Lleno una caja de cartón
con tus cds, tus regalos,
una vieja camiseta
que aún viste tu olor.
Tiro las fotografías de los dos,
borro tus mensajes
y quemo tus cartas de amor.
Pero ¿por qué...
por qué no puedo tirar también nuestros recuerdos?
¿por qué no puedo quemar también mi corazón
y borrar el sabor amargo de tu adiós?
Y me arrepiento,
en el instante en que la rabia
toma un tren directo
a la autodestrucción,
y me sorprendo
contigo en mi recuerdo,
buscándote en mis sueños,
anhelando tan solo
un segundo más de amor.
Y abro la caja de cartón
donde guardo tus recuerdos,
abrazo la ilusión
que fueron nuestros momentos.
Y me doy cuenta
de que no he tirado una sola de nuestras fotografías,
que tus mensajes siguen en mi memoria
y que tus cartas de amor aún no son cenizas.
¿Pero por qué...
por qué no puedo retenerte a ti también?
¿Por qué no puedo enmarcarte en mi pared
y hacerte eternamente mío?
Y me pregunto
en el momento en que la melancolía
compra un billete al pasado
y me desvía
en qué instante nos confundimos de tranvía
y tú tomaste otro raíl
mientras yo atrás en la estación
te despedía.
Pero ya no hay vuelta atrás,
he corrido hasta el final
y el tren ya se va,
ya ni puedo ver tu cara...
y el último carbón
que alimentaba nuestros sueños
se esfuma en una voluta de ilusión
y de pié en la estación
con una maleta de recuerdos
digo adiós a las promesas
que se fueron.
Doy media vuelta,
llevo sobre los hombros a cuestas
nuestra relación,
visto de desencanto hoy
pero tal vez mañana
encuentre otro color
y deje de querer quemar mi corazón
y pueda pasar las hojas del álbum
de nuestra historia de amor
con una sonrisa nostálgica
y sin dolor.
Y camino,
mis pies me llevan a una nueva dirección
donde eres un pasado sin sabor amargo,
donde tus recuerdos no son
sino parte de quién soy.
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