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viernes, 28 de diciembre de 2012

La primera impresión

Ella entró en clase, él posó sus ojos en ella y en ese pequeño instante las vidas de ambos cambiaron inevitablemente.

Lo primero que le llamó la atención de ella no fueron sus turgentes pechos, ni sus largas piernas (probablemente porque el uniforme escolar no permitía tantas libertades) tampoco aquellos jugosos labios que más adelante descubriría sabían susurrar desde las más tiernas palabras de amor a incitar el pecado con los besos más apasionados; ni siquiera fueron aquellas suaves manos en cuya calidez habría de encontrar el camino, un tenue interlineado entre la salvación y la perdición. No, lo que primero le llamó la atención de ella fue su cabello, castaño, rebelde y corto como el de un muchacho. Lo segundo fueron sus ojos, redondos, relucientes y almendrados; portales que defendían los misterios tras su mirada. Nadie sabe qué vio en ese instante pero quedó irremediablemente prendado de ella. Y  ese recién descubierto sentimiento lo cambió todo.

Lo primero que le llamó la atención de él fue... absolutamente nada. No, nada no, mentiría si dijera que no llamó su atención. Fue aquella presencia que llenaba todo el espacio que lo rodeaba, un cuerpo atlético y fuerte que desbordaba carisma, una fuerza que absorbía el mundo y se adueñaba de la atención. Era el tipo de persona desbordante que la ponía nerviosa y la hacía sentir insegura, el tipo de persona que consideraba peligrosa, el tipo de persona que tendía a eludir. Solo que esta vez no podría escapar de esa fuerza arrolladora que amenazaría con destruir su pacífico mundo y cambiar su vida para siempre. 


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