Te marchaste,
ni siquiera me di cuenta de que estabas,
tan solo supe que te fuiste
cuando te escurriste
silencioso fuera de mi alma
y dejaste atrás un hueco oscuro
habitado por la soledad.
En el vacío que dejaste
el eco de tu nombre es el silencio,
es demasiado tarde
para recuperar nuestros momentos.
Viviré con el agujero
que dejó tu ausencia,
la herida de bala,
oscura y sangrienta,
aquella que nunca sana
para que siempre me arrepienta
de tu marcha.
Serpenteaste fuera de mi alma,
no te oí llegar,
no te oí marchar.
Tan solo dejaste atrás
el silencio,
la soledad,
y el eco de tu ausencia,
una cicatriz sin sanar.
Viviré eternamente
en el vacío de tu falta,
con un alma herida,
un corazón se desangra.
El agujero de tu marcha
será mi eterno compañero
como tú nunca fuiste,
será mi tormento,
el amargo recuerdo
de las noches sin ti,
porque no supe que te tuve
hasta que te perdí.
El vacío,
el silencio,
la soledad,
tu ausencia
son mi plegaria,
amarga, eterna.
Lágrimas tiernas
bautizan tu falta,
el hueco que dejaste,
aquel que nunca sana.
Un día serpenteante
puede que también
me abandone el alma,
se escurra en el silencio
en busca de tu casa
y me quede vacía
sin ti, sin mi alma
con tan solo tu falta.
Qué triste es que se vaya una persona de tu vida, y más triste aun que te des cuenta de su valor cuando ya no esta en tu vida. Eso sí que es doloroso, tanto para la persona que se va porque nunca ha sido valorada, como para la persona que pierde a ese amigo porque no ha sabido apreciarle.
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