Se habían reunido los susurros,
en corro escapaban los suspiros,
sabía que no debían ser oídos
y aún así me alcanzaron sus secretos
y no pude ser sorda a sus palabras,
a la hiel que en mi alma disparaban.
Sabía que no era sino una broma,
para ellos una razón de risa,
inconscientes como siempre
del poder de sus palabras y mentiras,
y sin embargo dolió en lo profundo
saber que era de mí de quien reían,
ciegos para verme cuando no querían.
Así que me puso como siempre
el viejo abrigo de la indiferencia,
donde resbalan las malas lenguas
como lluvia
y pasé de largo en el silencio
sin que ellos siquiera supieran
que alguna vez estuve allí,
jugando con el don de lo invisible,
jugando con leyes de lo previsible,
fugitiva del silencio roto
disfrazado de silencio,
de susurros sin secretos.
Supongo que aquella vez
fingí ser sorda
a las palabras de los ciegos.
Ufff, que duro es este poema, me ha traído muy malos recuerdos. Si es que los poemas ya veo que tienen el poder de abrir mi subconsciente en unos pocos segundos.
ResponderEliminarEs la idea. 100% basado en hechos reales.
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