Evoco instantes subyacentes
en el aroma de recuerdos susurrantes,
momentos perdidos en la niebla
de un pasado sin memorias,
bebiendo el agua de tus mareas,
salado es el beso del engaño,
cae el hacha del verdugo imperante,
muere ahogado en el desencanto
de cada una de tus avispadas mentiras.
Se evapora el rastro de la semilla
que plantamos con manos de esperanza,
decidimos que muerte trae la vida
y ahora amortajas el deseo en sedas,
entierras la pasión en nichos de piedra,
vistes de pieles muertas
y dejas que me ahogue en el lamento,
en la evocación del licor de tus besos,
en la dulce copa de mortal veneno
que pusiste con manos blancas en mis labios,
las sonrisas disfrazadas de secretos,
de cenizas maquilladas de sueños,
cuando paladeé el sabor amargo del engaño
ya era demasiado tarde
me tenías atrapado en tus redes de murano,
mariposa de alas rotas
que no volverá a volar.
Evoco tus manos blancas
enguantadas en el terciopelo
negro de la desesperanza,
enterrando mis sueños
en el nicho de tus cuentos,
desde entonces vivo
en este ataud compartido
con tus mentiras y contigo.
Qué triste debe sentirse la protagonista de esta poesía. Es realmente angustioso que los sentimientos te hagan sentir tan miserable, tan vacía, tan sola y sin esperanzas por vivir.
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