Rose despertó sobresaltada con un grito de angustia que le surgió de la profundidad de la conciencia. Se llevó la mano a la garganta, allí donde una mano muerta había dejado su marca, y luchó por respirar.
Al instante dos hermosos rostros consternados se cerraron sobre ella. Rose vio la preocupación reflejada en los ojos de Cecil y Marcus y se supo a salvo. Pero no se tranquilizó porque aunque eran los rostros conocidos con los que había crecido desde la más tierna infancia era como si los viera por primera vez. ¿Había tenido Marcus siempre aquella diminuta cicatriz en forma de media luna, apenas del tamaño de una uña, sobre la ceja derecha? ¿Desde cuando resplandecía suavemente la piel marmórea de Cecil y el pálido oro de sus cabellos? ¿Había habido antes motas doradas en sus iris azules? Era como ver lo conocido, lo cotidiano, con nuevos ojos, con una nueva lente de mejor resolución. El mínimo detalle cobraba vida y un nuevo significado.
Alzó la vista confusa de aquellas caras conocidas y a la vez extrañas y echó un vistazo alrededor. De algún modo se encontraba de vuelta en su dormitorio, a salvo en su propia cama, protegida en el abrazo del conocido peso de sus sábanas, con el aroma habitual a libros, polvo y rosas. ¿Rosas? ¿Desde cuándo la fragancia de las rosas del jardín trepaba por su ventana? Si se concentraba podía oler también la tierra húmeda... alguien había regado... la madera recién cortada... el jardinero debía de haber podado el seto... e incluso la tormenta en la distancia. Era una sensación extraña pero estaba convencida de que iba a llover.
La habitación estaba sumida en la semipenumbra con las persianas fuertemente cerradas pero Rose era capaz de distinguir cada detalle en aquella opresiva oscuridad. Sin forzar la vista, sin dificultad, tan claro como si fuera de día o incluso mejor. La huella de un dedo en el espejo, el imperceptible balanceo de la lámpara, una mota de polvo atrapada en el aire, la cuenta de un collar que había rodado tras el escritorio...
Tomó una larga bocanada de aire.
-Tranquila, Rose, tranquila. Estás a salvo, estás en casa, aquí nadie te hará daño- habló Marcus con delicadeza confundiendo sin duda su estado de agitación con miedo y desorientación.
Rose lo oyó pero no le prestó atención porque oía... también oía... el runruneo de un coche en la calzada, el maullido de un gato en el tejado vecino, el ulular de un búho en el bosque, el llanto de un niño en la mansión de enfrente...
Y veía las motas de polvo suspendidas en la oscuridad.
Y olía que se avecinaba la tormenta.
Y entonces el trueno retumbó en la distancia pero con tanta fuerza que pareció retumbar en su propio tímpano.
Con un gesto de dolor y sorpresa la muchacha se llevó las manos a las orejas y gritó.
-¡Rose!- la voz de Cecil le llegó alarmada y cercana- ¿Qué ocurre?¿Te duele algo? ¿Dónde? ¿Qué?
Rose abrió los ojos y lo miró, solo entonces fue consciente de que los había cerrado con fuerza. Pero aún así no necesitó acostumbrarse de nuevo a la oscuridad, era casi como si le perteneciera. Vio el miedo atrapado en la mirada azul del vampiro.
-Te... te veo- susurró la joven con voz ronca.
Cecil parpadeó sorprendido y compartió una mirada preocupada con Marcus.
-Bueno, bien, me alegro de que me veas pequeña rosa. No estás ciega-contestó el rubio con suavidad forzando una sonrisa. Pero Rose lo vio, la preocupación en sus ojos. No la había entendido. ¿Se estaba preguntando si se había vuelto loca?
Espera... ¿Tal vez se había vuelto loca?
Sacudió la cabeza y centró la vista en ambos vampiros.
-No, no es eso...- la voz le falló carraspeó y volvió a intentarlo. A lo lejos retumbó otro trueno y Rose se estremeció- Puedo oír, ver y oler con una claridad que nunca antes había experimentado. Es... es... sobrehumano.
Otra mirada cómplice y esta vez un brillo de comprensión se reflejó en los ojos de ambos vampiros.
-Es la sangre- explicó Marcus con suavidad.
-¿La sangre?- repitió Rose confusa, aún sentía la mente confusa y algo embotada, como si acabara de despertar de una larga y terrible pesadilla que no quería recordar.
¡La sangre! Lo recordó de improviso. Con toda suerte de detalles. El líquido espeso y nauseabundo descendiendo por su garganta. El miedo, las náuseas, la sensación de ahogo y le sobrevino una arcada. Se llevó una mano a la boca para acallarla y se preguntó si aún estaría a tiempo para vomitarlo todo, purgar su cuerpo de aquel asqueroso recuerdo. ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente? Un momento... ¿cómo había llegado a su cuarto? ¿Cómo habían logrado salir con vida de la cripta, de las garras de dos vampiros ancianos y psicóticos?
-¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que estamos vivos? ¿Por qué me dio a beber su sangre? ¿Es Amaury un traidor?- las preguntas escaparon de sus labios a borbotones sin darle tiempo apenas a respirar entre frase y frase.
Cecil la miró, sus ojos chispearon con un baile de motas doradas que Rose nunca había visto antes y echando la cabeza hacia atrás dejó escapar una sonora carcajada. La muchacha lo contempló asombrada. ¿Siempre había sonado tan melódica y cristalina la risa de Cecil?
Marcus le dirigió una mirada de reproche.
-¿Crees que ahora es el momento?
-Lo siento, lo siento- el vampiro rubio levantó una mano en señal de paz al tiempo que se secaba cómicamente una lágrima imaginaria del ojo como lo haría un humano- Es solo que me alegro tanto de ver a nuestra pequeña rosa tan curiosa como siempre que no he podido evitarlo.
Marcus no pudo disimular la sombra de una sonrisa.
-Es un alivio- suspiró- Por un momento allí temí que llegáramos demasiado tarde...- se cortó de lleno y lanzó una mirada cautelosa a Rose.
Esta vez fue el momento de Cecil para lanzarle una mirada cargada de reproche.
-Siempre tan negativo...- gruñó a media voz y antes de que el moreno tuviera tiempo a contestar se giró hacia Rose y le dedicó una sonrisa apaciguadora- Pero será mejor que hagas las preguntas de una en una, pequeña rosa. Bien... ¿cuál era la primera? ¿Por dónde empezamos?
-Nos dejó marchar- interrumpió Marcus con tono severo.
-¿¡Qué!?- Rose se volvió hacia él como una exhalación- ¿Qué quieres decir con que nos dejó marchar?
-Ay, Marc, siempre tan directo. ¿No puedes ayudar a crear un poco de ambiente antes de revelar nuestra gloriosa huida?- protestó Cecil con tono jocoso utilizando a propósito el diminutivo afectado que al moreno tanto desagradaba.
Marcus pasó su crítica convenientemente por alto.
-Innana nos dejó marchar.
-¿Así sin más?- exclamó la joven incrédula- ¿Solo nos dejó ir?
-Sí, después de que perdieras el conocimiento nos dijo que te cogiéramos y nos fuéramos.
-¿Sin pedir nada a cambio? ¿Sin una pelea?
De algún modo había imaginado una batalla épica de colmillos y garras hasta el borde de la muerte. Su último recuerdo era el de dos feroces Marcus y Cecil con un acorralado Amaury, dispuestos a arrancarle el corazón de cuajo y sin un pestañeo. ¿Cómo habían pasado de aquella voraz escena a una anodina separación?
Los ojos de Marcus se ensombrecieron.
-Si hubiéramos peleado no estaríamos aquí en estos momentos. Innana tiene la capacidad de reducirnos a cenizas con poco más de lo que tú necesitarías para prender una cerilla.
-Oy, tampoco nos quites todo el mérito- se quejó Cecil- También teníamos a su querido hijo entre la espada y la pared. ¿o debería decir entre la pared y la estaca?
Marcus se volvió a mirarlo con gravedad.
-¿Crees que eso hubiera detenido de verás a Innana?- lo reprendió- Si hubiera querido ahora mismo no quiero pensar lo que pudiera quedar de nosotros.
-¿Entonces todas esas amenazas no eran más que un farol?- preguntó Rose de pronto sobrecogida al comprender la magnitud del lío en que se había metido.
-Oh no, me hubiera asegurado de arrastrar a ese maldito bastardo traidor conmigo al infierno- Marcus le dirigió una torva sonrisa, torcida y amarga.
Rose se sobresaltó. Jamás había oído a Marcus hablar de aquella manera, al pacifista y sereno Marcus... Pero comprendió que no mentía, había un odio profundo en cada una de sus palabras.
-Por suerte antes de llegar a eso Innana nos dejó marchar.- intercedió Cecil con tono apaciguador- Nos ordenó sería el término correcto imagino.
-¿Pero por qué? ¿por qué después de todas las molestias dejarnos marchar así sin más?- Rose estaba cada vez más confusa.
-Supongo que ya había conseguido lo que quería- contestó Cecil encogiéndose de hombros.
-¿Pero el qué?- Rose pensó desesperadamente en todo lo que había ocurrido, en cada detalle. ¿Qué había pasado? Nada, Innana tan solo le había dado a beber su sangre, entonces...- ¿Quería que bebiera su sangre? ¿Por qué?
-¡Qué me zurzan si entiendo lo que piensan esos vampiros milenarios!- gruñó Marcus, su gesto cada vez más sombrío.
Cecil le palmeó la espalda con ademan tranquilizador.
-Al menos eso responde a tu primera pregunta- comentó el vampiro rubio con una media sonrisa de disculpa- La sangre que bebiste parece que te ha dado poder. Igual que cuando te administro mi sangre.
-¿Qué quieres decir con que le administras sangre?- se escandalizó Marcus girándose hacia él con gesto amenazante. Enfadado resultaba realmente aterrador, pero a favor de Cecil ha de decirse que apenas se inmutó.
-Sabes lo inquieta que es nuestra rosa. Te sorprendería la cantidad de veces que mi altruista donación de sangre le salvado la vida o al menos de algún hueso roto.
"Hace apenas unos días sin ir más lejos"- recordó la muchacha pero no dijo nada- "Y así empezó todo"
Marcus lanzó a Cecil una mirada fulminante que contrarrestó con su sonrisa más inocente.
Rose los ignoró a ambos.
-Pero cuando bebo tu sangre no siento esta diferencia. Es más como un leve cosquilleo pasajero y una cura urgente en caso necesario, pero no cambian mis capacidades. Ahora... ahora...- miró alrededor como intentando encontrar las palabras adecuadas, como si la explicación pendiera del aire- es como si tuviera sentidos superfinos, como si fuera de alta definición... casi...casi vampírico.
Se heló al pensarlo. ¿Vampírico? ¿Así que así era como veían, olían y oían los vampiros? Hasta el detalle más nimio, el suspiro más insignificante era absoluto para ellos. ¿Sentidos vampíricos?
-Son vampíricos- corroboró Marcus- La sangre de Innana es mucho más poderosa de lo que la de Cecil puede llegar a ser. Por eso las capacidades que adquieras con ella también son proporcionalmente mayores.
Rose pestañeó y lo miró alucinada. ¿Mayores? ¿Cuánto mayores? De pronto sintió el cosquilleo de la curiosidad bullir en su interior. ¿Cuánto podría lograr con sus recién adquiridos poderes? ¿Y por qué querría Inanna que los adquiriera? Cada pequeña pregunta que respondía no daba sino pie a nuevas y más complejas preguntas. Y seguía sin saber qué era exactamente ella y porque la vampiresa había querido atraerla. Amaury le había prometido respuestas que nunca le había dado. No había sido sino una trampa aprovechándose de sus debilidades, su sed por desvelar el misterio tras su existencia y ella había caído de lleno en ella. ¿Pero y si Amaury sabía algo de verdad?
-Pero por suerte el efecto es pasajero.- continuó el vampiro malinterpretando una vez más su silencio- No tienes de que preocuparte, pronto volverá todo a la normalidad.
¿Pronto? ¿Cómo de pronto?
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