Las agujas del reloj pasaban de las tres y media cuando Rose llegó a casa. Para su sorpresa ningún atractivo vampiro moreno apareció furiosa en la entrada para darle la bienvenida con una reprimenda. Aquello la hizo sentirse incómoda, nerviosa incluso. A la mañana cuando había salido no había visto a los vampiros y ahora tampoco. ¿Había ocurrido algo?
Extraña abrió sigilosa la puerta de entrada y se coló en el recibidor. Por supuesto, que de haber un inmortal dentro todo el cuidado del mundo sería en vano, no por nada tenían los sentidos más desarrollados del mundo animal. No por nada se les decía los depredadores perfectos. Pero Rose no pudo evitarlo, caminar en puntillas a lo largo del corredor con los oídos atentos al mínimo ruido, consciente de que el aleteo nervioso de su corazón la delataba. Escuchó murmullos provenientes del salón y se acercó. Se detuvo antes de llegar a la puerta y observó el largo espejo en la pared del pasillo, estratégicamente situado frente a la sala, por lo que se reflejaba su interior. Lo primero que la llamó la atención fue Cecil. Estaba sentado sobre su sillón de cuero oscuro habitual, el que olía a violetas, pero su postura era extraña. Extraña para tratarse de Cecil es decir. El vampiro nuevo que generalmente se repanchingaba cómodamente en el sillón con poco miramiento por el decoro pero logrando siempre parecer endiabladamente elegante, y atractivo, estaba sentado muy erguido, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas sobre el regazo. Parecía salido directamente de un cuadro de época. En el sillón de enfrente Rose tan solo podía ditinguir la espalda completamente recta de Marcus. Ambos estaban vueltos hacia el tercer sillón de la sala y Rose supo instintivamente había alguien más allí con ellos.
Sabiendo que era en vano seguir allí espiando a unos inmortales que indudablemente la habían oído entrar, la muchacha se separó de la pared y con paso más firme y seguro de lo que se sentía en realidad enfiló hasta la salita preguntándose quién era el invitado que hacía sentarse tan educadamente al mismo Cecil. Se detuvo dubitativa en la entrada.
-Pasa Rose, querida-la invitó Marcus amablemente sin volverse- Tenemos un invitado y está deseando conocerte.
Curiosa ante el tipo invitado que quería conocerla Rose obedeció. Marcus se volvió a mirarla con una sonrisa y al hacerlo la joven entrevio al tercer hombre que estaba en la sala. Alto y atlético, se sentaba cómodamente sobre el sillón con los brazos apoyados sobre el reposabrazos. Rondaría los treinta pero su forma de vestir lo hacía parecer mayor: una gorra marinera sobre el pelo rubio tostado cuidadosamente peinado hacia atrás, una cazadora de cuero marrón forrada con pelo blanco en el cuello muy poco apropiada para las altas temperaturas de agosto, unos pantalones beises perfectamente planchados y en los pies unas náuticas azul marino a juego con el pañuelo anudado a la garganta.
Rose contuvo el aliento porque lo reconoció de inmediato. Lo había visto aquella mañana a través de una ventana. Era el vampiro antiguo y poderoso que tan inquieta la había hecho sentir. Muy poderoso. Pero viendo que se encontraba plácidamente sentado en el salón de su casa y que el siempre sobreprotector Marcus se lo quería presentar dedujo que era de los suyos. Sus guardianes no harían nada que la pusiera en peligro. Pero no puedo evitar fijarse en la actitud educada y casi reverente de ambos inmortales hacia su misterioso invitado. Tal y como Rose sospechaba era antiguo y poderoso, más antiguo y poderoso aún que sus padres adoptivos. Y sabía por experiencia que aquello era decir mucho.
-Ven, Rose, acércate.- habló el inmortal. Sin moverse, ni siquiera pestañear... sino fuera por el apenas perceptible movimiento de sus labios Rose hubiera creído que se encontraba frente a una estatua particularmente hermosa- No tengas miedo. Déjame verte.
Se sobresaltó al escuchar su nombre pronunciado de forma tan íntima en boca de un extraño pero hizo como le decían y dio un paso al frente y después otro hasta colocarse frente a él. Por el rabillo del ojo vio a Cecil removerse incómodo y dedujo que se debía a que no le gustaba rendir pleitesías a nadie.
- Vaya, vaya, cuánto has crecido- repuso el desconocido con placidez, con el tono que utilizaría un tío particularmente encantador al volver a ver a su sobrina favorita tras muchos años.
Rose enarcó una ceja. ¿Significaba aquello que se habían visto antes? ¿Hace cuánto? Estaba segura de que no olvidaría a un hombre así de atractivo.
- Rose, saluda- intercedió Marcus con suavidad- Éste es Amaury, otro de tus guardianes.
¿Uno de sus guardianes? La joven se giró hacia Amaury con renovado interés. Sabía que cuatro vampiros estaban a su cargo, aunque desconocía las circunstancias o razones. Había sido criada por dos de ellos, Marcus y Cecil habían hecho a partes iguales de padre, madre, amigos, hermanos y confidentes. Nunca había visto a los otros dos, pero allí estaba en carne y hueso otro de ellos, y uno particularmente poderoso. Costaba creer que alguien así hubiera accedido a hacer de niñera de una torpe niña humana. Pero allí estaba y al mirarlo Rose sintió una extraña sensación, un pequeño cosquilleo de emoción en la boca del estómago, como quien conoce por primera vez a un familiar o se encuentra por primera vez con un amigo lejano.
-Es un placer conocerlo- repuso inclinándose en una torpe reverencia, no muy segura de cómo debía uno comportarse con un inmortal de tamaño calibre- Muchas gracias por hacerse cargo de mí.
-Oh, levántate, cielo. No son necesarias tantas cortesías cuando estamos en familia- se apresuró a exclamar el vampiro con un ademán de mano- El placer es mío por ver que mi capullo de rosa ha crecido para ser tan bella dama.
Rose sintió que se sonrojaba y se vio reflejada en los chispeantes ojos aguamarina de Amaury. El bebedor de sangre sonreía paternalmente, pareciendo de todo salvo un peligroso vampiro.
"No te asustes, no te muevas y escucha atentamente. No dejes que Marcus y Cecil se percaten de esto."
Rose estuvo a punto de saltar al escuchar la voz de Amaury en su mente. Pero era fría y seria, nada que ver con la calidez familiar que había impuesto a sus palabras. Contuvo su instinto de retroceder y observó con un semblante que esperaba fuera inexpresivo como el vampiro se volvía hacia Marcus y le hacía un comentario jocoso sobre lo bien que había criado a su hija. A la vez la voz volvió a hablar en su cerebro.
"Tengo algo que mostrarte. Esta noche sal y encuéntrate conmigo frente al cementerio. Yo me encargaré de que tus guardianes no se enteren, son demasiado sobreprotectores y no estarían de acuerdo pero creo que ya va siendo hora de que descubras algunas cosas sobre ti misma ¿no crees? Estoy seguro de que tienes curiosidad. ¿Me equivoco?"
Sintió que Amaury la observaba atentamente por el rabillo del ojo y Rose estuvo a punto de asentir. Se detuvo al recordar que estaban manteniendo una conversación secreta.
"Sí"-contestó también en su mente no muy segura de si el vampiro la oiría.
El inmortal pareció captar el mensaje porque se giró hacia ella con una enorme sonrisa.
-¡Pero mira qué hora es! Tan tarde y seguro que Rose no ha comido- exclamó otra vez con aquel tono paternal- Vamos, querida, debes de tener hambre.
Y al tiempo que se ponía en pie y le hacía una seña para que abriera la marcha hacia el comedor Rose volvió a oír su voz serena resonar en su cabeza una última vez.
"Confía en mí, no te arrepentirás"
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