Como el chocolate que solía estar caliente
se va volviendo frío,
como el chocolate que solía saber dulce
se va tornando amargo,
en torno de esa humeante taza de chocolate
tus últimas palabras se enfrían
y el tiempo se detiene,
una cruel despedida.
Tus pasos se alejan
y el humo de mi taza se evapora,
como tus promesas,
mueren en el aire sin aroma,
ni siquiera has dejado un beso de propina,
de ahora en adelante el chocolate sabrá amargo.
Un amor como el chocolate
que se torna amargo,
un amor como el chocolate
que pierde su aroma,
un amor como esta taza
que se torna fría,
un amor como nosotros
que sucumbimos a tu despedida.
Las manecillas del reloj giran,
marcan los minutos desde nuestra ruptura,
minutos que se tornan horas,
y horas que algún día serán meses, serán años,
serán solo días del pasado.
Mientras la gente viene y va,
ajena a que el sabor del amor ha cambiado,
la camarera que pasa entre las mesas
y recoge tu taza a medio terminar
no es consciente de su significado,
que lo que tira no son posos de café,
sino los recuerdos futuros que tu has abandonado.
Un amor como el café
que siempre fue amargo,
un amor como el café
que perdió su aroma,
un amor como esa taza
que se torna fría,
un amor como nosotros
que sucumbimos a tu despedida.
Puede que este amor fuera café,
negro y amargo,
pero me empeñé en echarle azúcar
para endulzarlo.
O puede que fuera chocolate,
una vez cálido y dulce,
ahora frío y amargo,
y todos mis intentos
por conservar su aroma
fueran en vano.
Ahora nunca lo sabré,
el sabor no es sino un recuerdo
y al fin tus últimas palabras
vuelven a marcar el tiempo
y se posan sobre mi corazón,
lo siento entumecido,
creo que como mi chocolate
se está volviendo frío.
Poco a poco,
con el tic-tac de cada manecilla del reloj
tus palabras irán calando,
pero para cuando regrese a la realidad
tú te habrás marchado
y todo lo que quede de nosotros será
esta taza de chocolate que ya no puedo beber
tan solo contemplar
y el recuerdo de que una vez
hubo otra taza igual
para acompañarla.
Y que el sabor del amor fue dulce
y su abrazo cálido
y que tuvimos un aroma.
Puede que algún día el amargo se torne insípido,
será el día en que no seas olvido
sino indiferencia
y ese día puede que regrese a degustar el sabor
de un nuevo amor,
pero hasta entonces solo queda una taza fría
y un asiento vacío que me mira.
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