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martes, 18 de diciembre de 2012

En el cenicero de la vida

Jamás debí haberlo amado, lo sabía. Pero a pesar de todo no pude evitarlo, aun si era consciente de que ese amor me consumiría decidí amarlo hasta el final de sus consecuencias. Como una colilla suicida me lancé al cenicero donde aquel hombre había desperdiciado su vida. Y lo amé. Y me dejé amar.

Era como un cigarrillo, aquel hombre lo era. Adictivo y tóxico. Una bocanada no mataba pero vivir respirando el humo gris de su existencia podía ser mortal, marchitar incluso la flor más fuerte. Yo nunca había tenido adicciones hasta que lo encontré a él y se volvió mi adicción, un tóxico más potente y peligroso que ninguna otra droga de diseño. Nuestro amor.

Aquel hombre que era como un cigarrillo. Alto, esbelto y pálido con el pelo color ceniza. Su rostro rectangular y masculino siempre a medio afeitar, raspaba cuando me besaba pero a mí no me importaba, era parte de su autenticidad. Al igual que su voz baja y áspera, sus manos callosas pero hábiles, aquellos dedos largos que con maestría siempre sostenían un cigarro entre sus labios. Aquel cigarro que estaba segura alguna vez consumiría su vida, pero que yo también amaba porque era parte de él. De su ropa con olor a tabaco, del humo que incluso se adhería a su piel, de sus besos, esos besos que sabían a decadencia y tabaco… y sobretodo de sus ojos, aquellos ojos de ciencia ficción que cambiaban de color según su estado de ánimo. Verdes, azules, grises, negros… Aquellos ojos siempre semiocultos bajo los mechones rebeldes que se escapaban de su cabello para cubrir su frente, aquellos ojos que raramente me miraban de frente pero que cuando lo hacían era con tal intensidad que todo mi mundo se veía absorbido por ellos. Mi vida era tan cambiante como sus ojos, pero gracias a él a pesar de estar siempre envuelta por el humo de su cigarrillo nunca fue gris.

Sí, amé a aquel hombre que era como un cigarrillo desesperadamente. Debí haber sabido que un cigarro se consume pronto pero la adicción dura por siempre. Pero como para tantas cosas era demasiado joven para comprenderlo. No es como si importe, si volviera atrás tomaría las mismas decisiones y lo amaría igual de desesperadamente. Me consumiría junto a él en el cenicero de la vida.

 Quién sabe, puede que siendo humo y libre pudiera volar al fin hacia la felicidad.


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