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domingo, 1 de julio de 2012

Un milagro llanado destino

Sentada frente a la ventana
ve pasar las horas,
una mujer que se marchita
como una rosa,
la misma rosa que en un vaso de cristal
sobre la mesilla de noche
le recuerda que todo acabó,
esa rosa cuyos pétalos
alfombran el otoño de una relación,
un camino de resquebrajadas hojas
que dan la bienvenida
a un invierno sin amor.

En algún lugar de la ciudad
el carmín rojo de unos labios de amapola
sella con un beso una despedida
y sin lágrimas un hombre la llora,
unos tacones se alejan
por una calle desierta,
mientras el viento arrastra
el último aroma de la primavera
y se apaga la chispa de la esperanza
como en la noche muere una estrella.

En una inmensa ciudad
entre barrotes de frío metal
dos corazones rotos
lloran la ausencia,
no saben que el destino
les ha preparado el escenario
y tan solo falta que ellos mismos
escriban el guión.

Como una balada
las estaciones pasan,
como mariposas atrapadas
en un poema sin poder volar,
un día la mujer se asoma a la ventana
y ve una nueva rosa en el jardín,
un buen día el hombre alza la mirada
y descubre una nueva estrella en el cenit.

En una inmensa ciudad
bajo los rayos del tímido sol
dos corazones rotos
laten a un mismo son,
se encuentran y se funden
y en su abrazo vuelven a ser enteros,
uno lleva las cicatrices
que las espinas de un viejo amor le dejó,
el otro está tatuado
con el carmín rojo que lo estranguló,
puede que necesiten tiempo
para volver a funcionar
pero en esta inmensa ciudad
que se encontraran
y tuvieran el valor de volver a amar
es un milagro llamado destino.


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