Hoy me ha rozado la muerte,
con el frágil aleteo de sus alas negras.
Su caricia me ha sobrecogido.
No he osado mirarla de frente,
tan solo la he oído en la boca de quien cuenta.
La incertidumbre me ha sorprendido.
Desciende sobre el hombre
sin aviso, sin permiso
y la miramos de soslayo
esperando que pase de largo
pero a veces se queda.
Una invitada inesperada
que se lleva a su anfitrión
sin entender de propinas,
sin horarios, calendarios,
ni una triste invitación.
Hoy no ha dejado en el buzón
una carta de desahucio de la vida,
solo ha venido y se ha ido,
tan solo ha dejado el vacío
y la congoja del conocimiento,
de que antes o después,
con preaviso o por sorpresa,
nos tocará de cerca
y que ese día sus ojos serán negros.
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