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domingo, 28 de octubre de 2012

Bajo la lluvia

Me dejaste bajo la lluvia,
te llevaste mi paraguas
e incapaz de volver a casa
me dejé empapar por la nostalgia.

Llega un nuevo día
y el sol brilla
sobre un cielo azul intenso
pero mi mundo es gris;
al otro lado de la ventana
los niños juegan,
la vida sigue,
el tiempo rueda
pero en este lado del espejo
el mundo se ha detenido
amortajado de añil.

Tu adiós no llegó como una tormenta
sino como una llovizna
en una tarde de primavera
y antes de darme cuenta
estaba tiritando enferma
de nostalgia y ausencia.

Pero la vida sigue,
el tiempo no espera a nadie,
y me levanto
para seguir hacia delante,
a quién le importa
que mi corazón húmedo llore
lágrimas de sangre.


Me dejaste bajo la lluvia,
(tú que eras mi sol)
te llevaste mi paraguas
(tú que me resguardabas)
e incapaz de volver a casa
(tú que eras mi hogar)
me dejé empapar por la nostalgia
de tu despedida.


lunes, 22 de octubre de 2012

El Hilo Rojo 17: Bailando bajo la lluvia

Las horas se encadenaban unas tras otra y Rose yacía completamente despierta sobre la cama contemplando el juego de luces y sombras que danzaba sobre el techo. A lo lejos bramaba la tormenta, cada vez más y más cerca y más feroz. Con cada trueno se estremecía el mundo y Rose con él. Podía oler la humedad de la tierra, casi incluso la electricidad que cargaba el aire tras cada relámpago. Era sobrecogedor.

Si abría su mente cientos... miles de voces... las miles y miles de voces de los habitantes de la ciudad inundaban su mente y amenazaban con volverla loca. Requería un gran esfuerzo el aislar cada una de aquellas voces y separarse a si misma de ellas, pero si lo hacía y se concentraba en una podía oír incluso las conversaciones al pie de la calle. Era agotador. 

Otro trueno resonó en la distancia y Rose dio una patada molesta al edredón y se libró de él. Estaba claro que aquella noche no iba a lograr pegar ojo, no merecía la pena seguir intentándolo. Aunque por la hora ya debía de andar más cerca de la madrugada.

Se puso en pie lo más sigilosamente posible y aguzó los sentidos. Ni un solo sonido en la mansión aparte de los propios de una casa vieja: el crujido de un escalón, el suspiro del viento, el fru-fru de una cortina al mecerse... Ni rastro de sus guardianes aunque dadas las circunstancias dudaba que anduvieran muy lejos. Lo más probables es que hubieran montado guardia, una guardia sigilosa, cuan estatuas en una cripta. O que hubieran caído en ese estado de inconsciencia tan parecido a la muerte a la que ellos eufémicamente se referían como dormir. Después de todo también necesitarían recuperarse de la batalla, incluso habían perdido sangre que deberían de reponer. 

Rose se estremeció de nuevo pero esta vez no debido a la tormenta sino al recuerdo de unos colmillos afilados y el sabor nauseabundo de la espesa sangre roja. Sacudió la cabeza para espantar aquellos pensamientos. No podía vivir con el miedo infundado en el cuerpo.

Se acercó a la ventana. La alfombra ahogó el sonido de sus pies descalzos contra el suelo. Necesitaba aspirar una bocanada de aire. Se sentía aprisionada, cautiva de sus propios pensamientos, de las decenas de preguntas que revoloteaban incesantes en su mente.  Necesitaba aclararse las ideas.

Subió la persiana y abrió la ventana de par en par. Fuera la noche aún se cerraba sobre el mundo y resistía a dejar paso a la madrugada, el cielo encapotado no dejaba lugar al más mínimo rayo de luna, pero a pesar de la oscuridad imperante Rose distinguía cada detalle del jardín con toda claridad. La electricidad cargaba el aire y a lo lejos resonaba la tormenta aunque las primeras gotas de lluvia aún no habían alcanzado la ciudad. La tormenta había refrescado el calor bochornoso del verano y la humedad se adhería a su piel. 

Se apoyó sobre el alfeizar y se inclinó hacia delante aspirando una larga bocanada de aire. Abajo el césped parecía fresco y mullido. Una súbita asaltó la mente inquieta de la muchacha. Recordó el día en que la sangre de Cecil le había salvado la vida tras saltar de un quinto piso. ¿Qué no podría hacer la sangre de Innana? 

Antes de percatarse de lo que hacía se había subido al alfeizar y contemplaba el suelo dos pisos más abajo con interés. De pronto estaba absurdamente segura de que podía saltar y no sufrir ninguna consecuencia. 

"Estás loca, Rose"- la criticó la voz de su conciencia.

Pero no le prestó atención porque comenzaba a sentir el conocido cosquilleo de la emoción en la boca del estómago. Quería saberlo, hasta dónde era capaz de llegar. Quería saberlo, lo que podía hacer con su nuevo poder. Y estaba convencida de que un salto de dos pisos era un juego de niños. Lo sabía, simple e irracionalmente lo sabía.

"No bien sales de una situación de vida o muerte que te quieres meter en otra"

Rose acalló la voz de la razón en su mente. Contempló el césped fresco y mullido bajó su ventana a tan solo dos pisos de distancia, flexionó las rodillas y saltó. El tiempo se detuvo y Rose se vio suspendida en el aire. O mejor dicho, sus sentidos se agudizaron y extendieron más allá de la comprensión mortal del tiempo y fue consciente de cada detalle de su entorno. Como si el tiempo se hubiera ralentizado se dejó caer. No tenía nada que ver con la forma torpe en que se había lanzado de un quinto piso hacia unos días huyendo de Los Limpiadores segura de que iba a morir. Aquella forma de caer era suave, casi como si levitara, como si no pesara más que una pluma. Aunque sabía que en realidad no era más que una ilusión de sus nuevos y mejorados sentidos que hacía parecer que caía a cámara lenta. 

Sus pies descalzos se posaron con suavidad sobre el suelo, con elegancia felina. Ni siquiera sintió el impacto. Contuvo el aliento impresionada y alzó la vista a la ventana de su cuarto abierta de par en par. La ventana se mecía contra el viento. Había saltado dos pisos con la facilidad con que un niño salta un escalón. La verdad la golpeó con todas sus fuerzas. ¿Qué era aquel inmenso poder? ¿Por qué se lo había querido compartir Innana? ¿Quién era ella? Innana... el nombre jugueteó con alguna sinapsis de su memoria. Estaba segura de haber oído aquel nombre antes. ¿Pero dónde? Por más que intentaba recordarlo la memoria se le escurría. Pero ahora estaba convencida de que había algo más, algo importante que debía saber y se escapaba a su comprensión.

Un trueno resonó en la distancia y la primera gota de lluvia, gruesa y fría, restalló contra el suelo. Rose se echó a un lado para esquivar una nueva gota y para su sorpresa con un movimiento apenas perceptible lo logró. Levantó los ojos impresionada. La lluvia había empezado a caer precediendo a la tormenta que se acercaba y ante sus ojos asombrados las gotas parecían detenerse en el aire, ralentizar su caída y quedar suspendidas en el ambiente. Era otro efecto óptico de sus sentidos agudizados, podía distinguir perfectamente el trayecto de cada gota. 

Dio un paso al frente al tiempo que evitaba otra gota solo para que una segunda se estrellara contra su cabeza. Una risita tonta estuvo a punto de escapar sus labios. Aquello era divertido, predecir donde caería cada una de las gotas. ¿Cuántas sería capaz de esquivar? 

Antes de darse cuenta de lo que hacía se lanzó a aquel juego infantil. Girando sobre si misma, dando saltos hacia delante y hacia atrás, corriendo y deteniéndose de golpe mientras sentía las gotas repiquetear contra la piel desnuda de sus brazos, las gotas que se escapaban a sus sentidos o que no era lo bastante rápida para evitar. Era un como un baile ridículo e infantil pero la hacía sentir viva, un poco niña otra vez, y sin darse cuenta la lluvia comenzaba a lavar sus miedos, a arrastrar los malos recuerdos a un segundo plano menos importante. No fue consciente de lo tensa e inquieta que se había sentido hasta que sus músculos comenzaron a relajarse y una engañosa sensación de paz anegó su corazón.

"Qué extraño que ni Cecil ni Marcus hayan salido a regañarme"- pensó de pronto al tiempo que echaba un rápido vistazo al rededor casi esperando encontrar el rostro preocupado y consternado de un vampiro.

Pero no encontró nada y una gran realización la golpeó con sorpresa. Una certeza. ¡No la habían oído! ¡Había logrado engañar los sentidos vampíricos de sus guardianes! No solo era rápida y sus sentidos agudos sino que también sigilosa, tan silenciosa como un vampiro, lo suficiente para lograr lo imposible: pasar inadvertida para sus padres adoptivos.

Sintiendo de nuevo el cosquilleo de la emoción dio una nueva vuelta sobre si misma. Un relámpago iluminó el cielo de tonos azules y de pronto Rose se detuvo en seco. Porque iluminado por aquel pequeño instante de luz al otro lado de la calle, arropado por la falsa protección de una farola fundida, acababa de ver una figura alta y trajeada con un anticuado sombrero de bombín. Algo que ni siquiera sus nuevos y agudos sentidos habían logrado captar y que en lo que duró el relámpago volvió a desaparecer. Pero allí había estado, alto e inmutable, vestido completamente de negro. Un agente del destino.


sábado, 20 de octubre de 2012

El día más feliz de mi vida. Prólogo


Está llorando. La mujer que amo está llorando. Quiero secar sus lágrimas y consolar su corazón pero no puedo. No puedo porque yo soy la causa de su llanto. No puedo porque ella llora por mí. La mujer que amo está llorando por mí y yo no puedo consolarla porque ya no estoy a su lado. Si tan solo pudiera retenerla en mis brazos una vez más…

¿Pero por qué será? ¿Por qué será que sus lágrimas me parecen tan hermosas?  Como cuentas de cristal coronando su tristeza. Incluso cuando llora me parece hermosa. Cuando sus ojos se hinchan y sus mejillas se sonrojan… ese rostro que se compunge cada vez que está a punto de llorar, es tan conocido, tan confortable, tan hermoso… Para mí ella siempre ha sido la mujer más bella del mundo. Dicen que el amor es ciego, pero también es sordo y mudo. Mi amor lo es, este amor que me mantiene lejos y me impide consolarla… a la mujer que amo y llora por mí. Si tan solo pudiera abrazarla una última vez… si tan solo pudiera prometerle que todo irá bien… si tan solo pudiera quedarme a su lado hasta que sus ojos se sequen y dejen de llorar por mí… si tan solo la vida no hubiera sido tan cruel con nosotros… si tan solo… estuviera yo aquí. Pero no estoy y la mujer que amo llora por mí, me llora a mí y llora mi ausencia.





martes, 9 de octubre de 2012

EL HILO ROJO 16: Preguntas, respuestas y más preguntas

Rose despertó sobresaltada con un grito de angustia que le surgió de la profundidad de la conciencia. Se llevó la mano a la garganta, allí donde una mano muerta había dejado su marca, y luchó por respirar. 

Al instante dos hermosos rostros consternados se cerraron sobre ella. Rose vio la preocupación reflejada en los ojos de Cecil y Marcus y se supo a salvo. Pero no se tranquilizó porque aunque eran los rostros conocidos con los que había crecido desde la más tierna infancia era como si los viera por primera vez. ¿Había tenido Marcus siempre aquella diminuta cicatriz en forma de media luna, apenas del tamaño de una uña, sobre la ceja derecha? ¿Desde cuando resplandecía suavemente la piel marmórea de Cecil y el pálido oro de sus cabellos? ¿Había habido antes motas doradas en sus iris azules? Era como ver lo conocido, lo cotidiano, con nuevos ojos, con una nueva lente de mejor resolución. El mínimo detalle cobraba vida y un nuevo significado. 

Alzó la vista confusa de aquellas caras conocidas y a la vez extrañas y echó un vistazo alrededor. De algún modo se encontraba de vuelta en su dormitorio, a salvo en su propia cama, protegida en el abrazo del conocido peso de sus sábanas, con el aroma habitual a libros, polvo y rosas. ¿Rosas? ¿Desde cuándo la fragancia de las rosas del jardín trepaba por su ventana? Si se concentraba podía oler también la tierra húmeda... alguien había regado... la madera recién cortada... el jardinero debía de haber podado el seto... e incluso la tormenta en la distancia. Era una sensación extraña pero estaba convencida de que iba a llover.

La habitación estaba sumida en la semipenumbra con las persianas fuertemente cerradas pero Rose era capaz de distinguir cada detalle en aquella opresiva oscuridad. Sin forzar la vista, sin dificultad, tan claro como si fuera de día o incluso mejor. La huella de un dedo en el espejo, el imperceptible balanceo de la lámpara, una mota de polvo atrapada en el aire, la cuenta de un collar que había rodado tras el escritorio... 

Tomó una larga bocanada de aire.

-Tranquila, Rose, tranquila. Estás a salvo, estás en casa, aquí nadie te hará daño- habló Marcus con delicadeza confundiendo sin duda su estado de agitación con  miedo y desorientación.

Rose lo oyó pero no le prestó atención porque oía... también oía... el runruneo de un coche en la calzada, el maullido de un gato en el tejado vecino, el ulular de un búho en el bosque, el llanto de un niño en la mansión de enfrente...

Y veía las motas de polvo suspendidas en la oscuridad.

Y olía que se avecinaba la tormenta.

Y entonces el trueno retumbó en la distancia pero con tanta fuerza que pareció retumbar en su propio tímpano.

Con un gesto de dolor y sorpresa la muchacha se llevó las manos a las orejas y gritó.

-¡Rose!- la voz de Cecil le llegó alarmada y cercana- ¿Qué ocurre?¿Te duele algo? ¿Dónde? ¿Qué?

Rose abrió los ojos y lo miró, solo entonces fue consciente de que los había cerrado con fuerza. Pero aún así no necesitó acostumbrarse de nuevo a la oscuridad, era casi como si le perteneciera. Vio el miedo atrapado en la mirada azul del vampiro.

-Te... te veo- susurró la joven con voz ronca.

Cecil parpadeó sorprendido y compartió una mirada preocupada con Marcus. 

-Bueno, bien, me alegro de que me veas pequeña rosa. No estás ciega-contestó el rubio con suavidad forzando una sonrisa. Pero Rose lo vio, la preocupación en sus ojos. No la había entendido. ¿Se estaba preguntando si se había vuelto loca?

Espera... ¿Tal vez se había vuelto loca?

Sacudió la cabeza y centró la vista en ambos vampiros.

-No, no es eso...- la voz le falló carraspeó y volvió a intentarlo. A lo lejos retumbó otro trueno y Rose se estremeció- Puedo oír, ver y oler con una claridad que nunca antes había experimentado. Es... es... sobrehumano.

Otra mirada cómplice y esta vez un brillo de comprensión se reflejó en los ojos de ambos vampiros.

-Es la sangre- explicó Marcus con suavidad.

-¿La sangre?- repitió Rose confusa, aún sentía la mente confusa y algo embotada, como si acabara de despertar de una larga y terrible pesadilla que no quería recordar.

¡La sangre! Lo recordó de improviso. Con toda suerte de detalles. El líquido espeso y nauseabundo descendiendo por su garganta. El miedo, las náuseas, la sensación de ahogo y le sobrevino una arcada. Se llevó una mano a la boca para acallarla y se preguntó si aún estaría a tiempo para vomitarlo todo, purgar su cuerpo de aquel asqueroso recuerdo. ¿Cuánto tiempo llevaba inconsciente? Un momento... ¿cómo había llegado a su cuarto? ¿Cómo habían logrado salir con vida de la cripta, de las garras de dos vampiros ancianos y psicóticos? 

-¿Cómo he llegado aquí? ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que estamos vivos? ¿Por qué me dio a beber su sangre? ¿Es Amaury un traidor?- las preguntas escaparon de sus labios a borbotones sin darle tiempo apenas a respirar entre frase y frase.

Cecil la miró, sus ojos chispearon con un baile de motas doradas que Rose nunca había visto antes y echando la cabeza hacia atrás dejó escapar una sonora carcajada. La muchacha lo contempló asombrada. ¿Siempre había sonado tan melódica y cristalina la risa de Cecil?

Marcus le dirigió una mirada de reproche.

-¿Crees que ahora es el momento?

-Lo siento, lo siento- el vampiro rubio levantó una mano en señal de paz al tiempo que se secaba cómicamente una lágrima imaginaria del ojo como lo haría un humano- Es solo que me alegro tanto de ver a nuestra pequeña rosa tan curiosa como siempre que no he podido evitarlo.

Marcus no pudo disimular la sombra de una sonrisa.

-Es un alivio- suspiró- Por un momento allí temí que llegáramos demasiado tarde...- se cortó de lleno y lanzó una mirada cautelosa a Rose.

Esta vez fue el momento de Cecil para lanzarle una mirada cargada de reproche.

-Siempre tan negativo...- gruñó a media voz y antes de que el moreno tuviera tiempo a contestar se giró hacia Rose y le dedicó una sonrisa apaciguadora- Pero será mejor que hagas las preguntas de una en una, pequeña rosa. Bien... ¿cuál era la primera? ¿Por dónde empezamos? 

-Nos dejó marchar- interrumpió Marcus con tono severo.

-¿¡Qué!?- Rose se volvió hacia él como una exhalación- ¿Qué quieres decir con que nos dejó marchar?

-Ay, Marc, siempre tan directo. ¿No puedes ayudar a crear un poco de ambiente antes de revelar nuestra gloriosa huida?- protestó Cecil con tono jocoso utilizando a propósito el diminutivo afectado que al moreno tanto desagradaba.

Marcus pasó su crítica convenientemente por alto. 

-Innana nos dejó marchar.

-¿Así sin más?- exclamó la joven incrédula- ¿Solo nos dejó ir?

-Sí, después de que perdieras el conocimiento nos dijo que te cogiéramos y nos fuéramos. 

-¿Sin pedir nada a cambio? ¿Sin una pelea?

De algún modo había imaginado una batalla épica de colmillos y garras hasta el borde de la muerte. Su último recuerdo era el de dos feroces Marcus y Cecil con un acorralado Amaury, dispuestos a arrancarle el corazón de cuajo y sin un pestañeo. ¿Cómo habían pasado de aquella voraz escena a una anodina separación?

Los ojos de Marcus se ensombrecieron.

-Si hubiéramos peleado no estaríamos aquí en estos momentos. Innana tiene la capacidad de reducirnos a cenizas con poco más de lo que tú necesitarías para prender una cerilla. 

-Oy, tampoco nos quites todo el mérito- se quejó Cecil- También teníamos a su querido hijo entre la espada y la pared. ¿o debería decir entre la pared y la estaca?

Marcus se volvió a mirarlo con gravedad.

-¿Crees que eso hubiera detenido de verás a Innana?- lo reprendió- Si hubiera querido ahora mismo no quiero pensar lo que pudiera quedar de nosotros.

-¿Entonces todas esas amenazas no eran más que un farol?- preguntó Rose de pronto sobrecogida al comprender la magnitud del lío en que se había metido. 

-Oh no, me hubiera asegurado de arrastrar a ese maldito bastardo traidor conmigo al infierno- Marcus le dirigió una torva sonrisa, torcida y amarga.

Rose se sobresaltó. Jamás había oído a Marcus hablar de aquella manera, al pacifista y sereno Marcus... Pero comprendió que no mentía, había un odio profundo en cada una de sus palabras.

-Por suerte antes de llegar a eso Innana nos dejó marchar.- intercedió Cecil con tono apaciguador- Nos ordenó sería el término correcto imagino.

-¿Pero por qué? ¿por qué después de todas las molestias dejarnos marchar así sin más?- Rose estaba cada vez más confusa.

-Supongo que ya había conseguido lo que quería- contestó Cecil encogiéndose de hombros.

-¿Pero el qué?- Rose pensó desesperadamente en todo lo que había ocurrido, en cada detalle. ¿Qué había pasado? Nada, Innana tan solo le había dado a beber su sangre, entonces...- ¿Quería que bebiera su sangre? ¿Por qué?

-¡Qué me zurzan si entiendo lo que piensan esos vampiros milenarios!- gruñó Marcus, su gesto cada vez más sombrío.

Cecil le palmeó la espalda con ademan tranquilizador.

-Al menos eso responde a tu primera pregunta- comentó el vampiro rubio con una media sonrisa de disculpa- La sangre que bebiste parece que te ha dado poder. Igual que cuando te administro mi sangre. 

-¿Qué quieres decir con que le administras sangre?- se escandalizó Marcus girándose hacia él con gesto amenazante. Enfadado resultaba realmente aterrador, pero a favor de Cecil ha de decirse que apenas se inmutó.

-Sabes lo inquieta que es nuestra rosa. Te sorprendería la cantidad de veces que mi altruista donación de sangre le salvado la vida o al menos de algún hueso roto.

"Hace apenas unos días sin ir más lejos"- recordó la muchacha pero no dijo nada- "Y así empezó todo"

Marcus lanzó a Cecil una mirada fulminante que contrarrestó con su sonrisa más inocente.

Rose los ignoró a ambos.

-Pero cuando bebo tu sangre no siento esta diferencia. Es más como un leve cosquilleo pasajero y una cura urgente en caso necesario, pero no cambian mis capacidades. Ahora... ahora...- miró alrededor como intentando encontrar las palabras adecuadas, como si la explicación pendiera del aire- es como si tuviera sentidos superfinos, como si fuera de alta definición... casi...casi vampírico.

Se heló al pensarlo. ¿Vampírico? ¿Así que así era como veían, olían y oían los vampiros? Hasta el detalle más nimio, el suspiro más insignificante era absoluto para ellos. ¿Sentidos vampíricos?

-Son vampíricos- corroboró Marcus- La sangre de Innana es mucho más poderosa de lo que la de Cecil puede llegar a ser. Por eso las capacidades que adquieras con ella también son proporcionalmente mayores. 

Rose pestañeó y lo miró alucinada. ¿Mayores? ¿Cuánto mayores? De pronto sintió el cosquilleo de la curiosidad bullir en su interior. ¿Cuánto podría lograr con sus recién adquiridos poderes? ¿Y por qué querría Inanna que los adquiriera? Cada pequeña pregunta que respondía no daba sino pie a nuevas y más complejas preguntas. Y seguía sin saber qué era exactamente ella y porque la vampiresa había querido atraerla. Amaury le había prometido respuestas que nunca le había dado. No había sido sino una trampa aprovechándose de sus debilidades, su sed por desvelar el misterio tras su existencia y ella había caído de lleno en ella. ¿Pero y si Amaury sabía algo de verdad?

-Pero por suerte el efecto es pasajero.- continuó el vampiro malinterpretando una vez más su silencio- No tienes de que preocuparte, pronto volverá todo a la normalidad. 

¿Pronto? ¿Cómo de pronto?


lunes, 8 de octubre de 2012

Campo de Amapolas

Las amapolas son flores sencillas y frágiles. Crecen al borde del camino y en las campas y adornan el mundo con su brillante escarlata. Pero apenas aguantan una caricia de viento antes de desaparecer de nuevo. Tal vez por eso no me gustan demasiado las amapolas, porque son tan sencillas que no resaltan y tan frágiles que ni siquiera puedo tocarlas sin matarlas. Pero a la vez, cada vez que veo una grito emocionada "Mira, una amapola" y es que ver esta flor de vida tan corta adornando el mundo valientemente con su colorido me llena de una misteriosa alegría. Es una flor especial precisamente por su fragilidad, allí donde yace su rareza.

Nuestro amor fue como un campo de amapolas. Tan sencillo, tan frágil y tan corto... y a la vez tan lleno de color, iluminó con su inesperada luz un mundo de tonos grises. Fue su fragilidad, su corta vida, lo que lo hizo tan especial. Llegó de improviso y con la primera caricia de tempestad voló. Y nos dejó a ambos colgados del pasado, presos de aquel campo de amapolas donde florecieron nuestros sentimientos y sin darse tiempo a comprenderse perecieron. Sin darnos cuenta, aunque ya no es más que un recuerdo, aún somos cautivos de aquel campo de amapolas donde fuimos, aunque sea por un pestañeo de la vida, inmensamente felices. 

Si tan solo no hubiera llegado la tormenta, si no nos hubiera arrasado la tempestad, si el tiempo hubiera seguido su curso... pétalo a pétalo cada uno de esos sentimientos hubieran encontrado su momento para marchitarse con naturalidad. Pero el destino fue cruel y nuestras amapolas fueron arrancadas en la flor de su vida sin tiempo a aprender que su existencia no era sino una ráfaga pasajera. Por eso aún seguimos presos de esas flores que representan nuestros sentimientos, aunque hace tiempo que se marchitó su primavera, porque inconscientemente deseamos regresar a ese campo de rojas amapolas que representó nuestra felicidad. Aunque si volviéramos ahora no encontraríamos sino tierra árida y silencio, allá donde una vez hubo un campo de amapolas ahora no hay sino nostalgia vestida de recuerdo, pensamientos en forma de flor y un solitario nomeolvides que plantamos como un requiem en nuestro corazón. Un requiem en memoria del amor.


Neon stars

The city's neon lights
are drawing a false sky
onto the lonely night.

I'm walking slowly down river
following the path neon stars
draw on top of dark water,
trying to find some love,
the last pool of warmth
in this cold city of glass.

The steps from my heels
break the silence,
the smile on my face is ripped,
my shoes are feeling tired
and my make up seems old,
my eyes are becoming blurry,
how long have I been alone?

Tears build a river of solitude
down the cheeks of hope,
they take away my remaining pride
and leave a scar of love.

You were the last to touch my heart,
the notes you played were sad,
but still there was a melody
now the silence inside me is scary,
dreadful, agonizing and empty,
is like I have no more feelings
left to sing.

So that's why I walk
down the path
neon stars draw,
a false sky
in this endless, starless night,
looking for some warmth
in this cold city of glass,
trying to fool my heart
with some wine, a kiss and a cup
of non existing romance
while I listen to some blues.

Oh, my soul is feeling blue
beneath the bright and cold neon stars.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Run

Run, run, run
'till the end of the world,
brake the stone
and build your path,
step hard on the ground
that wants to make you fall
and create your tomorrow.

Run, run, run
'till there's no air on your lungs,
'till the only thing to breath
are the dreams on the breeze,
and in the edge of the land
open your mouth
and cry aloud
to the wind, to the sky
cry...
"I'll make this world mine".

No one can bring you down,
no,
no one can bring you down.

You are the king of your world,
the main character on your story,
you build the way
you walk on the trails
you planted,
there's not such a thing as a train
destiny is driving.

So...

Run, run, run,
'till the end of the world,
run 'till there is no tomorrow,
break the ground
which is holding you down
and jump to your future.


No one can bring you down,
no,
no one can bring you down.

You hold the pen,
you write the story,
just go and take,
you own the glory!


lunes, 1 de octubre de 2012

No reciclo el amor

Vuelves a mí
con promesas rotas,
retazos de sueños
remendados entre sí.

Regresas con maletas
cargadas de mentiras
vestidas de arrepentimiento
y me pides otra oportunidad.

Pues tengo algo que decirte...

Yo soy medioambientalista,
reciclo en metal
y reciclo en revistas,
reciclo en vidrio,
tetrabriks y cartón,
pero hay algo que no se puede reciclar,
no reciclo el amor.

Porque lo podrido no se puede reciclar
solo sirve para abonar
el comienzo de nuevas vidas y relaciones,
para que crezcan con fuerza esas nuevas flores
que han de plantar otras manos en mi jardín.

Fuiste la leña que alimentó mi fuego
y ahora solo quedan las cenizas,
humo gris que arrastra el viento
y maquilla las memorias en sepia.

Así que toma tu maleta
y date la vuelta,
ya sabes donde está la puerta,
bien conocías el camino al salir.

Ya no hay lugar para ti en mi jardín
porque eres tierra muerta,
cicatrices en la piedra,
tierra seca, tierra yerma,
pero tras un tiempo de barbecho
podré volver a labrar en ella
y plantar nuevas semillas,
nuevas plantas, nuevas flores,
nuevas vidas
abonadas por el recuerdo
de nuestro abril.


Yo soy medioambientalista,
reciclo en metal
y reciclo en revistas,
reciclo en vidrio,
tetrabriks y cartón,
pero hay algo que no se puede reciclar,
no reciclo el amor.

Porque lo podrido no se puede reciclar
solo sirve para abonar
el comienzo de nuevas vidas y relaciones,
para que crezcan con fuerza esas nuevas flores
que han de plantar otras manos en mi jardín.

No, no reciclo el amor.

Porque no soy de usar y tirar
y luego reutilizar,
porque no soy algo que guardar
para luego olvidar,
porque te amé una vez
y no lo supiste aprovechar.

No, el amor no se puede reciclar.