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lunes, 17 de septiembre de 2012

EL HILO ROJO PARTE 13

PARTE 13: 

Rose gritó.

Un grito animal, un chillido histérico de puro terror. 

Una mano fría y dura como una garra se cerró en torno a su garganta, muerta y huesuda como la de un esqueleto apenas recubierta por un guante de piel humana. Se sintió asqueada al recordar que hacía apenas un segundo había considerado hermosa a aquella mujer, ahora comprendía cuán antigua era, cuán poderosa, cuán inmortal... Su poder le cosquilleaba la piel del cuello casi de forma dolorosa, como una lengua de fuego de hielo allí donde le tocaban sus dedos.

Apenas hacía presión pero Rose sintió que le faltaba el aliento. Como viniendo de muy lejos escuchó la exclamación entrecortada de Amaury, como un gorjeo de pura debilidad, pero la muchacha no fue capaz de comprender una palabra. De pronto todo había dejado de importar. El vampiro, el sabor a hierro y óxido de su boca, la penumbra de aquella húmeda e inhumana cripta... Todo lo que existía era ella y la mano que apretaba su garganta y aquellos inmensos ojos de esmeralda que se cerraban sobre ella, cerca... cada vez más cerca... unos ojos sin vida, unos ojos muertos que la embebían, unos ojos que amenazaban con tragarse el mundo entero.

Y de pronto la vampiresa estaba de pie frente a ella, alta, esbelta y terroríficamente bella. La fina tela de la túnica blanca que vestía apenas si cubría pudorosamente su desnudez. La mujer dio un paso hacia Rose aún con su mano cerrada sobre la garganta de la muchacha y la chica retrocedió aterrorizada. Un nuevo paso y volvió a retroceder. El rostro de la inmortal era completamente inexpresivo, carente de la mínima emoción. Rose retrocedió un poco más y sintió la fría y húmeda pared de piedra contra su espalda. Entró en pánico al saberse sin escapatoria. No es que importara mucho ya que si aquel par de vampiros querían acabar con ella les costaría lo que a un humano matar una mosca, solo que menos molesta. Pero no podía pensar de zona racional. Le costaba respirar, le quemaba la piel allí donde los dedos de la mujer tocaban y el miedo se agarraba como una serpiente venenosa en torno a sus sentidos. El sudor frío comenzó a recubrir su cuerpo y abrió la boca intentando desesperadamente inspirar una larga bocanada de aire fresco, pero solo consiguió marearse con el olor a cerrado y humedad de la cripta y sentir un pinchazo de dolor en la herida del labio que volvió a romper a sangrar.

La vampiresa, erguida cuan larga ella frente a ella a apenas un palmo de distancia, siguió con la mirada el hilo de sangre y se inclinó sobre ella. Lentamente, con una lentitud casi agónica, alzó la mano que le quedaba libre y con el dedo índice acarició el labio inferior de la muchacha hasta limpiar la sangre. Con ojos imperturbables contempló en silencio el rastro carmesí sobre su dedo pero en vez de llevárselo a la boca lo limpió sobre su túnica blanca dibujando una línea discontínua y escarlata.

Rose dejó escapar una bocanada de aire y fue por primera vez consciente de que había estado conteniendo la respiración. La vampiresa alertada por aquel débil sonido volvió a centrar su atención en ella. Se inclinó hasta que sus narices casi pudieron rozarse y la observó con la cabeza ladeada. Si hubiera sido un mortal Rose hubiera podido oler su aliento pero no había vida en aquel cuerpo, ni el menor rastro de aroma humano. Olía  a humedad y polvo al igual que las piedras de la cripta, olía a tierra y tiempo como olería una estatua particularmente antigua. 

Amaury volvió a balbucear algo en el trasfondo, Rose no sabía donde estaba, todo lo que entraba en su campo de visión era el rostro inhumano de la mujer; pero esta vez comprendió las palabras.

-Madre, te la he traído... Su sangre es poderosa... su sangre te dará fuerza... Bebe, madre, si tienes su sangre serás imbatible... Ya no deberás continuar tu sueño eterno... Bebe, madre, bebe...

Rose sintió que cada vello de su cuerpo se erizaba con cada palabra mientras la comprensión calaba en lo más hondo de su ser. Era... era comida... ¿Era así como iba a morir? Pensó en Marcus y Cecil a quienes había amado como a un padre, una madre, un hermano, un amigo,  un compañero inseparable... y se preguntó si así tratarían a sus víctimas. ¿Cómo se alimentaban? ¿De qué? Tantas preguntas que nunca se había atrevido a hacer... ¿Pero para los vampiros se reducía la raza humana a aquello? ¿Comida? ¿Cómo se sentirían cuidando de ganado? Recordó la preocupación que tan a menudo se reflajaba en los ojos de Marcus, el cariño en las palabras de Cecil... y supo que no era verdad. Ellos la querían. ¿Entonces cómo se sentirían al descubrir que había perecido a causa de alguien en quien confiaban y respetaban? ¿Cómo se sentirían al descubrir que había desaparecido? ¿Al encontrar su cuerpo drenado y sin vida? Si es que lo encontraban claro... Los vampiros eran después de todo expertos en hacer desaparecer cualquier rastro de su existencia.

Ahora el corazón le retumbaba dolorosamente contra el pecho, casi podía oírlo. Y la vampiresa se inclinó  más sobre ella. Rose pudo sentir el roce de su cabello de fuego contra la mejilla y contuvo el aliento. Entrecerró los ojos asustada. ¿Dolería? Según creía el mordisco de un vampiro era tan solo un breve y desagradable pinchazo seguido de una oleada de éxtasis que iba hundiendo a la víctima en un estado letárgico hasta que su corazón dejaba de latir. Era una forma dulce de morir.

Pensó en la energía negativa que flotaba en el cementerio. ¿Se convertiría ella también en un alma en pena incapaz de aceptar su muerte? ¿Rondaría por el camposanto sin razón ni destino? Al menos tendría a los antiguos nativos para hacerle compañía. ¿Pero serían agradables y comprensivos con los extraños después de haber sido masacrados? De algún modo los seres humanos eran capaces de guardar rencor por mucho tiempo.

La ridícula desconexión entre sus pensamientos casi logró hacerla sonreír. Si no tuviera una poderosa y antigua bebedora de sangre a punto de perforarle el cuello es decir. Su mente tenía la impresionante habilidad de divagar en los momentos más inesperados. Era un mecanismo que la protegía de los horrores del mundo. Había visto tanto para su corta edad que el sarcasmo y la ironía las envolvían como una segunda piel. De algún modo era incapaz de creer que iba a morir allí así, que todo iba a acabar para ella en un instante... de algún modo no era capaz de imaginar un mundo sin ella. Aunque sabía que el mundo seguiría adelante completamente indiferente y ajeno a su tragedia, incluso aquellos que la lloraran seguirían adelante y en algún momento la dejarían de llorar. Y el mundo continuaría como si ella nunca hubiera existido. Una vida humana era así de importante y a la vez carente de importancia. Frágil. Tal vez por ello los seres humanos se aferraban a ella con tanta fuerza, por eso buscaban una razón de ser, algo que diera sentido a sus vidas, alguien que los considerara importantes y los recordara...

La profundidad de su pensamiento le caló hasta dentro al tiempo que una voz gritaba en su mente que no quería morir. Se revolvió nerviosa, intentando en vano zafarse, pero tan solo consiguió que la mano en torno a su garganta se volviera férrea e inamovible y aún más dolorosa. Se sintió apretada con fuerza contra la frialdad de la pared, absolutamente indefensa, y no pudo evitar estremecerse.

Ajena a ella la inmortal alzó lentamente la mano libre que le quedaba y apoyó el dorso contra la mejilla cálida de la muchacha. Rose sintió un calambre, el cortocircuito de aquel poder ancestral contra su piel. La mujer entreabrió los labios, de una palidez casi mortal, y dejó entrever sus afilados colmillos. Rose tembló al tiempo que la fuerza abandonaba sus piernas. Lo único que la mantenía en pie era el fuerte agarre de aquella mano sobre su cuello.

La inmortal se agachó aún más sobre ella y Rose se preparó, en contra de su voluntad, presa del terror, se preparó para lo inevitable. Pero para su sorpresa aquellos afilados caninos no se cerraron sobre su garganta. En vez de esos observó con los ojos desorbitados por el miedo y la sorpresa como la vampiresa mordía su propia muñeca y se rasgaba la piel. Como rubíes la sangre comenzó a brotar, oscura y espesa. 

Antes de que la muchacha pudiera reaccionar tenía aquella muñeca ensangrentada apretada con fuerza sobrehumana contra su boca entreabierta. Sorprendida trató de zafarse pero la mano la mantuvo inmóvil y la muñeca se abrió sitio entre sus labios. La sangre comenzó a llenar lentamente su paladar con un sabor a muerte y viejo. Sintió nausea y trató desesperadamente de escupir pero no fue capaz siquiera de hacer el ademán. Y aterrorizada comprendió que no podía respirar, mientras la sangre continuaba llenando su boca y la mano contra su garganta la apretaba cada vez con más fuerza. Si no tragaba se ahogaría. Si no tragaba aquel líquido espeso y nauseabundo moriría...

La voz de Amaury volvió a llegarle esta  vez más cerca. Un grito de alarma. No logró comprender sus palabras pero sonaron a algo entre un horrorizado ¡No! y ¿Pero qué haces?

Y Rose sintió desesperadamente que necesitaba respirar. El aire ya no le llegaba a los pulmones y si no tragaba moriría. Si no tragaba se ahogaría...

Así que tragó.


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