lo siento, lo siento- el vampiro rubio levantó una mano en señal de paz al tiempo que se secaba cómicamente una lágrima imaginaria del ojo como lo haría un humano- Es solo que me alegro tanto de ver a nuestra pequeña rosa tan curiosa como siempre que no he podido evitarlo.

Marcus no pudo disimular la sombra de una sonrisa.

-Es un alivio- suspiró- Por un momento allí temí que llegáramos demasiado tarde...- se cortó de lleno y lanzó una mirada cautelosa a Rose.

Esta vez fue el momento de Cecil para lanzarle una mirada cargada de reproche.

-Siempre tan negativo...- gruñó a media voz y antes de que el moreno tuviera tiempo a contestar se giró hacia Rose y le dedicó una sonrisa apaciguadora- Pero será mejor que hagas las preguntas de una en una, pequeña rosa. Bien... ¿cuál era la primera? ¿Por dónde empezamos? 

-Nos dejó marchar- interrumpió Marcus con tono severo.

-¿¡Qué!?- Rose se volvió hacia él como una exhalación- ¿Qué quieres decir con que nos dejó marchar?

-Ay, Marc, siempre tan directo. ¿No puedes ayudar a crear un poco de ambiente antes de revelar nuestra gloriosa huida?- protestó Cecil con tono jocoso utilizando a propósito el diminutivo afectado que al moreno tanto desagradaba.

Marcus pasó su crítica convenientemente por alto. 

-Innana nos dejó marchar.

-¿Así sin más?- exclamó la joven incrédula- ¿Solo nos dejó ir?

-Sí, después de que perdieras el conocimiento nos dijo que te cogiéramos y nos fuéramos. 

-¿Sin pedir nada a cambio? ¿Sin una pelea?

De algún modo había imaginado una batalla épica de colmillos y garras hasta el borde de la muerte. Su último recuerdo era el de dos feroces Marcus y Cecil con un acorralado Amaury, dispuestos a arrancarle el corazón de cuajo y sin un pestañeo. ¿Cómo habían pasado de aquella voraz escena a una anodina separación?

Los ojos de Marcus se ensombrecieron.

-Si hubiéramos peleado no estaríamos aquí en estos momentos. Innana tiene la capacidad de reducirnos a cenizas con poco más de lo que tú necesitarías para prender una cerilla. 

-Oy, tampoco nos quites todo el mérito- se quejó Cecil- También teníamos a su querido hijo entre la espada y la pared. ¿o debería decir entre la pared y la estaca?

Marcus se volvió a mirarlo con gravedad.

-¿Crees que eso hubiera detenido de verás a Innana?- lo reprendió- Si hubiera querido ahora mismo no quiero pensar lo que pudiera quedar de nosotros.

-¿Entonces todas esas amenazas no eran más que un farol?- preguntó Rose de pronto sobrecogida al comprender la magnitud del lío en que se había metido. 

-Oh no, me hubiera asegurado de arrastrar a ese maldito bastardo traidor conmigo al infierno- Marcus le dirigió una torva sonrisa, torcida y amarga.

Rose se sobresaltó. Jamás había oído a Marcus hablar de aquella manera, al pacifista y sereno Marcus... Pero comprendió que no mentía, había un odio profundo en cada una de sus palabras.

-Por suerte antes de llegar a eso Innana nos dejó marchar.- intercedió Cecil con tono apaciguador- Nos ordenó sería el término correcto imagino.

-¿Pero por qué? ¿por qué después de todas las molestias dejarnos marchar así sin más?- Rose estaba cada vez más confusa.

-Supongo que ya había conseguido lo que quería- contestó Cecil encogiéndose de hombros.

-¿Pero el qué?- Rose pensó desesperadamente en todo lo que había ocurrido, en cada detalle. ¿Qué había pasado? Nada, Innana tan solo le había dado a beber su sangre, entonces...- ¿Quería que bebiera su sangre? ¿Por qué?

-¡Qué me zurzan si entiendo lo que piensan esos vampiros milenarios!- gruñó Marcus, su gesto cada vez más sombrío.

Cecil le palmeó la espalda con ademan tranquilizador.

-Al menos eso responde a tu primera pregunta- comentó el vampiro rubio con una media sonrisa de disculpa- La sangre que bebiste parece que te ha dado poder. Igual que cuando te administro mi sangre. 

-¿Qué quieres decir con que le administras sangre?- se escandalizó Marcus girándose hacia él con gesto amenazante. Enfadado resultaba realmente aterrador, pero a favor de Cecil ha de decirse que apenas se inmutó.

-Sabes lo inquieta que es nuestra rosa. Te sorprendería la cantidad de veces que mi altruista donación de sangre le salvado la vida o al menos de algún hueso roto.

"Hace apenas unos días sin ir más lejos"- recordó la muchacha pero no dijo nada- "Y así empezó todo"

Marcus lanzó a Cecil una mirada fulminante que contrarrestó con su sonrisa más inocente.

Rose los ignoró a ambos.

-Pero cuando bebo tu sangre no siento esta diferencia. Es más como un leve cosquilleo pasajero y una cura urgente en caso necesario, pero no cambian mis capacidades. Ahora... ahora...- miró alrededor como intentando encontrar las palabras adecuadas, como si la explicación pendiera del aire- es como si tuviera sentidos superfinos, como si fuera de alta definición... casi...casi vampírico.

Se heló al pensarlo. ¿Vampírico? ¿Así que así era como veían, olían y oían los vampiros? Hasta el detalle más nimio, el suspiro más insignificante era absoluto para ellos. ¿Sentidos vampíricos?

-Son vampíricos- corroboró Marcus- La sangre de Innana es mucho más poderosa de lo que la de Cecil puede llegar a ser. Por eso las capacidades que adquieras con ella también son proporcionalmente mayores. 

Rose pestañeó y lo miró alucinada. ¿Mayores? ¿Cuánto mayores? De pronto sintió el cosquilleo de la curiosidad bullir en su interior. ¿Cuánto podría lograr con sus recién adquiridos poderes? ¿Y por qué querría Inanna que los adquiriera? Cada pequeña pregunta que respondía no daba sino pie a nuevas y más complejas preguntas. Y seguía sin saber qué era exactamente ella y porque la vampiresa había querido atraerla. Amaury le había prometido respuestas que nunca le había dado. No había sido sino una trampa aprovechándose de sus debilidades, su sed por desvelar el misterio tras su existencia y ella había caído de lleno en ella. ¿Pero y si Amaury sabía algo de verdad?

-Pero por suerte el efecto es pasajero.- continuó el vampiro malinterpretando una vez más su silencio- No tienes de que preocuparte, pronto volverá todo a la normalidad. 

¿Pronto? ¿Cómo de pronto?


lunes, 8 de octubre de 2012

Campo de Amapolas

Las amapolas son flores sencillas y frágiles. Crecen al borde del camino y en las campas y adornan el mundo con su brillante escarlata. Pero apenas aguantan una caricia de viento antes de desaparecer de nuevo. Tal vez por eso no me gustan demasiado las amapolas, porque son tan sencillas que no resaltan y tan frágiles que ni siquiera puedo tocarlas sin matarlas. Pero a la vez, cada vez que veo una grito emocionada "Mira, una amapola" y es que ver esta flor de vida tan corta adornando el mundo valientemente con su colorido me llena de una misteriosa alegría. Es una flor especial precisamente por su fragilidad, allí donde yace su rareza.

Nuestro amor fue como un campo de amapolas. Tan sencillo, tan frágil y tan corto... y a la vez tan lleno de color, iluminó con su inesperada luz un mundo de tonos grises. Fue su fragilidad, su corta vida, lo que lo hizo tan especial. Llegó de improviso y con la primera caricia de tempestad voló. Y nos dejó a ambos colgados del pasado, presos de aquel campo de amapolas donde florecieron nuestros sentimientos y sin darse tiempo a comprenderse perecieron. Sin darnos cuenta, aunque ya no es más que un recuerdo, aún somos cautivos de aquel campo de amapolas donde fuimos, aunque sea por un pestañeo de la vida, inmensamente felices. 

Si tan solo no hubiera llegado la tormenta, si no nos hubiera arrasado la tempestad, si el tiempo hubiera seguido su curso... pétalo a pétalo cada uno de esos sentimientos hubieran encontrado su momento para marchitarse con naturalidad. Pero el destino fue cruel y nuestras amapolas fueron arrancadas en la flor de su vida sin tiempo a aprender que su existencia no era sino una ráfaga pasajera. Por eso aún seguimos presos de esas flores que representan nuestros sentimientos, aunque hace tiempo que se marchitó su primavera, porque inconscientemente deseamos regresar a ese campo de rojas amapolas que representó nuestra felicidad. Aunque si volviéramos ahora no encontraríamos sino tierra árida y silencio, allá donde una vez hubo un campo de amapolas ahora no hay sino nostalgia vestida de recuerdo, pensamientos en forma de flor y un solitario nomeolvides que plantamos como un requiem en nuestro corazón. Un requiem en memoria del amor.


Neon stars

The city's neon lights
are drawing a false sky
onto the lonely night.

I'm walking slowly down river
following the path neon stars
draw on top of dark water,
trying to find some love,
the last pool of warmth
in this cold city of glass.

The steps from my heels
break the silence,
the smile on my face is ripped,
my shoes are feeling tired
and my make up seems old,
my eyes are becoming blurry,
how long have I been alone?

Tears build a river of solitude
down the cheeks of hope,
they take away my remaining pride
and leave a scar of love.

You were the last to touch my heart,
the notes you played were sad,
but still there was a melody
now the silence inside me is scary,
dreadful, agonizing and empty,
is like I have no more feelings
left to sing.

So that's why I walk
down the path
neon stars draw,
a false sky
in this endless, starless night,
looking for some warmth
in this cold city of glass,
trying to fool my heart
with some wine, a kiss and a cup
of non existing romance
while I listen to some blues.

Oh, my soul is feeling blue
beneath the bright and cold neon stars.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Run

Run, run, run
'till the end of the world,
brake the stone
and build your path,
step hard on the ground
that wants to make you fall
and create your tomorrow.

Run, run, run
'till there's no air on your lungs,
'till the only thing to breath
are the dreams on the breeze,
and in the edge of the land
open your mouth
and cry aloud
to the wind, to the sky
cry...
"I'll make this world mine".

No one can bring you down,
no,
no one can bring you down.

You are the king of your world,
the main character on your story,
you build the way
you walk on the trails
you planted,
there's not such a thing as a train
destiny is driving.

So...

Run, run, run,
'till the end of the world,
run 'till there is no tomorrow,
break the ground
which is holding you down
and jump to your future.


No one can bring you down,
no,
no one can bring you down.

You hold the pen,
you write the story,
just go and take,
you own the glory!


lunes, 1 de octubre de 2012

No reciclo el amor

Vuelves a mí
con promesas rotas,
retazos de sueños
remendados entre sí.

Regresas con maletas
cargadas de mentiras
vestidas de arrepentimiento
y me pides otra oportunidad.

Pues tengo algo que decirte...

Yo soy medioambientalista,
reciclo en metal
y reciclo en revistas,
reciclo en vidrio,
tetrabriks y cartón,
pero hay algo que no se puede reciclar,
no reciclo el amor.

Porque lo podrido no se puede reciclar
solo sirve para abonar
el comienzo de nuevas vidas y relaciones,
para que crezcan con fuerza esas nuevas flores
que han de plantar otras manos en mi jardín.

Fuiste la leña que alimentó mi fuego
y ahora solo quedan las cenizas,
humo gris que arrastra el viento
y maquilla las memorias en sepia.

Así que toma tu maleta
y date la vuelta,
ya sabes donde está la puerta,
bien conocías el camino al salir.

Ya no hay lugar para ti en mi jardín
porque eres tierra muerta,
cicatrices en la piedra,
tierra seca, tierra yerma,
pero tras un tiempo de barbecho
podré volver a labrar en ella
y plantar nuevas semillas,
nuevas plantas, nuevas flores,
nuevas vidas
abonadas por el recuerdo
de nuestro abril.


Yo soy medioambientalista,
reciclo en metal
y reciclo en revistas,
reciclo en vidrio,
tetrabriks y cartón,
pero hay algo que no se puede reciclar,
no reciclo el amor.

Porque lo podrido no se puede reciclar
solo sirve para abonar
el comienzo de nuevas vidas y relaciones,
para que crezcan con fuerza esas nuevas flores
que han de plantar otras manos en mi jardín.

No, no reciclo el amor.

Porque no soy de usar y tirar
y luego reutilizar,
porque no soy algo que guardar
para luego olvidar,
porque te amé una vez
y no lo supiste aprovechar.

No, el amor no se puede reciclar.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO 14

PARTE 14: Tormenta de colmillos



Rose tragó.

El líquido oscuro, espeso y nauseabundo descendió por su garganta y lo sintió arder. Desesperada luchó por respirar pero una nueva oleada de sangre llenó su paladar y tuvo que volver a tragar. Una... y una y otra vez. Bocanada a bocanada, trago a trago de muerte, mientras los ojos de esmeralda de la vampiresa la embebían con una mirada casi lunática. Amaury gritaba detrás pero era un sonido tan lejano que bien podría pertenecer a otra dimensión ajena a su realidad. 

Se sintió desfallecer cuando una nueva oleada de líquido rojo bañó su boca y asqueada se obligó a volver a tragar. La mano sobre su cuello la obligaba a mantener la boca abierta y la apresaba contra la pared y la sangre no cesaba de manar de la herida abierta de la muñeca de la inmortal. Mareada sintió el hilillo húmedo que descendía lentamente por su barbilla y la mirada febril de la vampiresa siguiéndola. Se inclinó y la lamió suavemente con una medio sonrisa escalofriante que hizo estremecer a Rose. Aquella lengua húmeda, fría y áspera contra la calidez de su piel humana.

Y entonces algo calló sobre ellos. Por el rabillo del ojo Rose tan solo distinguió una sombra de cabellera dorada abalanzarse contra ella a velocidad vertiginosa. Sin poco más que una mueca de molestia la vampiresa hizo una floritura con su mano ensangrentada y mandó volando al atacante contra la pared de enfrente. Golpeó de lleno contra el muro entre un amasijo de telas y crujido de huesos rotos. Aliviada al sentir la boca libre, Rose tomó una larga bocanada de aire mientras trataba desesperadamente de desembotar sus sentidos y ser consciente de lo que estaba ocurriendo. Solo entonces volvió a fijarse en la figura desmadejada sobre el suelo que entre gruñidos de dolor y el crujido de huesos rotos comenzaba a moverse. Y gritó al reconocerla.

-¡CECIL!

Al escuchar su nombre el vampiro rubio volvió a ponerse en pie dificultosamente, mientras se iba a recolocando los huesos rotos entre desagradables chasquidos, y le dedicó una pícara sonrisa que no logró enmascarar su mueca de dolor. 

-Buenas noches, pequeña rosa, lamento la tardanza. Unos pequeños aunque muy molestos problemillas sin importancia nos han entretenido.- al hablar echó una furiosa mirada de reojo a Amaury, una mirada gélida en la que ardía una ira helada y poderosa. Rose nunca había visto al inmortal enfadado antes pero era un panorama digno de temer.

Sin embargo, su corazón se vino abajo al ver el estado en que había quedado el vampiro tras el golpe. Aunque sus huesos habían regresado a su lugar y se habían vuelto a soldar su aspecto por lo general pulcro se había venido abajo. Su camisa de seda lavanda colgaba hecha jirones de sus pecho desnudo y sus vaqueros preferidos estaban rasgados a la altura de las rodillas y salpicados de sangre fresca. ¿Qué clase de poder tenía aquella loca vampiresa pelirroja para dejar a su guardián en aquel estado con un solo ademan de mano? Se estremeció al imaginar la magnitud de aquel poder.

La vampiresa apenas le dedicó una mirada desdeñosa a Cecil, como quien mira a una mosca particularmente molesta, antes de volverse de nuevo hacia Rose. La muchacha bajó la mirada hacia el antebrazo ensangrentado de la mujer y no pudo evitar que un suspiro de alivio escapara sus labios al ver que la herida había cicatrizado por completo, dejando en su lugar un reluciente tramo de piel. Pero el alivio no duró mucho al ver como volvía a llevarse la muñeca a los labios y de un mordisco sus afilados colmillos volvían a rasgar su carne. Rose dejó escapar un gemido ahogado de puro terror.

Cecil, con los ojos ardientes y su hermoso rostro helado en una expresión de puro odio dio un paso hacia ella, pero al instante Amaury le salió al paso.

- ¿De verás crees que tienes alguna oportunidad contra Innana?- le preguntó con una sonrisa sarcástica. En sus ojos ardía una devoción que rozaba en la locura.- Eres poco más que una hormiga para ella.

-Te equivocas- contestó Cecil dedicándole una sonrisa que no llegó a tocar sus ojos- Soy una cucaracha, persistente e inmortal.

Y sin previo aviso se abalanzó sobre el vampiro. Con un solo y fluido movimiento Amaury se echó hacia atrás y esquivó el ataque con elegancia. En un amasijo informe de garras y colmillos Cecil volvió a arremeter contra él. Rose hubiera jurado ver una sonrisa torcida de placer macabro desfigurar su bello rostro pero pasó tan rápido que no pudo confirmarlo. Justo en el instante en que Amaury se disponía a volver a esquivarlo algo cayó del techo sobre él. Rose apenas pudo distinguir el vuelo de una larga gabardina oscura y el brillo mortal de unos ojos azabache antes de que Marcus cayera sobre ambos. Amaury rodó por el suelo en el último instante y logró hacerse un lado, pero sin perder un instante y perfectamente coordinados Marcus y Cecil le cerraron el camino, atacando cada uno por un lado. Los tres salieron propulsados hacia el frente y chocaron contra el muro de piedra en un amasijo de brazos y piernas. La cripta se estremeció por el estruendo y tembló el suelo. Rose se sintió sobrecogida ante aquel poder que se equiparaba al de una tormenta en una plácida noche de verano mientras los tres vampiros, ajenos al terror que estaban causando, volvían a enfrascarse en una batalla feroz en la que pronto lo único que Rose pudo distinguir fue un borrón de colores y formas.

Como si aquello no fuera con ella, Innana (así había llamado Amaury a la vampiresa) les dio la espalda y volvió a la tarea que tenía entre manos. Rose volvió a sentir la muñeca ensangrentada pegada contra sus labios y abrirse camino hacia el interior de su boca. Intentó zafarse en vano mientras la sangre volvía a abrirse paso hasta su garganta. Ya ni siquiera le quedaban fuerzas para luchar. Asqueada trató desesperadamente de ignorar el líquido oscuro que descendía por su esófago, espeso y pegajoso, sin mucho éxito, mientras las nauseas la consumían y la cabeza le empezaba a dar vueltas. 

Y entonces, en medio de la marea roja que la inundaba, del estupor y el miedo, la voz de Marcus, alta y clara, cortó el aire.

-Alto si no quieres que despedacemos a tu querido hijo.

Aquello al fin logró llamar la atención de la vampiresa que se volvió como una exhalación. Rose abrió la boca de par en par y aspiró una larga bocanada de aire al tiempo que escupía los últimos rastros de sangre y las piernas temblorosas le fallaban. Se dejó caer, casi agradeciendo la comodidad fría del suelo, y respirando aún con dificultad contempló la escena frente a ella.

De algún modo Cecil y Marcus se las habían arreglado para inmovilizar a Amaury. Atrapado contra la pared con ambos vampiros sobre él, la expresión de Amaury era de pura incredulidad. Estaba claro que los había subestimado y Rose se sintió secretamente orgullosa de ellos, aunque su corazón dio un vuelco al ver a Innana centrar su atención en ambos. No importa cuán poderosos fueran, eran poco más que niños al lado de la pelirroja. Y la vampiresa estaba furiosa.

Era una ira silente que rezumaba cada poro de su piel, en cada ángulo de su postura, en la férrea inmovilidad de su porte... Una furia aterradora...

-¿Quién te crees que eres para amenazarme, Marcus?- la voz de Innana fue poco más que un susurro ronco cargado de rabia, una ira ciega y sorda. Rose se estremeció al escucharla. Era una voz gastada y rota, áspera, como quién no la ha utilizado en demasiado tiempo y ha olvidado de cómo hablar- ¿Se te ha subido el poder a la cabeza en mi ausencia? Todo lo que necesito es un solo dedo para aplastaros como a insectos.

Y Rose supo que era verdad, que tal era su poder. Lo sintió en la aspereza atemporal de su voz ronca.

Pero Marcus no se inmutó. Al contrario, con una seguridad casi marcial colocó su mano desnuda sobre el pecho de su presa y atravesó a la vampiresa con una mirada feroz. Sus ojos oscuros eran dagas desafiantes preparadas para matar y morir en cualquier momento, un arma de doble filo. Rose sabía por experiencia que el vampiro moreno enfadado podía dar miedo pero entonces comprendió que lo que había visto hasta entonces no era más que una versión pálida y diluida del verdadero terror.

-Puedes intentarlo- habló con una voz carente de emoción- Veremos quién es más rápido. Si tú en aplastarnos o yo en arrancarle el corazón.

Sus uñas rasgaron la piel del pecho de Amaury a modo de advertencia y un hilo de sangre roja comenzó a descender lentamente por su torso medio desnudo. El rostro del cautivo se contrajo en una máscara de puro odio e intentó zafarse con todas sus fuerzas. Pero Cecil lo retuvo entre sus brazos con una sonrisa salvaje, en sus ojos celestes bailaba una mirada lunática que sorprendió a Rose. Nunca hubiera esperado que el rostro habitualmente apacible y sonriente de su guardián pudiera dibujar aquel tipo de expresión, un poema de locura casi psicótica.

Y entonces, de pronto, Rose fue consciente de toda la situación con una claridad desconcertante. No solo de la batalla mortal que estaba a punto de desatarse ante sus ojos, sino de cada minúsculo detalle. De la araña que correteaba por la pared de enfrente, de la gota de humedad verdosa que rodaba por la grieta de una piedra, de cada partícula de polvo atrapada en el aire rancio de la cripta...

Innana dejó escapar un chillido gutural, más parecido al de un animal salvaje que a un grito humano. Y Rose se llevó las manos a los oídos con un gesto de dolor porque el estridente sonido se clavó como una aguja en las profundidades de su mente.

-¿Qué... qué me has hecho?- se oyó preguntar, su voz poco más que un murmullo acongojado.

Como si el tiempo se hubiera detenido la escena frente a si se heló y todos a una los vampiros bajaron la vista hacia ella. Vio el miedo reflejado en los ojos de Marcus y Cecil, los labios de Amaury curvarse en una mueca de asco y desprecio y el brillo triunfante en la mirada esmeralda de Innana.

Y entonces cayó la oscuridad.


jueves, 20 de septiembre de 2012

Lágrimas de tinta

Por una calle asfaltada de metralla
los pies curtidos por el sufrimientos de la guerra
bajan descalzos, desnudos de esperanza,
los ojos de un hombre buscan desesperadamente
entre la gente a una mujer de mirada ausente,
entre los charcos que ha dejado la lluvia de sangre
sigue las huellas rojas de la muerte
y se teme lo peor.

En una esquina un niño juega a ser adulto
con un fusil viejo entre manos temblorosas,
unos ojos jóvenes de mirada vieja,
nadie le ha explicado que hay mundo sin guerra,
ha oído hablar de paz a viejas lenguas
pero es una idea abstracta que no entiende
como los cuentos para niños de princesas
una utopía de la realidad.

Una vieja desdentada se ríe en la cara de la muerte
entre los escombros de lo que fue una vez su hogar,
en su memoria las risas de los niños llenan las calles
como los alegres cascabeles que colgaban del collar
del gato negro que dormía panza arriba en su tejado,
reminiscencias en sepia de una vida mejor,
pero rota como los cristales del marco que la porta,
donde ha elegido abandonar su razón.

De los ríos de sangre bebe sedienta
la tierra que arde en los fuegos de la guerra,
tierra oscura, fría y muerta
donde madres despechadas a sus hijos dejan,
donde lápidas sin nombre guardan a hombres sin suerte
donde no hay tiempo para despedidas
y las flores marchitan sin primavera.

Son imágenes de tinta en cualquier diario,
palabras elegantes en libros de historia,
son mundos distintos, son mundos ajenos,
es nuestro propio mundo en otro universo,
son lágrimas de tinta, son letras muertas,
postales del pasado que siempre regresan,
porque olvidamos,
porque no aprendemos de ellas...


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Guerra

El mundo está en guerra,
sangra el recuerdo,
arde la tierra,
lloran los niños
¿por qué nadie detiene esta eterna pelea?

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO PARTE 13

PARTE 13: 

Rose gritó.

Un grito animal, un chillido histérico de puro terror. 

Una mano fría y dura como una garra se cerró en torno a su garganta, muerta y huesuda como la de un esqueleto apenas recubierta por un guante de piel humana. Se sintió asqueada al recordar que hacía apenas un segundo había considerado hermosa a aquella mujer, ahora comprendía cuán antigua era, cuán poderosa, cuán inmortal... Su poder le cosquilleaba la piel del cuello casi de forma dolorosa, como una lengua de fuego de hielo allí donde le tocaban sus dedos.

Apenas hacía presión pero Rose sintió que le faltaba el aliento. Como viniendo de muy lejos escuchó la exclamación entrecortada de Amaury, como un gorjeo de pura debilidad, pero la muchacha no fue capaz de comprender una palabra. De pronto todo había dejado de importar. El vampiro, el sabor a hierro y óxido de su boca, la penumbra de aquella húmeda e inhumana cripta... Todo lo que existía era ella y la mano que apretaba su garganta y aquellos inmensos ojos de esmeralda que se cerraban sobre ella, cerca... cada vez más cerca... unos ojos sin vida, unos ojos muertos que la embebían, unos ojos que amenazaban con tragarse el mundo entero.

Y de pronto la vampiresa estaba de pie frente a ella, alta, esbelta y terroríficamente bella. La fina tela de la túnica blanca que vestía apenas si cubría pudorosamente su desnudez. La mujer dio un paso hacia Rose aún con su mano cerrada sobre la garganta de la muchacha y la chica retrocedió aterrorizada. Un nuevo paso y volvió a retroceder. El rostro de la inmortal era completamente inexpresivo, carente de la mínima emoción. Rose retrocedió un poco más y sintió la fría y húmeda pared de piedra contra su espalda. Entró en pánico al saberse sin escapatoria. No es que importara mucho ya que si aquel par de vampiros querían acabar con ella les costaría lo que a un humano matar una mosca, solo que menos molesta. Pero no podía pensar de zona racional. Le costaba respirar, le quemaba la piel allí donde los dedos de la mujer tocaban y el miedo se agarraba como una serpiente venenosa en torno a sus sentidos. El sudor frío comenzó a recubrir su cuerpo y abrió la boca intentando desesperadamente inspirar una larga bocanada de aire fresco, pero solo consiguió marearse con el olor a cerrado y humedad de la cripta y sentir un pinchazo de dolor en la herida del labio que volvió a romper a sangrar.

La vampiresa, erguida cuan larga ella frente a ella a apenas un palmo de distancia, siguió con la mirada el hilo de sangre y se inclinó sobre ella. Lentamente, con una lentitud casi agónica, alzó la mano que le quedaba libre y con el dedo índice acarició el labio inferior de la muchacha hasta limpiar la sangre. Con ojos imperturbables contempló en silencio el rastro carmesí sobre su dedo pero en vez de llevárselo a la boca lo limpió sobre su túnica blanca dibujando una línea discontínua y escarlata.

Rose dejó escapar una bocanada de aire y fue por primera vez consciente de que había estado conteniendo la respiración. La vampiresa alertada por aquel débil sonido volvió a centrar su atención en ella. Se inclinó hasta que sus narices casi pudieron rozarse y la observó con la cabeza ladeada. Si hubiera sido un mortal Rose hubiera podido oler su aliento pero no había vida en aquel cuerpo, ni el menor rastro de aroma humano. Olía  a humedad y polvo al igual que las piedras de la cripta, olía a tierra y tiempo como olería una estatua particularmente antigua. 

Amaury volvió a balbucear algo en el trasfondo, Rose no sabía donde estaba, todo lo que entraba en su campo de visión era el rostro inhumano de la mujer; pero esta vez comprendió las palabras.

-Madre, te la he traído... Su sangre es poderosa... su sangre te dará fuerza... Bebe, madre, si tienes su sangre serás imbatible... Ya no deberás continuar tu sueño eterno... Bebe, madre, bebe...

Rose sintió que cada vello de su cuerpo se erizaba con cada palabra mientras la comprensión calaba en lo más hondo de su ser. Era... era comida... ¿Era así como iba a morir? Pensó en Marcus y Cecil a quienes había amado como a un padre, una madre, un hermano, un amigo,  un compañero inseparable... y se preguntó si así tratarían a sus víctimas. ¿Cómo se alimentaban? ¿De qué? Tantas preguntas que nunca se había atrevido a hacer... ¿Pero para los vampiros se reducía la raza humana a aquello? ¿Comida? ¿Cómo se sentirían cuidando de ganado? Recordó la preocupación que tan a menudo se reflajaba en los ojos de Marcus, el cariño en las palabras de Cecil... y supo que no era verdad. Ellos la querían. ¿Entonces cómo se sentirían al descubrir que había perecido a causa de alguien en quien confiaban y respetaban? ¿Cómo se sentirían al descubrir que había desaparecido? ¿Al encontrar su cuerpo drenado y sin vida? Si es que lo encontraban claro... Los vampiros eran después de todo expertos en hacer desaparecer cualquier rastro de su existencia.

Ahora el corazón le retumbaba dolorosamente contra el pecho, casi podía oírlo. Y la vampiresa se inclinó  más sobre ella. Rose pudo sentir el roce de su cabello de fuego contra la mejilla y contuvo el aliento. Entrecerró los ojos asustada. ¿Dolería? Según creía el mordisco de un vampiro era tan solo un breve y desagradable pinchazo seguido de una oleada de éxtasis que iba hundiendo a la víctima en un estado letárgico hasta que su corazón dejaba de latir. Era una forma dulce de morir.

Pensó en la energía negativa que flotaba en el cementerio. ¿Se convertiría ella también en un alma en pena incapaz de aceptar su muerte? ¿Rondaría por el camposanto sin razón ni destino? Al menos tendría a los antiguos nativos para hacerle compañía. ¿Pero serían agradables y comprensivos con los extraños después de haber sido masacrados? De algún modo los seres humanos eran capaces de guardar rencor por mucho tiempo.

La ridícula desconexión entre sus pensamientos casi logró hacerla sonreír. Si no tuviera una poderosa y antigua bebedora de sangre a punto de perforarle el cuello es decir. Su mente tenía la impresionante habilidad de divagar en los momentos más inesperados. Era un mecanismo que la protegía de los horrores del mundo. Había visto tanto para su corta edad que el sarcasmo y la ironía las envolvían como una segunda piel. De algún modo era incapaz de creer que iba a morir allí así, que todo iba a acabar para ella en un instante... de algún modo no era capaz de imaginar un mundo sin ella. Aunque sabía que el mundo seguiría adelante completamente indiferente y ajeno a su tragedia, incluso aquellos que la lloraran seguirían adelante y en algún momento la dejarían de llorar. Y el mundo continuaría como si ella nunca hubiera existido. Una vida humana era así de importante y a la vez carente de importancia. Frágil. Tal vez por ello los seres humanos se aferraban a ella con tanta fuerza, por eso buscaban una razón de ser, algo que diera sentido a sus vidas, alguien que los considerara importantes y los recordara...

La profundidad de su pensamiento le caló hasta dentro al tiempo que una voz gritaba en su mente que no quería morir. Se revolvió nerviosa, intentando en vano zafarse, pero tan solo consiguió que la mano en torno a su garganta se volviera férrea e inamovible y aún más dolorosa. Se sintió apretada con fuerza contra la frialdad de la pared, absolutamente indefensa, y no pudo evitar estremecerse.

Ajena a ella la inmortal alzó lentamente la mano libre que le quedaba y apoyó el dorso contra la mejilla cálida de la muchacha. Rose sintió un calambre, el cortocircuito de aquel poder ancestral contra su piel. La mujer entreabrió los labios, de una palidez casi mortal, y dejó entrever sus afilados colmillos. Rose tembló al tiempo que la fuerza abandonaba sus piernas. Lo único que la mantenía en pie era el fuerte agarre de aquella mano sobre su cuello.

La inmortal se agachó aún más sobre ella y Rose se preparó, en contra de su voluntad, presa del terror, se preparó para lo inevitable. Pero para su sorpresa aquellos afilados caninos no se cerraron sobre su garganta. En vez de esos observó con los ojos desorbitados por el miedo y la sorpresa como la vampiresa mordía su propia muñeca y se rasgaba la piel. Como rubíes la sangre comenzó a brotar, oscura y espesa. 

Antes de que la muchacha pudiera reaccionar tenía aquella muñeca ensangrentada apretada con fuerza sobrehumana contra su boca entreabierta. Sorprendida trató de zafarse pero la mano la mantuvo inmóvil y la muñeca se abrió sitio entre sus labios. La sangre comenzó a llenar lentamente su paladar con un sabor a muerte y viejo. Sintió nausea y trató desesperadamente de escupir pero no fue capaz siquiera de hacer el ademán. Y aterrorizada comprendió que no podía respirar, mientras la sangre continuaba llenando su boca y la mano contra su garganta la apretaba cada vez con más fuerza. Si no tragaba se ahogaría. Si no tragaba aquel líquido espeso y nauseabundo moriría...

La voz de Amaury volvió a llegarle esta  vez más cerca. Un grito de alarma. No logró comprender sus palabras pero sonaron a algo entre un horrorizado ¡No! y ¿Pero qué haces?

Y Rose sintió desesperadamente que necesitaba respirar. El aire ya no le llegaba a los pulmones y si no tragaba moriría. Si no tragaba se ahogaría...

Así que tragó.


viernes, 14 de septiembre de 2012

Tell me, little angel

Tell me, little angel,
who made you cry?
Who stole your smile?
Oh pretty little lady
you used to be so bright!
Tell me...
who broke your wings
so you couldn't fly?

I'll jump and collect your feathers
so you can reach the sky,
if you just try
you'll see it is only a hand-reach away

Never give up,
my little angel,
somewhere afar
your dreams are waiting,
you know you are the prettiest
even if no one can see it,
in your heart is hidden a heaven.

The sky used to be your realm
but now you've fallen and hurt
but still I'm here by your side,
you'll see even in darkness you shine.

I'll clean your falling tears,
if only I could draw a smile on your lips...
you are the brightest when you laugh
an angel is born in my heart.


Tell me, little angel,
who made you cry?
Who stole your smile?
Oh pretty little lady
you used to be so bright!
Tell me...
I'll bring back your wings
so you can fly!


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Devilish angel

I can still hear the footsteps
of your high heeled sandals
walking over my heart,
I cried in pain
you touched my chest,
twisted my soul
and ripped it off.

Did you have fun
playing with this souless pierrot?
Moving the strings,
making me love,
abandoning this homeless puppet
to die on its own?

I am not your Ken doll,
oh heartless barbie,
you played with me
and off you go.

I can still feel
the caress of your fingers
against my bare skin,
the words from your lips
promise me the sky,
oh devilish angel, tell me,
how can I reach so high
if I can't fly?

Did you have fun
playing with this wingless bird?
Making me free,
locking me up,
Cajoling me
between the bars of sweet despair?

I am not your pet,
oh heartless mistress,
you broke my wings
and off you flee.

Will the fall hurt?
Surely it is hard
waiking to reality at last,
at night I lay in bed
completely awoken
dreaming of her,
feeling discarded,
love was her game
I was her puppet,
she was my master.

Oh heartless mistress,
oh devilish angel,
robbing my heart,
walking on my feathers,
making me a broken marionette,
a hopeless phantom of regret.



domingo, 9 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO: PARTE 12

Parte 12: Los muertos nunca duermen
Rose se sobresaltó cuando la puerta se cerró a sus espaldas, pero se cuidó bien de demostrarlo. Ajeno a ella, su particular anfitrión hizo un ademan para que lo siguiera y dándole la espalda echó a andar con paso elegante por el cementerio. Sin un segundo de demora la muchacha se apresuró a trotar tras él.
Era noche cerrada. La luz en el camposanto era escasa y debía apresurar el paso para no perder de vista la esbelta espalda del vampiro. A medida que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad Rose comenzó a distinguir las siluetas de las lápidas, las flores secas que las adornaban y los altos cipreses que aquí y allá bordeaban en camino, un bonito sendero pavimentado en piedra que abría la marcha colina arriba entre arbustos y rosales. De vez en cuando una vieja estatua o una pequeña fuente amenizaba la vista. Era un lugar agradable para dar un paseo... a la luz del día y en compañía viva a ser posible.
Pese a todo su acopio de valor y raciocinio, Rose no podía dejar de sentir cada vello de su cuerpo erizarse en alarma. La magia allí era poderosa y antigua, tan vieja como los huesos que reposaban bajo tierra o incluso más. Y aunque sutil palpitaba en cada uno de los objetos allí presentes: en sus piedras y en sus rocas, en las lápidas, los árboles, las flores e incluso las estatuas. Se enredaba sinuosa en torno a los vivos, cómo queriendo arrastrarlos a su sino, queriendo desvelar el misterio de su vida. Y Rose era la única mortal presente y viviente en los dominios de aquella magia ancestral. Creía recordar que aquel cementerio se remontaba a una época previa a la fundación de la ciudad, cuando los nativos salvajes de aquellas tierras habían enterrado a sus muertos bajo itinolitos. Imaginó a todos aquellos espíritus furiosos y confusos, los que habían sido masacrados por los invasores que habían construido la ciudad, removiéndose en sus tumbas por la injusticia. Si lo pensaba su ciudad había sido erigida sobre un baño de sangre. Aquello siempre atraía muchas malas vibraciones. Tal vez por ello había tal número de criaturas sobrenaturales pululando por sus calles, la vieja magia de la sangre y la justicia era un imán poderoso. No pudo evitar estremecerse.
-¿Frío?- inquirió Amaury volviéndose hacia ella con una ceja enarcada, sin duda malinterpretando su temblor. Se movía por el cementerio como por su propia casa y Rose se preguntó cuántas veces habría estado allí- No te preocupes, ya casi estamos.
 No se molestó en contradecirle. Prefería que pensara que se estremecía de frío y no de miedo. En vez de eso alzó la vista y observó los alrededores con renovada atención. Habían llegado a la parte más señorial del cementerio, donde se erguían los grandes panteones familiares de las familias adineradas y poderosas de la ciudad. Algunas parecían antiguas, se remontaban a la fundación del primer pueblo y estaban construidas en piedra adornadas por imponentes estatuas variadas: las había con ángeles, vírgenes y santos y también los que habían elegido unas figuras más paganas en general mitológicas como esfinges o caballos alados. Pero todas estaban bien cuidadas y resultaban innegablemente hermosas, se alzaban ante el visitante como grandes señoras de tiempos antiguos que guardaran celosas los secretos de sus muertos. Rose se sintió sobrecogida ante su poderosa y trabajada belleza.
A medida que se adentraban más y más los mausoleos se iban volviendo más antiguos, algo descuidados incluso, algo más sencillos, pero no menos sobrecogedores en absoluto. Amaury se detuvo frente a una cripta de piedra gris, cuadrada y sin apenas adornos, por cuyos muros desnudos había comenzado a trepar una espesa mata de hiedra verde oscura, gruesa y fuerte por el paso de los años. Rose se detuvo tras él sobresaltada y alzó los ojos para contemplar la misteriosa construcción. Se sintió trasladada a un mundo mágico como los que habitan en las leyendas célticas y los cuentos de hadas. 
-Aquí es- repuso Amaury con suavidad pero con un tono que no dejaba lugar a réplica.
-¿Aquí?- repitió algo confusa. ¿Qué diablos iban a hacer en una cripta que parecía abandonada hace al menos un siglo a medianoche? Sintió que el vello de su cuerpo se erizaba, allí la magia era aún más antigua y poderosa, parecía manar de cada resquicio entre las piedras casi como si llorara. Miró a su anfitrión con cierta aprehensión. Puede que aquello no fuera tan buena idea después de todo.
-En efecto, hemos llegado.- el inmortal sonrió apaciguador y con una elegante floritura de mano la pesada puerta de la cripta se echó a un lado dejando una abertura cuadrada en la roca, casi como una herida.
- Adelante, Rose, no tengas miedo. Sabes que nunca te haría daño.
Rose se estremeció ante la familiaridad con que pronunciaba su nombre. ¿Nunca la haría daño? ¿Lo sabía? Pensándolo bien... ¿qué sabía de Amaury en realidad?
- Adelante-insistió el vampiro- Alguien está esperando para conocerte.
¿Alguien más quería conocerla? ¿Quién?- Rose pensó- ¿Tal vez el cuarto guardián al que no conocía? Una extraña emoción burbujeó en su interior. Quería conocerlo, quería saber la verdad sobre si misma. ¿Por qué tenía el don de ver lo sobrenatural? ¿Por qué había cuatro vampiros a su cargo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Las mil preguntas sin respuesta martilleaban en su cabeza, las preguntas que se había hecho desde que tenía uso de razón y que nadie jamás había contestado. Esa duda existencial con la que cargamos todos los seres humanos pero que en Rose era más poderosa que nunca. ¿Quién soy?
Pero si iba a conocer al último de sus guardianes... ¿por qué a espaldas de Cecil y Marcus? ¿Por qué no debían enterarse sus padrastros? ¿Había alguna razón por la que no debiera conocerlo? ¿Alguna razón peligrosa?- murmuró una vocecita tímidamente en la parte trasera de su conciencia.
-Entra- repitió Amaury y esta vez Rose pudo sentir el poder ancestral en sus palabras. No era una petición sino una orden.
Y de pronto Rose no tuvo ninguna duda de que debía entrar, de que quería entrar... de que deseaba saber con todas sus ansias lo que había allí abajo. 
"Y la curiosidad mató al gato"- sonaron las palabras de Cecil en el fondo de su cabeza pero la parte consciente de su mente se apresuró a apagarlas.
-Con permiso- murmuró la muchacha cohibida a media voz y dando un paso adelante, se agachó y entró.
Dentro estaba oscuro y olía a humedad, antigüedad y cerrado; como una tumba en la que no ha puesto pie un ser vivo en los últimos trescientos años. Incapaz de ver nada más allá de un palmo de su propia nariz, Rose se apoyó con la pared en busca de una guía. Al instante la apartó al sentir la piedra fría y húmeda recubierta de musgo pegajoso.
Amaury entró tras ella sin reservas y chasqueó los dedos. Al instante se hizo la luz. Decenas de velas colgadas de las paredes se encendieron lanzando un juego de sombras y luces anaranjadas sobre la estancia. Se encontraban en una habitación rectangular completamente vacía y desnuda, cuyos muros de piedra se habían oscurecido por la humedad y el tiempo y estaban recubiertas aquí y allá de musgo oscuro y otras plantaciones menos reconocibles. Las velas continuaban por un hueco en el suelo para descubrir unas empinadas escaleras que parecían haber sido labradas directamente en la roca y descendían al subsuelo.
Amaury tomó una de las velas de la pared y como quién camina por su propia casa lideró el camino escaleras abajo. Tras un breve instante de duda Rose lo siguió. No escuchó el chasquido de la piedra cuando la puerta se cerró a sus espaldas.
-Creía que eso de los vampiros y las criptas no eran más que leyendas urbanas- comentó en parte porque se sentía intrigada y en parte por iniciar una conversación que matara aquel silencio opresor que amenazaba con aplastarla. Cualquier cosa por distraerse de aquella sorda inquietud que comenzaba a trepar como un ejército de hormigas por su espina dorsal.
-Y lo son en general- contestó Amaury sin volverse- Todo eso sobre dormir en ataúdes, vivir en tumbas o en castillos abandonados llenos de murciélagos y telarañas... - el vampiro hizo un ademan como si espantara un insecto particularmente repugnante- es puro cuento inventado por humanos. Piénsalo, pudiendo dormir en mullidas camas de plumas y vivir en cómodas mansiones modernas o grandes apartamento con vistas increíbles a la ciudad... ¿quién querría dormir apretujado e incómodo en un ataúd? Salvo esos neófitos que han sido influenciados demasiados por la cultura mortal y creen que un féretro y una cripta son el último grito vampírico... Las juventudes siempre han estado un poco locas- su voz denotaba cierto desdén amargo pero se volvió seria cuando prosiguió- Claro que tampoco es como si realmente durmiéramos. Tú debes saberlo que los vampiros no necesitamos dormir, no físicamente al menos. Pero a veces necesitamos descansar de nuestras vidas, de nuestras mentes, de nuestra carga moral... es cuando entramos por voluntad propia en ese estado catatónico al que llamamos sueño aunque cualquiera que nos viera nos creería cadáveres. Bueno, técnicamente lo somos. Cadáveres- se encogió de hombros- Algunos "sueños" duran poco, apenas unas horas, unos días, unos meses... años incluso. Pero algunos vampiros muy antiguos, los que han vivido más de lo que su mente es capaz de soportar, entrar en lo que llamamos "el sueño eterno" y pueden estar en ese estado inconsciente durante siglos, algunos dicen que incluso la eternidad. Son generalmente los que se han cansado de vivir pero no pueden morir. Sabes lo difícil que es que muramos, sobre todo si somos poderosos y centenarios. Imagina lo que un vampiro milenario debe acarrear sobre sus espaldas...- Rose se lo imaginó y se estremeció sobrecogida. Siglos y siglos de muerte, de matar y ver morir, de ver cambiar el mundo pero donde las guerras nunca acaban y la naturaleza humana sigue igual. Para un mortal era una idea a partes iguales fascinante como espeluznante- Para esos vampiros que buscan el descanso un mausoleo, un cementerio, una cripta... es un buen lugar porque difícilmente nadie lo molestará allí. Para el resto de nosotros, los que aún tenemos voluntad de vivir, preferimos las múltiples comodidades que ofrece la vida contemporánea.
Pensó en Marcus y Cecil. Nunca les había preguntado por su edad pero calculaba que se remontaba a al menos varios siglos atrás. Para un vampiro era un asunto muy íntimo hablar de su muerte y su vida antes de ella, el tiempo cuando había sido un humano mortal. ¿Se sentirían a veces cansados, atormentados por los años y las vivencias? Estaba segura de que sí, especialmente el siempre protector y serio Marcus. ¿Aunque cuántos secretos podía albergar la sonrisa fácil de Cecil? Aquella sonrisa que no siempre tocaba sus ojos celestes...
-Cuidado con el último tramo de escaleras- comentó Amaury.
Con el corazón retumbando contra su pecho por la emoción y la inquietud de lo que pudiera esperar abajo, Rose casi salto los últimos escalones y se detuvo para contemplar al tiempo que Amaury se hacía a un lado. La empinada escalera terminaba en una pequeña estancia rectangular idéntica a la anterior e igual de desnuda pero a varios metros bajo tierra. Pero ésta no estaba vacía. En su centro un largo sarcófago de mármol descansaba abierto y tenuemente iluminado por la luz danzarina y anaranjada de las velas que colgaban de las paredes de la cripta. El sarcófago era hermoso en su sencillez, sin grandes pretensiones y complicadas estatuas, estaba bien pulido y resplandecía bajo la luz de las velas con un millar de intrincados grabados en una lengua que la joven desconocía.
Atraída por una fuerza extraña Rose dio un paso al frente y luego otro. Cuidadosa, fascinada y casi temerosa, hacia el féretro. Se detuvo a escasos centímetros y se asomó a él. En su interior yacía una mujer, la mujer más hermosa que Rose hubiera visto nunca, una que haría palidecer de envidia a Lucrecia Borgia o la mismísima Elena de Troya y muchas otras que se habían considerado bellezas a los largo de la historia. Alta y esbelta, su piel morena relucía bajo las velas como el mármol de su sarcófago en contraste con la larga melena de rizos rojos que caía como una cascada de fuego sobre sus hombros desnudos. Ni el mismo Miguel Ángel podría haber podido jactarse de esculpir aquel rostro ovalado y hermoso, de pómulos altos y nobles, nariz recta, cejas finas y curvadas sobre sus ojos cerrados de largas y espesas pestañas oscuras y unos labios rojos y jugosos que incluso incitaban a Rose a besar siendo ella misma mujer. Era el tipo de belleza que describen las Odas griegas y que embelesa a los mortales, esa que nunca debería existir en este mundo por peligrosa, la belleza de un inmortal.
Su único atuendo era una sencilla túnica blanca que se abrazaba a sus curvas como una amante celosa y sin mostrar nada dejaba poco a la imaginación. No llevaba joyas, maquillaje ni adornos, ni tan siquiera sandalias, pero tenía el porte de una gran reina, una que pudiera haber regido sobre el mundo entero, una que hubiera podido someter a cualquier hombre con una sola mirada.  Y Rose sospechaba que así habría sido una vez.
-¿Quién es?- preguntó en un susurro ronco, sobrecogida. El poder palpitaba crudo y fuerte bajo la piel de la mujer, dormido pero ansioso, sediento y devastador.
-Mi madre- respondió Amaury a sus espaldas, su la voz áspera por una emoción que rozaba en la más absoluta devoción.
Rose supo que no se refería a su madre biológica, sino a la que lo había convertido en vampiro, la que le había dado su sangre y despertado a la vida eterna. Si es que se le podía llamar vida a la muerte. Era extraña la relación entre un bebedor de sangre y su creador, era un lazo irrompible y poderoso que los ataba durante toda la eternidad el uno al otro. Algunos vampiros odiaban a aquel que los había convertido, lo culpaban de todos sus crímenes y pecados, como la fuente de todas las desgracias y aun así no eran capaces de dejar de adorarlo. Otros los veneraban como a dioses, los amaban como a padres, y a pesar de todo a veces se sentían repugnados por su presencia. Estaba claro que Amaury era del tipo que adoraba incondicionalmente a su madre, hasta la misma destrucción. Era una clase de amor debastador y peligroso donde a menudo los límites y las líneas no eran claras. A veces eran creadores y amantes, otras señores y siervos, otras hijos, amigos, confidentes, esclavos o incluso mascotas. Realmente era una relación más compleja de lo que una joven e inmadura mente mortal pudiera comprender.
-Está... está...- tartamudeó Rose sin encontrar las palabras adecuadas, inclinándose más sobre la mujer hasta que casi pudo tocar su hermoso rostro.
-Está "dormida"- contestó Amaury con suavidad, con una dulzura que no lograba empañar del todo la amargura de su voz- Por eso te he traido aquí, porque tal vez tú puedas ayudarme a despertarla...
-¿Yo?- inquirió Rose sorprendida sin poder apartar la vista fascinada del rostro de la mujer dormida- No lo entiendo... ¿Cómo puedo ayudarte yo?
No sintió al vampiro acercarse, moverse sigiloso a sus espaldas y cerrarse sobre ella.
-Porque madre quería conocerte- musitó. Esta vez más cerca, casi en su oído, pero hipnotizada como estaba por la mujer del sarcófago no se dio cuenta.
-¿A mí?- repitió Rose confusa.
-A alguien como tú- susurró y su aliento acarició la piel de su mejilla e hizo erizarse el vello de su nuca.
Se sobresaltó, de pronto completamente despierta e hizo ademan de volverse al tiempo que comenzaba a exclamar un breve "¿Pero qué..." 
Todo ocurrió tan deprisa que no fue capaz de reaccionar. Aunque de haber podido tampoco hubiera sido capaz de evitarlo. Con una mano férrea el vampiro inmovilizó su rostro y le plantó un beso en los labios, un beso rápido pero rudo y fuerte. Sintió sus labios duros y fríos apretarse contra los suyos, muertos, y su boca entreabrirse para dejar paso a su lengua. No había ni un deje de pasión ni sentimiento en aquellos labios. Aterrorizada con los ojos abiertos de par en par y el corazón a punto de desbocarse contra sus costillas Rose se sintió absolutamente atrapada, incapaz de moverse e impotente, a completa merced del inmortal y aquellos ojos aguamarinas inexpresivos fijos en ella pero que no la miraban. Y en aquella décima de segundo cayó en la cuenta por primera vez de algo, que las sonrisas dulces y paternales de aquel hombre en ningún momento habían alcanzado sus ojos. ¿Cómo no lo había visto antes? Porque era un maestro del engaño, un actor con siglos de experiencia en el arte de la mentira. Los había engañado a todos, incluso a Cecil y Marcus... si tan solo hubiera confiado más en ellos... si tan solo... Pero ahora lo veía claro, con claridad cristalina, aquellos labios gélidos que la besaban, aquellos ojos indiferentes que la miraban sin ver... para Amaury ella no era sino un objeto, un utensilio a utilizar. ¿Pero para qué?
Sintió una breve punzada en el labio cuando un colmillo afilado lo rasgó sin miramientos. Quiso gritar de dolor pero le faltó el aliento y en aquel instante terminó el beso. Pero lejos de soltarla el vampiro la sostuvo por la nuca con fuerza sobrenatural y obligándola a girar, la hizo inclinarse sobre el féretro, sobre la mujer que descansaba en él, tan cerca que casi tocaba su rostro inexpresivo con sus propios labios. Aterrorizada la observó, la inexpresividad con que los muertos descansan por la eternidad, completamente serena y ajena a la lucha que se llevaba a cabo sobre su lecho. Sintió una gota de sangre, cálida y con olor a óxido resbalar desde su labio y con ojos horrorizados la vio caer sobre la mejilla de la pelirroja. Descendió roja y resplandeciente como una lágrima dejando un surco carmesí sobre su piel tersa y perfecta. 
Por un instante que pareció eterno no sucedió nada, absolutamente nada, y todo lo que pudo oír Rose fue el sonido irregular de su propio corazón en la garganta mientras el sabor salado de la sangre llenaba su boca.
-No lo entiendo... - musitó Amaury, su voz sonaba cansada, vieja, rota y vencida- Esto debería funcionar... Estaba seguro de que esto funcionaría...
La garra que la apresaba se volvió más débil y Rose respiró aliviada al verse casi libre. Pero las piernas le temblaban a incapaz de levantarse permaneció durante un instante allí quieta y en shock, medio tendida sobre el sarcófago. Mientras la gota de sangre continuaba su lento descenso hasta los labios y el rostro dormido de la vampiresa continuaba ajeno e inexpresivo. Y mortalmente bello. 
Y entonces abrió los ojos. De par en par. Unos ojos grandes y verdes. Como esmeraldas. Inexpresivos como la muerte. Unos ojos vacíos como los de una muñeca de cristal. Y antes de que Rose pudiera siquiera gritar, la mujer de los ojos muertos se abalanzó sobre ella.