-Seguro que lo entenderá.
Era una falsa promesa y tú y yo lo sabíamos, pero como siempre no podíamos dejar de prometer mentiras.
-La próxima vez seguro...
Los engaños comenzaban a anidar en nuestros corazones muertos, helados en el frío de nuestros sentimientos. Nos engañábamos el uno al otro e incluso a nosotros mismos. Si creíamos que era verdad tal vez lo fuera. Es el engaño más grande que nunca construimos y sin embargo, con convencimos de ello hasta la médula, incapaces como siempre de aceptar la verdad. Puede que estuviéramos hechos para las mentiras, cortados por el mismo patrón, para vivir en los cuentos de nuestros propios engaños; en vez de enterrar los sentimientos muertos.
Hasta que se nos cayó la venda y no fuimos capaz de soportarnos. Cuál fue la primera falsa promesa, me pregunto ahora. ¿La tuya o la mía? ¿Cuál fue la primera puñalada, la primera daga que atravesó el corazón hasta asesinar los sentimientos? ¿La mía o la tuya? No es que ya importe mucho. Ahora vivimos en el cementerio del amor marchito, entre tumbas de promesas rotas, en un nicho descansan los sentimientos que tú apuñalaste con mentiras y en un mausoleo he enterrado los recuerdos junto con el cuerpo de tus engaños.
Me pregunto si alguien vendrá a dejar flores sobre la lápida bajo la que mi corazón descansa a la espera de que alguien venga despertarlo de su largo sueño de invierno.
Me pregunto si alguien vendrá a dejar flores sobre la lápida bajo la que mi corazón descansa a la espera de que alguien venga despertarlo de su largo sueño de invierno.
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